¿Un marzo sevillano del 68?

La universidad y la cultura fueron muy sensibles, tanto en la capital hispalense como en el resto de Andalucía, a los movimientos que surgieron en París

27 may 2018 / 15:04 h - Actualizado: 27 may 2018 / 15:07 h.
"Cultura","Universidad","1968: el éxito del fracaso"
  • Arriba, Paco Ibáñez, un símbolo de las reivindicaciones sesentayochistas. Debajo, Luis Gordillo y Guy Debord. A la izquierda, Manuel Molina y Gualberto, en una imagen de 2003. / Antonio Acedo y El Correo
    Arriba, Paco Ibáñez, un símbolo de las reivindicaciones sesentayochistas. Debajo, Luis Gordillo y Guy Debord. A la izquierda, Manuel Molina y Gualberto, en una imagen de 2003. / Antonio Acedo y El Correo
  • ¿Un marzo sevillano del 68?
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Decir que Sevilla fue precursora del Mayo francés es sin duda exagerado. Pero no lo es tanto decir que algunos sucesos que tuvieron lugar esa primavera en la capital hispalense, como los movimientos que se dieron en varios lugares de Andalucía, dan a entender que también en la España tardofranquista, y en concreto en su subdesarrollado sur, se participaba de una sensibilidad muy afín a la que vivían los jóvenes de Europa y Estados Unidos.

Así lo cree Alberto Carrillo, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla, quien recuerda que «en algunas cosas, Andalucía se adelanta al Mayo francés. Desde febrero del 68 hay ocupaciones de espacios públicos por parte de estudiantes sevillanos, como los que habrá en Francia», explica. «Además, los movimientos por la libertad de expresión que empezaron a darse en Estados Unidos desde el 64 van llegando a esta parte del mundo. Y en el mismo mes de mayo, entre la propaganda que repartían los estudiantes se veían traducciones literales de las consignas que circulaban por París apenas ocho o diez días antes, lo que no deja de sorprender tantos años antes de internet y del Whatsapp».

De hecho, el 4 de mayo de 1968 hay un intento de ocupación del rectorado de la Universidad de Sevilla en protesta contra los expedientes abiertos a 23 estudiantes expulsados a perpetuidad. Pero cuando empezará a notarse más claramente «será después del verano, cuando la inauguración en octubre del curso académico 68-69 va acompañada en Sevilla de lanzamiento de huevos, tomates y bombas fétidas», apunta Carrillo.

Nada, claro, fue idéntico a las barricadas del barrio Latino o los conciertos de Joan Baez y Bob Dylan, pero en la Universidad de Granada los jóvenes aclamaban a Paco Ibáñez –a punto estaba de proclamarse el Manifiesto Canción del Sur con Carlos Cano y Juan de Loxa– y los textos situacionistas circulaban de mano en mano, antes incluso de que París acaparara la atención de todo el orbe. Incluso uno de los popes de esta corriente, Guy Debord, llegó a alquilar un piso en Sevilla, ya entrados los 80.

«La canción que los estudiantes de Sevilla cantan en las sentadas es el Gaudeamus Igitur», prosigue el profesor, «pero son muchos los cantautores que reproducen las canciones americanas y francesas del momento. La música tiene un poder no solo de crítica, sino también de cohesión de grupo».

Claro que no todo era canción protesta en la capital del Guadalquivir. A resultas de la separación del grupo Gong, nace la banda Smash, impulsada por el mánager Gonzalo García Pelayo primero y luego por el buen olfato de Ricardo Pachón. «Hablar del 68 es hablar de unos jóvenes que no han vivido la Guerra Civil, que llevan el pelo largo y viven la cultura de otra manera», comenta Carrillo. «No olvidemos que Gualberto García, que tocará el sitar en Smash, un año antes había estado en Woodstock, escuchando a Jimi Hendrix. Toda esa levadura va a producir un movimiento muy importante, que se enriquecerá posteriormente con Lole y Manuel, Triana, Imán, etcétera».

No solo la música se vio sacudida por los movimientos telúricos procedentes de Francia y California. En medio de un panorama en el que seguía imperando la censura, figuras como el crítico de arte de La Puebla de Cazalla, José María Moreno Galván participaba el 17 de mayo del 68 en un acto de apoyo a los estudiantes españoles y franceses en la Facultad de Políticas y Económicas de Madrid, mientras que un sevillano como Luis Gordillo, que había conocido el París de los años 50, trataba de aportar aire fresco a la anquilosada escena plástica española. Y aunque en el ámbito de la poesía no hubo ningún andaluz en la nómina de los célebres Nueve novísimos, la efervescencia litreraria del momento no iba a tardar en manifestarse.

«Mayo del 68», concluye Alberto Carrillo, «tuvo un eco en la cultura, pero sobre todo en la cultura política: supuso al final una ruptura con la vieja izquierda, y la superación de ésta por una nueva, alejada del comunismo tradicional».