Tunos ¡y tunas! celebran 65 años cantando a la Inmaculada

Miles de personas han escuchado durante toda la madrugada a las 14 tunas de Sevilla, una costumbre asentada en una ciudad a la que los tunos no se cansan de cantar

07 dic 2017 / 23:23 h - Actualizado: 08 dic 2017 / 12:41 h.
"Día de la Inmaculada","Sevilla reverencia a la Inmaculada"
  • Un año más, como viene siendo desde hace décadas, la plaza del Triunfo acogió a las tunas de Sevilla, escuchadas por miles de sevillanos y curiosos. / Manuel Gómez
    Un año más, como viene siendo desde hace décadas, la plaza del Triunfo acogió a las tunas de Sevilla, escuchadas por miles de sevillanos y curiosos. / Manuel Gómez
  • Imposición de la beca de reconocimiento a uno de los más veteranos de la tuna. / Jesús Barrera
    Imposición de la beca de reconocimiento a uno de los más veteranos de la tuna. / Jesús Barrera
  • La tuna de Peritos Industriales se refundó en Sevilla en el curso escolar 1957-58. / Jesús Barrera
    La tuna de Peritos Industriales se refundó en Sevilla en el curso escolar 1957-58. / Jesús Barrera

«María es/ la pura Concepción/ que antes que Roma/ Sevilla proclamó». Lo cantaba el rockero sevillano Silvio, por cierto, tuno él. Si afirmamos que esta es la ciudad mariana por excelencia –¡y lo es!– tampoco vamos a quedarnos cortos y aseguraremos que la tuna es también una parte propia de nuestra identidad. Con 14 estudiantinas registradas, solo se nos pone delante Madrid, siguiendo nuestros pasos capitales como Salamanca y Santiago de Compostela.

El origen de su existencia es incierto y, probablemente, queda mucho por escribirse. Pero de lo que no hay dudas es que la tradición que anoche congregó a miles de personas en la plaza del Triunfo, a los pies del monumento a la Inmaculada, data del año 1952. Fue la tuna de Peritos Industriales la primera que se acercó hasta allí para cantar la Salve a la Virgen. Lo hizo en recuerdo, y en memoria, de la tuna universitaria de la Hispalense que surgió y se mantuvo activa durante los años 20 del siglo pasado.

Ayer, horas antes de la medianoche, cientos de tunos se congregaron en un céntrico restaurante para rendir homenaje a quienes refundaron la tuna primigenia en el curso escolar 1957-58, diez de los cuales, ya veteranos, recibieron una «beca honorífica» por parte de quienes hoy la encabezan.

«Los años de juventud no se olvidan cuando los vives dentro de una tuna. El otro día hablé con un amigo, de más de 80 años, y me confesó que había aprendido más con la tuna que en toda su carrera de ingeniero», dice el pintor Juan Charro (52 años), y miembro de la estudiantina de Peritos que anoche cantó a la Inmaculada.

Cantaron ellos, pero también lo hicieron otros cientos de tunos ante miles de personas. En el monumento a la Inmaculada y también por incontables plazas y requiebros del barrio Santa Cruz. Era el día grande para ellos. «Las tradiciones, si son buenas y bonitas, lo único que hacen es aportar cosas buenas», defiende. Porque, sorpresivamente, hay quienes ven este universo universitario con cierto recelo. «Las tunas son un reflejo de la sociedad, en ellas caben todas las ideologías posibles, a pesar de que algunos consideran lo contrario», dice.

Ingenieros, Derecho, Medicina, Arquitectura, Magisterio y Económicas son las facultades con tunas más nutridas, frente a otras disciplinas como Periodismo o Informática, que viven bastante al margen de esta realidad. No hay ninguna razón. «Simplemente es así». Juan Charro recuerda también la existencia de una tuna femenina, que surgió en la Sevilla de los años 60 del pasado siglo. Marina Rodríguez, futura profesora de música, es una de las integrantes actuales de la llamada Tuna Novata Femenina Universitaria de Sevilla. Para conseguir que el adjetivo novata se caiga de la denominación aún tienen que pasar algunos años. «Hace poco estuvimos en el 20 aniversario de la tuna femenina de Salamanca. Sigue siendo llamativo hablar de tunas de chicas, pero ya es una realidad como lo son las nazarenas en la Semana Santa», considera. «Estar en ella aporta muchas más cosas de lo que la gente cree, es muy útil porque te ayuda a ser mejor compañero, más solidario, es una buena escuela de relaciones sociales, aprendes a cantar y a sobrevivir en los viajes con muy poco dinero...», explica. Sin embargo, también hay que valer. Muchas (y muchos, claro) entran por una puerta y salen por otra. «Requiere ensayar, ir a muchos sitios, dedicar bastante tiempo y esfuerzo y tener la convicción de que se es tuno para toda la vida», asegura categórica. Y en ello coincide con Juan Charro, quien ya lo está demostrando, bastantes años después de haber acabado sus estudios de Bellas Artes. «Con la familia y con el trabajo no se puede ser tan activo, pero la Inmaculada nos une a todos, se es tuno hasta la muerte», sentencia este cincuentuno.

El origen más remoto de las tunas debemos hallarlo en los antiguos sopistas, estudiantes universitarios con apenas recursos económicos que cantaban a cambio de un plato de sopa, de ahí adquirimos la expresión popular «la sopa boba» que se remonta a tiempos de la Edad Media. A partir del siglo XVI, se les conoce como tunos y se organizan formando agrupaciones denominadas como tunas. «La tuna es una escuela de vida, es un punto de encuentro fundamental para todos aquellos universitarios amantes del romanticismo, la noche, la música y los viajes. Un tuno se es para toda la vida», comenta Javier Batán, sin apartarse un milímetro de los argumentos esgrimidos por sus colegas.

«Todavía hay quienes creen que los tunos se dedican a rondar a las mujeres, cuando eso ya hoy no tiene razón de ser, ya no se enamoran las muchachas como en el siglo pasado, hoy las tunas son más parecidas a orfeones que hacen una música maravillosa», defiende Juan Charro. Quizás ahora, en sentido estricto, más románticas sean ellas. «Hay quienes ven raro que unas chicas canten para enamorar a un chico, nosotras lo hacemos, pero no solo, tenemos canciones dedicadas, montamos muchos temas, el repertorio es muy amplio y a la gente que nos escucha les gusta poder acompañarnos», indica Marina Rodríguez, quien en su cruzada en favor de su pasión ha tenido que escuchar algunas «cosas absurdas como que somos todos de derechas. Al revés, hay personas que se han hecho amigas gracias a la tuna que los hermana porque, por ideología, seguramente nunca se hubieran ni conocido», esgrime. Luego están los contactos internacionales. Gracias a su carácter viajero, la tuna se ha extendido a diversas partes de Europa, como Portugal y Holanda, y a América Latina en países como México, Colombia y Perú. «Es muy divertido y bonito ver a compañeras holandesas cantar en español, para ellas y ellos es una manera también de aprender nuestro idioma», expone Rodríguez.

No obstante, tengan cuidado si se encuentran una tuna en su camino y, por unas monedas, pide usted que le canten Clavelitos, que debe ser como encontrarse a Sergio Dalma de frente y animarle a que se arranque con unos versos de Bailar pegados. «Nuestro repertorio principal son los boleros y también las canciones que cuenten cosas propias de la tuna, que hablen de Sevilla, del amor, de los estudios...», dice Juan Charro. Y no, quítese de la cabeza oír una versión tunera de Despacito. Eso no va a pasar. Esperemos.