Tres luchas por la senda de Clara Campoamor

Efeméride. Hoy la madre del sufragio universal cumpliría 130 años. Tres sevillanas del siglo XXI siguen su senda feminista, cada una a su manera

12 feb 2018 / 08:13 h - Actualizado: 12 feb 2018 / 12:32 h.
"Día Internacional de la Mujer","Por los derechos de la mujer"
  • Clara Campoamor (1888-1972) logró el sufragio femenino en España. / Efe
    Clara Campoamor (1888-1972) logró el sufragio femenino en España. / Efe

Ante todo, un poco de honradez. Quien quiera objetar que un redactor hombre proponga tres modelos de mujer a las mujeres, que lo haga. Es el pecado original de estas líneas. Con sinceridad, y con un bagaje de más de 20 años de objetividad, este reportero propone tres modelos de ser humano, los tres mujeres, porque, como explica Mar Cambrollé, los logros del feminismo –y de su movimiento de transexuales– lo son para todas las personas, no solo para las mujeres. En la pelea de estas tres mujeres se pueden inspirar también los hombres.

Como recuerda la jurista y defensora de los derechos de la mujer Ruth Rubio, el logro «por el que es obviamente más conocida Clara Campoamor es la conquista del sufragio activo para las mujeres, pero Clara Campoamor emprendió otras luchas feministas importantes que son menos conocidas, como el derecho de la mujer casada a conservar su nacionalidad, o el derecho a la investigación de la paternidad de forma que los hijos nacidos fuera del matrimonio pudieran tener igualdad de derechos».

La tercera de las mujeres de este reportaje trabaja en condiciones precarias. Porque los peores empleos son los que se feminizan, y la lucha por los derechos de la mujer no sirve de mucho cuando se limita solo a romper el techo de cristal para las hembras de la élite y dejan con la nevera vacía, enfermedades por ejercer profesiones penosas y dificultades para conciliar la vida familiar a las mujeres pobres.

Ahora el redactor tiene que callarse. Que hablen Ruth Rubio, Mar Cambrollé y Rocío Martín.




Ruth Rubio
. / profesora de Derecho Constitucional. ha sido incluida en el Muro del Legado a la Justicia de Género en el tribunal Penal de La Haya y tiene una carrera larga de defensa de los derechos de la mujer.

«POR PRIMERA VEZ EN LA HISTORIA QUIENES SE TIENEN QUE JUSTIFICAR SON LOS QUE NO SON FEMINISTAS»

«Clara Campoamor tuvo dificultades con sus propios correligionarios: había el convencimiento en aquella época de que la mujer, menos formada, votaría bajo la influencia de la Iglesia, por lo que su participación política acabaría engordando las filas conservadoras.»

–Está a punto de publicar un libro sobre otra conquista: las cuotas de género. ¿Hay diferencias entre esta lucha y la que de Clara Campoamor por el sufragio?

–«Entre las semejanzas, que las razones de estrategia y de principios se mezclan también en la actualidad. Entre las diferencias, incluso quienes no están a favor no avanzan ya argumentos como que el lugar de la mujer está en la esfera doméstica. Ahora los argumentos son otros: que las cuotas discriminan a los varones, que estigmatizan a la mujer o que simplemente no son necesarias. Pero ya nadie se atreve a cuestionar que el lugar de la mujer no sea también la esfera política. Esa es una conquista histórica consolidada en occidente».

–¿A qué se debe la mención de su nombre en el Tribunal Penal Internacional en la Haya?

«En ese mural están abogadas y activistas –Clara Campoamor también lo fue– que han dedicado gran parte de sus vidas a luchar contra la violencia de género en situaciones de conflicto armado. Hay también menciones a personas (cuyo nombre no se revela) que han tenido el valor de prestar su testimonio en casos clave. Y hay por fin un grupo de mujeres académicas, entre las que me encuentro, que con su trabajo han ayudado a formular teorías y conceptos de los que luego se han nutrido las activistas y abogadas. Yo me dediqué de forma especial la reparación a las víctimas en clave de género: ¿las violaciones de derechos conllevan los mismos daños para hombres y mujeres? ¿Las que afectan de forma especial a las mujeres se consideran igualmente serias a la hora de reparar? ¿Las medidas de reparación tienen en cuenta las necesidades y perspectivas de las mujeres?».

«A Clara Campoamor me gustaría resucitarla por un día e invitarla a nuestros tiempos. Me encantaría compartir con ella lo que en la actualidad pasa en el mundo entero con la lucha feminista. Por supuesto me refiero al fenómeno #MeToo al que, con mi testimonio, he tratado de contribuir. Pero sobre todo me refiero que el feminismo se esté convirtiendo en lo normal y de que por primera vez los que tienen que empezar a justificarse son las personas que no son feministas».



Mar Cambrollé. / Presidenta de la Asociación de Transexuales de Andalucía. Organizó la primera manifestación trans en 1978

«ESTÁN MUY BIEN LAS LEYES CONTRA LOS DELITOS DE ODIO. PERO ADEMÁS, QUEREMOS COMER»

«Elegí ser mujer, y como Clara Campoamor fue un avance para esa época, eso también lo fue para los años del fin del franquismo. Clara Campoamor quería que las mujeres fueran sujeto de derecho, y esa también es la pelea de las personas transexuales. Ella consiguió el sufragio universal y en Andalucía yo he logrado una ley que reconoce la libre expresión de la identidad sexual, que me costó dos huelgas de hambre. Y ahora el primer convenio colectivo que incluye a las personas transexuales. Durante muchos años las puertas del mercado laboral han estado cerradas».

«La perspectiva feminista es la diversidad: igual que hay mujeres negras o lesbianas también las hay transexuales».

