La historia reciente de Morón de la Frontera está ligada indiscutiblemente a la base aérea, cuyo uso comparten España y Estados Unidos. Asentada en el término municipal de Arahal, aunque con el nombre de Morón de la Frontera, la base aérea arraiga fuertes vínculos con la ciudad del gallo. De hecho, en la instalación militar la historia se siente por cada uno de los rincones que componen la base, fundada hace casi 78 años. Corría 1940 y el comandante Julio Salvador Díaz-Benjumea, conocido como Mirlo, –una de las tres aves de la aviación de combate española que constituyen el escudo del Ala 11– elige esta localidad para asentar la nueva escuela de pilotos.
El verdadero origen de la base parece incierto puesto que son distintos los datos que han llegado hasta el día de hoy. Sin embargo, según la tradición y algunos documentos escritos, en el verano de 1940 y coincidiendo con un curso de vuelo que estaba impartiendo en Tablada a los futuros profesores de la Escuela de Caza, el comandante Salvador Díaz-Benjumea, tomó tierra en un llano llamado El Hornillo, que a su juicio reunía las condiciones idóneas para una escuela de pilotos: amplia superficie, relativa proximidad a Sevilla, buena climatología para realizar las prácticas de vuelo durante las diferentes épocas del año y amplios sembrados donde hacer una toma eventual sin romper el avión.
Precisamente esta zona de la provincia de Sevilla ya había sido utilizada ocasionalmente en el puente aéreo desde Marruecos por imposibilidad de hacerlo en Tablada debido al denso puente aéreo y la cercanía con Jerez.
Este lugar, lindando con Morón, Arahal, Alcalá de Guadaíra y Utrera, fue elegido por el comandante para «su escuela de cazas». Comenzaron poco después las obras de esta instalación, cuyo terreno pertenecía al cortijo Juanito Borrero, propiedad de Epifanio Sánchez Pastor, quien al igual que muchos parcelistas «quiso aprovechar la situación y calificó su propiedad como de regadío para que tuviese más valor y, por ende, conseguir unas mejores condiciones», relata el cronista de Morón de la Frontera, Juan José García López. Aparecieron sorpresivamente cientos de mangueras de riego pero los ingenieros militares «descubrieron que la zona era tierra de secano».
Aunque en un primer momento su denominación fue Aeródromo Militar Capitán Vázquez Sagastizábal, apenas un año más tarde, las instalaciones fueron definitivamente conocidas con el nombre que ha permanecido hasta la actualidad Base Aérea de Morón de la Frontera, simplemente por afinidad vecinal, ya que los primeros militares profesionales comenzaron a ocupar «diferentes dependencias para residencia y locales vacíos en la calle Marchena para el parque móvil», señala el cronista de Morón.
Lo que era un amplio terreno de campo se iba convirtiendo a ojos de los vecinos en una gran instalación, aumentando la presencia militar con el consiguiente «revuelo juvenil con recuerdos como el desfile de los soldados en la misa de once en la iglesia mayor, a toque de cornetín, y su peculiar sonido de las botas contra las piedras de la calzada».
En aquel momento supuso «gran cantidad de empleo» para las localidades limítrofes. Precisamente, Juan José García López, quien trabajaba como aprendiz de carpintero, fue a armar un barracón recordando que «aquello era el campo y no había ni pista donde aterrizar los pedros, que eran unas aeronaves con lonas».
Al año siguiente de su construcción comenzó a funcionar como campo de aviación militar y fue utilizada para albergar la escuela de caza del ejército español.
Por su lado, las negociaciones para instalar bases americanas en España, conocido como los pactos de Madrid, se realizaron entre 1951 y 1953, concluyendo con tres bases aéreas, entre las que se encontraba Morón y una naval en Rota. En 1991 la fuerza aérea de EEUU se retira de Torrejón y Zaragoza, aunque permanece su presencia en Morón y en Rota. La construcción entre los años 40 y 50 de la ampliación para albergar a las fuerzas estadounidenses supuso un importante impulso económico.
Según las crónicas «parecía que corría mucha prisa y había miles de personas trabajando. En esa época se absorbe el paro de toda la comarca, pasando un camión a recoger trabajadores de la zona para trabajar en la base». Este medio de transporte llamado la ballena pasaba diariamente por los municipio camino a las obras de esta nueva instalación moronense.
Según García López, el convenio americano aumentó la presencia de militares españoles «lo que tuvo como consecuencia el aumento de población en la localidad realizándose diferentes barriadas para acoger a los oficiales y suboficiales, entre otros».
Se construye una mini-ciudad americana dentro del complejo con iglesia, restaurantes, supermercados, bolera, y hasta discoteca. Sin embargo en Morón, «no se nota tanto la influencia americana como en Rota, donde los militares viven en los diferentes barrios».
Posiblemente la distancia sea uno de los factores de este vínculo menos arraigado que la base gaditana. En total son 15 kilómetros lo que separan la puerta del recinto y las primeras viviendas de la Alameda II en Morón de la Frontera. Además, en los años de su asentamiento, Morón carecía de agua potable y «el alcalde no se la garantizaba por lo que optaron por habitar en otras poblaciones», explica García López, quien sostiene que esto motivó que los militares americanos vivieran en otras poblaciones.
El flamenco, desconocido para muchos americanos, vivió una época de esplendor gracias a las fiestas flamencas que se organizaban. Precisamente hoy día se atesora un importante archivo gracias a las grabaciones y las fotografías realizadas por los militares. La cultura traspasaba también barreras con la música americana. Jimmy Hendrix o Bob Dylan eran artistas desconocidos en el municipio hasta la llegada de los americanos.
Por aquella época, la presencia militar en la base era muy numerosa (casi 3.000 personas entre militares y civiles), llegando a su punto álgido en los años 80, para ir decreciendo paulatinamente conforme a las políticas de personal derivada de los diferentes acuerdos. Conocida es la implicación de las autoridades americanas por los problemas de la ciudad, llegando a ser puntual la ayuda humanitaria o las labores de trabajo social que llegan hasta ahora con el apoyo a diferentes asociaciones.
En junio de 2015 el Gobierno español firmó un acuerdo con Estados Unidos por la que la presencia militar norteamericana en la base pasaba a ser permanente, permitiendo además la instalación de una base para posibles intervenciones militares en África, y una presencia de hasta 2.200 militares y 500 civiles norteamericanos, así como el estacionamiento de 26 aeronaves.
Actualmente, bajo el mando de Carlos Pérez Martínez realizan sus funciones unos 1.500 militares profesionales y más de 100 civiles empleados por el Ejército del Aire, hombres y mujeres que se reparten entre los cinco grupos que componen la unidad.
Referente militar, aún mantiene inalterable el espíritu de su fundador: tener una de las mejores escuelas de pilotos militares. Prueba de ello es que sigue siendo protagonista de la evolución tecnológica con eventos punteros como la incorporación en 2004 del Eurofighter, avión más moderno y «punta de lanza del ejército español».