Ángel Jiménez: el tiempo de los toreros

El novillero ecijano ha logrado renacer a la profesión en las dos últimas temporadas apoyado en la fe de dos apoderados providenciales. Las plazas de Madrid y Sevilla se han convertido en el trampolín de esta oportunidad vital que está dando sus frutos

02 ago 2018 / 17:21 h - Actualizado: 03 ago 2018 / 10:01 h.
  • El paisaje de tejados, torres y espadañas arropa esta imagen crespuscular del novillero Ángel Jiménez. / Foto: Jaime Ruiz Pigne
    El paisaje de tejados, torres y espadañas arropa esta imagen crespuscular del novillero Ángel Jiménez. / Foto: Jaime Ruiz Pigne

Dicen que los trenes sólo pasan una vez. Ángel Jiménez (Écija, 1992) ha tenido que esperar para subirse al vagón de su vida cuando su carrera parecía orillada en la cuneta. La entrada en escena de Enrique Peña y José Luis Moreno dio una vuelta a esa situación sin retorno. Había que partir de cero...

—Estamos hablando de una resurrección taurina casi impensable hace dos años.

—Ha habido años en los que ni siquiera me he vestido de torero y era complicado alcanzar, como el año pasado, una temporada de once festejos. Siempre había toreado novilladas sueltas, tres o cuatro en la temporada. Todas las expectativas se pusieron en Madrid y a partir de ahí intentar ponerme en el circuito. Así ha sido.

—También hay que recordar el novillo de Partido de Resina que le salió en Sevilla.

—También era una apuesta, con una novillada y un encaste peculiar. Esa fue otra de las faenas que marcó la campaña. Le pude pegar al novillo quince muletazos a gusto que permitieron que la gente viera mi concepto y mi forma pero, sobre todo, que calibraran mis ganas e ilusión por ser torero.

—Más allá de lo que dijera la gente suponía un triunfo interior, decir aquí estoy.

—Así es, sobre todo para saber que los años no habían pasado en balde. Yo no tenía a nadie, ni siquiera para averiguarme un tentadero y volví a Sevilla y Madrid con otra madurez, consciente de las pocas oportunidades que se presentan y la necesidad de dar el paso para estar al nivel que demandan esas plazas y esos públicos.

—La llegada de Enrique Peña y José Luis Moreno marcó un antes y un después.

—Eran varios años casi quitado de esto y confiaron en mí. No era fácil pero quemaron todos sus cartuchos para ponerme en Madrid y Sevilla.

—En Sevilla ha pasado como el mejor novillero de 2018.

—Era una de mis metas. Tenía que pegar un toque de atención aunque a lo mejor faltó cortar más orejas.

—Fue una tarde de argumentos y hasta con un gesto: matar sin muleta al cuarto.

—Estuve toda la tarde muy entregado. Estaba mentalizado, era un día del Corpus, con una novillada buena... era consciente de la situación. Había que aprovecharla y entregarme al máximo. Hay días clave en los que hay que dar esos pasos y cuando tiré la muleta fue un impulso. Me lo dictó mi interior y no me lo pensé mucho.

—En San Miguel aún hay un cartel en blanco...

—Esperemos que cuenten conmigo. Sería una fecha fundamental para mí.

—La alternativa ya no puede ser una meta lejana.

—Me gusta vivir día a día y tarde a tarde pero sí, ya está en el pensamiento y me gustaría tomarla el año que viene en un sitio bonito.

—¿Podría ser en una plaza a 80 kilómetros de Écija?

—Jajajaa, ojalá.

—Y hablando de Écija, ahí está la plaza: abandonada.

—Es una pena. Yo voy a entrenar. La plaza la compró el pueblo de Écija a través de su ayuntamiento y está en el olvido. Y en Écija hay afición pero si la plaza está abandonada es como si no la tuviéramos. Vamos para atrás.

Eso nos lleva al caso de las novilladas picadas. Hay menos que nunca en la historia.

—Es muy complicado torear seguido. Yo he tenido la suerte de salir en Francia, Sevilla y Madrid. Si no, es imposible. Pero algunos compañeros tienen que acudir a esas plazas sin curtir.

—Hay que hablar de concepto y de forma pero también de capacidad, ambición...

—Yo no he salido nunca de mi concepto pero sí me entrego más. Cuando eres más joven no eres consciente de algunas cosas. Hoy cuesta mucho trabajo vestirse de torero y es importante ser sincero contigo mismo. Si hay que hacer esfuerzos se hacen.

—Esa honestidad interior es fundamental para un torero.

—Las cosas no siempre son culpa del toro o de tu exterior. A veces tienes que mirarte en el espejo y saber por qué pasan las cosas. Tienes que ser realista, apretarte las tuercas y trazarte tu propio camino. Al fin y al cabo te vas dando cuenta de que las cosas se pueden conseguir poniendo el corazón.

—Ser sincero con uno mismo es el primer triunfo.

—Si te conformas y echas los balones fuera no consigues nada. Hay novilladas imposibles pero tú sabes cuándo te has puesto de verdad. Por eso esta profesión tiene este misterio y es tan grandiosa. Si algo saco de bueno en estos años es que he sabido ver mis errores y poquito a poco voy aprendiendo de ellos.