«En la época de la dictadura esta era tan miope que metía en el mismo saco identidad y orientación. Todos éramos ‘maricones’. Eso es lo que me decían y lo que me dolía. Y un día, a los 19 años [1976] descubrí que era otra cosa. No me definía lo que me gustaba –como a los homosexuales–, sino lo que yo me sentía desde los cuatro o cinco años: antes de tener atracción por nadie yo era una mujer. Y la sociedad ha pasado muchos años sin entender esa diversidad. Yo he carecido de protección legal hasta el año 2007: ¡30 años! Mi biología no produce estrógenos. Pues durante años no me los recetaban, y a otras mujeres que por otras cuestiones los necesitan, sí se los administraba el endocrino». Lo que define a una persona es su cerebro. No sus genitales. Pero por nacer con testículos a mi madre le dijeron ‘tienes un niño’. Y en ese tránsito ambiguo desde que tienes conciencia de quien eres hasta que se adquieren caracteres sexuales fui, fuimos, objeto de mucha violencia, de mofa, de burla. Cuando falló la justificación moral, religiosa contra nosotras surgió la justificación científica: les parecíamos ‘enfermos’. Y había acoso desde edades muy tempranas, desde las aulas, un bullying insoportable». «Hoy hay una generación de transexuales viejas y muy pobres. Sufrieron el exilio familiar, no tuvieron acceso tampoco acceso al mercado laboral».

–Los avances para los transexuales ¿Le deben más al feminismo o a las conquistas lideradas por los homosexuales?

–«El mundo ya no se puede pensar sin el feminismo, pero después de sus conquistas llegó la institucionalización, el acomodamiento y la burocracia, y eso ha tenido inconvenientes. El sector LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales) también han hecho más recientemente una gran revolución que han aportado a toda la humanidad que tiene una gran diversidad y ha atacado el genitocentrismo, la cosificación de las personas a partir de sus genitales. También aportamos nuevos modelos de masculinidad a los hombres del siglo XXI».

«Hoy el hecho transexual está mucho más naturalizado. Cualquier adolescente en el sistema educativo tiene protegida su identidad por encima incluso de su DNI. También es raro que la familia lo repudie. Queda incluir en el currículo educativo explicar la identidad sexual, y protegernos de mensajes como el de Hazte Oír; y en otros ámbitos que dejemos de estar tuteladas por un médico para expresar y acreditar nuestra identidad: la ley ya no es ágil. En el mercado laboral... Ritual Hoteles ya ofrece cursos de formación y posibilidad de empleo por convenio a las transexuales».

«Lo peor hoy día sigue siendo la violencia estructural o brutal del machismo. Cada 48 horas asesinan a una transexual en el mundo. En España cinco o seis en los últimos 10 años: la misma proporción que cualquier mujer, porque somos el uno por mil de la población. Está muy bien que nos protejan de los delitos de odio, pero además queremos comer».




Rocío Martín
/ Trabajadora en condiciones precarias en un comedor escolar y sindicalista de CCOO, atrapada desde la crisis económica en un empleo muy por debajo de su cualificación como historiadora

«CADA VEZ QUE LLEGA UN NUEVO EMPRESARIO TEMEMOS QUE NUESTRAS CONDICIONES SE REBAJEN» +

Comencé a trabajar en un comedor escolar en 2008, mientras me pagaba la carrera de Historia del Arte. Ahora estoy a media jornada, pero es que por las características de estos empleos no hay más. Como yo hay hasta 3.000 mujeres en Sevilla, mil solo en mi empresa. Son frecuentes los contratos de dos horas al día, los salarios de 300 euros al mes y cuando los colegios cierran en verano nos vamos al paro. En estas familias cada céntimo cuenta. No es mi caso, pero para muchas compañeras el suyo es el único salario que entra en casa».

«Por ciento, la empresa cambia cada dos años, cada vez que la Junta de Andalucía saca a concurso el servicio al mejor postor, con el dinero como único criterio y con cláusulas sociales que no se cumplen. Y cuando eso ocurre tenemos que estar reclamando que no nos rebajen las condiciones. Por ejemplo: el miércoles pasado nos concentramos porque la empresa Aramark reclama a las trabajadoras –esas que llevan a su casa 300 euros cada mes– que devuelvan el adelanto de las nóminas de tres y cuatro meses que les dejó sin pagar la anterior concesionaria, porque ha decidido que no le interesa seguir con el servicio. Ahora estas compañeras se las ven y se las desean para poder devolver un dinero que encima es suyo».

«En este trabajo hay muchas mujeres. Y a veces es complicado llevar a vacunar al niño por los horarios. Muchas tenemos a los hijos en otros comedores escolares, porque precisamente estamos trabajando a la hora de comer. Y debido al cambio constante de empresario los avances son muy difíciles y lentos. Hemos conseguido, al menos, que reconozcan la baja por riesgo en el embarazo a monitoras contratadas por dos horas. Porque no están dos horas al día embarazadas y tanto peligro hay en un minuto de trabajo como en ocho horas».

«No soy la única titulada universitaria, en mi colegio de las nueve monitoras seis tienen carrera y algunas hasta dos. Incluso hay monitoras que han estudiado Educación Especial o Infantil cuyo contacto con el mundo de su especialidad es trabajar de monitoras de un comedor escolar. Y cuando hace falta el dinero para sobrevivir, este trabajo precario ofrece una estabilidad de la que no puedes prescindir si tienes hijos a tu cargo. Si no los tuviera a lo mejor daba el salto que no pude en los años de la crisis: antes fui voluntaria en la Fundación Focus haciendo visitas culturales y me gusta mucho la gestión del patrimonio cultural. Como a la mayoría de mis compañeras, he estudiado y trabajado cinco años para una carrera y siento haberlos por la borda».