Crearemos campos de concentración para vagos y maleantes, para políticos, para masones y judíos, para los enemigos de la patria, el pan y la justicia. En territorio nacional no puede quedar ni un judío, ni un masón, ni un rojo. Este titular –hoy día impublicable por su extensión, más que nada– del diario gaditano Águila deja bien a las claras las intenciones –y la amplitud de perfiles por los que uno podía ir a parar allí– con las que fueron creados unos lugares de trabajo en régimen de esclavitud pero también de regeneración.

Campamentos, depósitos, colonias o como se les quiera denominar que desde el golpe de Estado de julio del año 1936, que tuvo en Sevilla un protagonismo muy destacado, hasta bien entrada la década de los setenta aparecieron por toda la geografía española –se calcula que en un número cercano a 180–, la mayoría de ellos, eso sí, en el periodo hasta 1947.

Y la provincia hispalense no fue ajena a esta realidad, más bien al contrario: la labor de investigación de historiadores y que aglutina sobre todo el grupo RMHSA (Recuperando la Memoria de la Historia Social de Andalucía) ha identificado y localizado de momento nada menos que una veintena de lugares de represión, los que figuran en el mapa anexo.

De hecho, en marzo de este año la Dirección General de la Memoria Democrática de la Junta de Andalucía aprobó la declaración como Lugar de Memoria Histórica de Andalucía de trece de las propuestas que presentó el citado grupo de trabajo, entre las que se hallan nueve sitios de Sevilla, a saber: Cortijo Gambogaz (Camas), La Gañanía o El Puntal (Isla Mayor), El Colector (Heliópolis, en la capital), La Corchuela, Los Merinales y el lugar de fusilamiento del km.4 de la A-8032, hito conocido como El Barranco (estos tres en Dos Hermanas), El Arenoso (Los Palacios, también se suele ubicar en Dos Hermanas), Las Arenas (La Algaba) y Torre del Águila (Utrera).

Tipología de lugares

Estos nueve, junto con otros once, conforman una aproximación a los espacios de la provincia que fueron escenario de trabajos forzados, ya sea como campos de concentración propiamente dichos, como depósitos de presos dependientes de estos (lugares próximos que facilitaban el traslado de unos a otros) o como campos o sitios donde se ubicaron batallones de trabajadores, esto es, unidades de soldados que realizaron obras no sólo estrictamente militares. De esta última tipología, en Sevilla se ha identificado Oromana (Alcalá de Guadaíra), aún sin señalizar dada la poca documentación encontrada, y la Dehesa Matallana (Lora del Río).

Esta veintena de lugares conforman lo que los historiadores Lola Martínez y José Luis Gutiérrez califican como «una corona de espinas y acero» que terminó por rodear Sevilla en el clarificador artículo El trabajo esclavo de los presos políticos del Franquismo en Andalucía.

Un texto donde se explica que «desde el mismo verano de 1936 comenzó a construirse un sistema esclavista, que fue perfeccionándose hasta alcanzar su máxima expresión con la creación del Patronato Nacional para la Redención de Penas por el Trabajo (PRPT), y que duró largos años bajo diversas modalidades». Obras como fortificaciones militares, recogida de cosechas, arreglos de calles y trabajos públicos y privados en general componen el legado de este sistema con el que se venía, por un lado, a intentar paliar los elevados costes que generaba el ingente y creciente número de recluidos en las cárceles; por otro, a contrarrestar la escasez de mano de obra y la consecuente paralización de la economía.

El campo de concentración que inauguró su puesta en marcha en Sevilla fue el que la Delegación de Orden Público instaló en octubre de 1936 en el Cortijo Caballero de Guillena, que apenas funcionó hasta finales de noviembre y donde estuvieron más de 170 presos, tanto hombres como mujeres, si bien no se tiene muy claro a qué labor se dedicaron.

Más presos en Las Arenas

En cambio, en el muy cercano Cortijo Las Arenas –este se suele ubicar en La Algaba– sí se conoce que más de 250 presos gubernativos se afanaron en diversas obras hidráulicas para los poblados de colonización que acompañaron a la puesta en funcionamiento del canal del Viar. Unas obras que se paralizaron en 1938, si bien este campo estuvo activo hasta principios de los cincuenta.

Durante 1937 se pusieron en marcha otros tres campos de concentración. De uno de ellos, sin embargo, no se sabe demasiado en cuanto a los trabajos realizados (y por ello no figura en el listado), apenas se conoce que se hallaba en las cercanías del cauce del Guadaíra, próximo a la venta de Antequera: es el denominado de Los Remedios, donde hubo en torno a 300 presos gubernativos o procedentes de las condenas de la Ley de Vagos y Maleantes que las autoridades republicanas habían dictado en el año 1932. Por cierto, otro campo que aún no está muy documentado habría estado situado en El Ronquillo.

También a lo largo de 1937 se gestó el único campo ubicado en el término municipal de Sevilla capital, el conocido como El Colector, sito en Heliópolis, en concreto en un terraplén de la margen del río, donde 300 presos trabajaron durante medio año para construir el colector que dio nombre al campo, a las órdenes de la empresa Entrecanales y Távora.

Otro cortijo, el de Gambogaz (en el término municipal de Camas), acogió a detenidos para labores diversas. Se cuenta que Sevilla le regaló esta finca al general Queipo de Llano, aunque no hay ninguna documentación que lo demuestre. También ha sido objeto de rumorología sin contrastar el campo de Casariche, pues algunos sostienen que su piscina municipal fue cavada a pico y pala por presos de guerra a las órdenes del comandante Rafael Martínez, pero hay discrepancias al respecto.

Cerraremos este repaso haciendo mención de los tres campos de concentración ubicados en Dos Hermanas (La Corchuela, El Arenoso y Los Merinales), todos ellos ligados a la construcción del ahora señalizado Canal de los Presos, en concreto al tramo sexto del conducto. El que estuvo abierto más tiempo fue Los Merinales, pues de hecho albergó a presos comunes una vez concluyeron las actuaciones en el canal y fue el último de España en cerrar en 1962.