Háganos caso: no guarde aún sus palomitas. Cuando el reloj marque la medianoche del domingo, y pese a que ya se conozca el ganador de las primarias -alegaciones mediante-, esta película aún no pondrá el cartelito de The End. Al sempiterno serial de en busca del liderazgo perdido aún le quedan varias entregas, aunque bien es cierto, y eso nadie lo duda, que el capítulo en primetime de este 21M guarda los minutos más relevantes de un filme con tintes dantescos que, en no pocas ocasiones, ha rozado el surrealismo.
187.949 militantes serán los redactores del guión de la escena clave. En sus manos, en sus votos, estará la primera y quizás más determinante decisión del futuro que se adviene: la del actor protagonista. Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López, en el escrupuloso orden de avales a su favor, disputarán una reñida votación con aires de thriller. Los tres llegan a la cima de la campaña totalmente lanzados, coincidentes en el discurso de que los avales recogidos tendrán efecto multiplicador y redundantes en la cuestión de unir a un partido abierto en canal camino de la UVI, necesitado de que en lugar de la palabrería se trabaje el torniquete.
Díaz, la candidata que parecía partir con ventaje, fue también la que recolectó mayor cifra de avales en una primera batalla, la de las signaturas, que ya evidenció que la de las primarias era una pelea voto a voto. 60.231 fue la cifra de firmas que acabaron en el granero susanista.
El favoritismo de la trianera entró en cuestión precisamente con la presentación de estos avales. Su equipo esperaba una primera victoria apabullante, que batiera todos los récords en cuanto a apoyos firmados en el histórico de estos procesos internos -bonus conseguido- y que poco menos le abriera Ferraz de par en par, convirtiendo en un trámite la votación del 21M. Pero Sánchez, espoleado por actos de recogida de firmas muy concurridos en toda la geografía nacional, acabó pisándole los talones. En concreto fueron poco más de 6.500 avales los que lo separaron de Díaz, cosechando otra cifra altísima, también de récord, que no hacía más que demostrar la polarización del proceso lanzado. López, tercero en discordia, sumó poco más de 10.000, lejos en firmas.
La campaña
El vasco ha sido el candidato que, pese a estar en franca minoría de apoyos públicos -los avales- y asolado por no poca desatención mediática y entre la militancia, ha conseguido armar mensajes más proclives y creíbles al respecto de la pacificación. En el lapso de la campaña, López ha percutido con una alerta, que aunque fuera considerada como un órdago, no conviene desatender, y que no es otra que la inquietud que ha sentir el socialista ante el riesgo de desaparición. La pérdida de fuerza electoral, la crisis de la socialdemocracia europa y, para colmo de males, las sangrantes disputas internas han marchitado sobremanera a la histórica rosa.
La defensa a ultranza de un PSOE ganador y de destacada relevancia en la transformación hacia el Estado del Bienestar ha sido el mantra que ha acompañado el periplo de Díaz por toda la geografía peninsular, en una campaña de primarias plagada de actos y en la que ha contado con la inestimable ayuda del aparato, entendido lo anterior como el apoyo expreso y decidido de las ejecutivas regionales.
Salvo Francina Armengol, presidenta balear, y la postura a dos aguas de Miquel Iceta, del PSC, el resto de barones socialistas se ha volcado en el bando de la actual presidenta de la Junta. Hablamos de los presidentes regionales de Aragón -Lambán-; Comunidad Valenciana -Puig-; Castilla-La Mancha -Page- y Extremadura -Fernández Vara-; así como de Asturias, un Javier Fernández que en su condición de presidente de la gestora no ha tenido participación activa en el proceso pero que ha sido continuamente referido por la candidata andaluza en sus alocuciones públicas. Con Díaz también han figurado los históricos pesos pesados del partido, a la sazón, los dos expresidentes del gobierno González y Zapatero y miembros destacados de sus ejecutivos, incluyendo Alfonso Guerra, Rubalcaba y Carme Chacon, esta última presente en primera fila en el acto de presentación de la candidatura de Díaz en el IFEMA de Madrid, apenas dos semanas antes de su repentino fallecimiento.
Armengol ha sido, precisamente, uno de los apoyos cambiantes del proceso. De estar con Sánchez, acabó engrosando las huestes de Patxi, junto a colaboradores del del exsecretario general, como Óscar López. Sin embargo, la primera espada del socialismo balear anunció a mitad de la campaña que volcaría sus esfuerzos en Sánchez. En su grupo destacan el alcalde de Valladolid, Óscar Puente o los diputados rebeldes del famoso no es no. Pero si de algo ha presumido Sánchez, ha sido de su cuartel sevillano: una avanzadilla en el feudo de su archirrival. Gómez de Celis, Quico Toscano y Nieves Hernández, esta última exportavoz del gobierno municipal socialista del Consistorio sevillano, han liderado su clan hispalense, muy activo al ser los primeros, precisamente ellos, que montaron una plataforma de apoyo.
Tanta ha sido la importancia de Sevilla en el proceso interno socialista, que ambos candidatos fiaron a la capital andaluza su gran acto de cierre, celebrado el pasado viernes a orillas del Guadalquivir -en ambos casos-. Díaz, como demostración de fuerza, aglutinó a más de 5.000 adeptos bajo un ambiente de olla a presión y Sánchez, dispuesto a plantar batalla en campo contrario logró reunir a unos 3.000 asistentes bajo el puente de Triana, cuna y simbólico emblema susanista.
Gobierno de un partido roto
El escenario que se presenta el lunes, día después de la votación de las primarias, no parece presentar perspectivas proclives a la conciliación. Pese a los referidos alegatos en pro de la unión, la actual fragmentación del partido desprende una dosis de realidad descarnada. Ésta no es otra que la fractura norte-sur, patente en el recuento de avales.
Si Andalucía es tratada como el territorio clave del socialismo patrio, por aglutinar a uno de cada cuatro afiliados del federal. La región es un auténtico bastión de apoyos a Díaz y el terreno en el que espera fraguar su victoria. En las filas sanchistas se confía en el norte y levante peninsular, con Cataluña, Valencia y Asturias como principales exponentes de su aportación de votos. De una forma u otra, se hace impensable la gobernanza de un partido de tan colosal distancia entre federaciones. Ni se puede dirigir el PSOE sin Cataluña -PSC- y País Vasco ni es posible hacerlo sin el aliento del bastión andaluz.
El esfuerzo titánico del candidato que se lleve al gato al agua en las primarias habrá de hacerlo, más que en ganarlas, en acercar dos posturas enfrentadas, tan polarizadas que ni siquiera pueden considerarse como las almas de un PSOE históricamente objetor entre sí, sino como facciones a día de hoy irreconciliables. El trabajo es arduo, pero Podemos acecha en el ideario de la izquierda y los ejemplos que llegan de Europa no animan a la recuperación de los socialismos y la socialdemocracia. El PSOE tiene la llave de su propio futuro, pero la puerta no se abrirá este domingo. Queda película, y muchas palomitas: la superproducción socialista aún tiene pendiente el desenlace.