Como el sombrero de un picador

El Juli enseñó sus galones de gran figura en solitario y cortó la única oreja de un pésimo espectáculo empapado en la lluvia que no cesó desde el primer al último toro

28 abr 2017 / 00:13 h - Actualizado: 28 abr 2017 / 00:23 h.
"Real Maestranza","Feria de Abril 2017"
  • Torero desplante de Julián López ‘El Juli’, único torero de la terna de ayer que salió responsabilizado y resuelto a triunfar a pesar del mal juego de la corrida. / Fotos: José Manuel Vidal (Efe)
    Torero desplante de Julián López ‘El Juli’, único torero de la terna de ayer que salió responsabilizado y resuelto a triunfar a pesar del mal juego de la corrida. / Fotos: José Manuel Vidal (Efe)
  • Muletazo por bajo de Morante de la Puebla, que no tuvo su tarde.
    Muletazo por bajo de Morante de la Puebla, que no tuvo su tarde.
  • Al diestro extremeño, en un pase de pecho, aún le queda una tarde en la Feria.
    Al diestro extremeño, en un pase de pecho, aún le queda una tarde en la Feria.

Escribir de una corrida intuida entre los ojales que se abrían en el arrecife de paraguas es un empeño azaroso. Tomar cualquier nota zafándose de los chorros de agua que buscan el camino más corto para calar el último hueso lo es aún más. En el siglo de las comodidades cabe preguntarse qué sentido tiene celebrar -desde el primer hasta el último toro- un espectáculo que no puede ser tal. No fue un chaparrón, ni siquiera una lluvia más o menos intermitente. La tarde metida en agua puso mucho de su parte para reventar una corrida en la que casi nunca hubo toros y en la que sólo se percibió un único matador resuelto para caminar sobre las aguas, si se permite la licencia bíblica.

Pero con o sin la oreja que cortó El Juli, la corrida fue un auténtico fiasco. El agua, el petardo cósmico de los demandados, codiciados y cotizados toros de Garcigrande y hasta la expectación defraudada -se había puesto el cartel de no hay billetes- se encargaron de dar al traste con la corrida estrella de este ciclo continuado de festejos abrileños que hoy continúa con perspectivas de nuevos y nutridos chaparrones.

Pero tenemos que agarrarnos, no nos queda otra, al único clavo ardiendo. Fue esa actuación global de un Juli responsabilizado y responsable. La plaza se había llenado; habían decidido tirar para delante a pesar de las aguas y las nubes y sólo cabía arrimarse y dar lo mejor de cada uno. Así lo entendió el madrileño en sus dos toros, en todos los tercios, con el capote y la muleta... aunque el acople definitivo sólo llegó con ese quinto -esta feria va de quintos toros que salvan encierros completos- al que cuajó de cabo a rabo manejando el percal antes de plantarle cara con la pañosa. Julián gustó y se gustó toreando a la verónica, improvisando remates, cordobinas, medias hondas... se le notó agusto en la lidia y con ganas de recuperar el tiempo perdido en una plaza que le ha dado mucho y a la que, ojo, también ha entregado tanto. Con ese plan, instrumentó una faena variada de terrenos y algo deslavazada en la estrucuctura la que primó la hondura sobre la estética. El Juli se sintió al natural; se abandonó en las luquecinas y se sintió siempre agusto en la cara de un toro al que mató pronto y hasta bien. Y cayó la oreja...

Pero Julián también había salido dispuesto a arrear con el segundo de la tarde cuando las perspectivas de algún clarito habían empezado a alejarse sin remedio. Ese animal también le permitió lucirse con el capote, engaño con el que el joven maestro se siente realmente artista. Los lances naturales o a capote vuelto -llámenle cordobinas si quieren- tuvieron el don de la cadencia y el temple y arrancaron los primeros oles de una tarde en la que era tan difícil aplaudir sin soltar los paraguas. El Juli se sintió dueño de la escena, amplificando una quietud con el toro suelto que prendió en el canonizable y empapado público de Sevilla. Pero ese aire rajado -el toro se abría en los embroques- no tendría continuidad en la muleta. El Juli le sacó un puñado de naturales; le aguantó algún mal modo y anduvo por encima de sus dificultades. No les podemos contar mucho más.

¿Qué podemos recordarles de Morante y Talavante? Dejémoslo en que no tuvieron su tarde aunque tampoco sortearon los menos malos del pésimo encierro de Garcigrande. El diestro de La Puebla dejó apuntes y esbozos con el primero del naufragio, un animal prematuramente desinflado con el que sólo cupo la receta de la brevedad. Cuando salió el cuarto pesaba la tarde y empapaba el agua y Morante supo muy pronto que aquello era una pérdida de tiempo. Le dieron fuerte y flojo en el caballo y el cigarrero andaba loco por encontrar algún hueco para dejar la espada. No desesperen: aún le quedan dos en la Feria.

Una de ellas, con toros de Núñez del Cuvillo, será con Alejandro Talavante que no se dio ninguna coba -y bien que se le agradeció- con el pésimo ejemplar que cerró la tarde. Con el tercero quiso más: llegó a templarse con el pitón derecho pero unas cuantas coladas por el lado contrario acabaron por enfriar los entusiasmos. Para qué vamos a andarnos con historias. El de Badajoz pasó como una sombra de sí mismo. Ahí al lado tienen el avance del cartel de esta tarde. Preparen los paraguas.

FICHA TÉCNICA

Plaza de la Real Maestranza
Ganado:
Se lidiaron seis toros de Garcigrande y Domingo Hernández (segundo, cuarto y sexto), que estuvieron bien presentados. El decepcionante tono del encierro se salvó a medias con la nobleza del quinto. No sirvieron para nada cuarto y sexto; se desinfló en nada el primero; resultó áspero el segundo y el tercero se dejó sin demasiado brillo por el derecho.
Matadores: Morante d e la Puebla, de ocre y azabache, silencio y pitos
Julián López El Juli, de azul de Prusia y oro, ovación y oreja tras aviso.
Alejandro Talavante, de pizarra y oro, silencio en ambos.
Incidencias: La plaza se llenó hasta la bandera en una tarde desapacible en la que no dejó de llover desde el paseíllo hasta el arrastre del último toro. Destacó con los palos Juan José Trujillo y brilló a caballo el picador Chocolate, de la cuadrilla de Alejandro Talavante.