A falta de un cartel de campanillas; otro de meras circunstancias y el esperado duelo al sol de Escribano y Pepe Moral comienza a cundir la sensación de que el pescado está vendido. La Feria encara su irremisible final pero los antiguos siempre lo advirtieron: hasta el rabo todo es toro... Y hablando de toros, ayer se lidió la esperada corrida de Jandilla que gustó por sus hechuras, interesó siempre por sus principios y acabó decepcionando por sus finales. La mayor parte de las reses acabaron viniéndose abajo estrepitosamente después de enseñar embestidas ilusionantes en la brega y los capotes de las cuadrillas. ¿Será efecto del traído y llevado invierno demorado? Cosas del campo...

Sí hubo uno, el que hizo segundo, que sirvió para volver a contemplar a un Juli en plena forma -recibido con una ovación de gala después de romperse el paseíllo- que se encontró con un Roca en plan gallito. El paladín peruano se hizo presente en el quite captando la atención con ese combo de lances que alternan los cites de frente y por detrás. El Juli no le consintió la osadía y replicó con otro mejor todavía en el que hubo dos chicuelinas, una cordobina casi imposible y una media de primor. Las palmas echaban humo. Hay que recordar que el maestro madrileño es prácticamente el único senador del toreo contemporáneo que ha aceptado el envite de los jóvenes siguiendo la ley de Gallito...

El toro se descolgó en la lidia y don Julián, apercibido de su calidad, no dudó en brindarlo al personal mientras seguía arreando el viento. Le costó más de la cuenta cogerle el aire pero después de un largo sobo la faena rompió en una excepcional serie a izquierdas en las que trufó naturales plenos de cadencia y relajo que deberían marcar el camino a seguir. Arrancó Suspiros de España y una nueva y larguísima tanda de muletazos zurdos antes de que la faena alcanzara su mayor calado en un mazo de redondos. A partir de ahí el toro pidió la cuenta y el trasteo entró en un extraño limbo que Julián arregló con unos bellos ayudados. La espada cayó baja pero la gente pidió con fuerza una oreja que el presidente Fernández Figueroa se emperró en no conceder. El día antes, con una petición más feble y una faena de menor rotundidad se había concedido otro trofeo. La disparidad de criterios en el palco necesita ser revisada. La gente se enfadó. El cliente tiene razón...

El Juli dio la vuelta entre clamores sabiéndose triunfador virtual de la Feria de Abril. Pero aún le quedaba un toro para desquitarse, el quinto, que repitió idéntico patrón que la mayoría de sus hermanos: el buen galope en banderillas, la humillación y la codicia en los capotes de los hombres de plata se pararon en seco cuando el diestro madrileño cogió la muleta. Ahí se había acabado su Feria. Que le quiten lo bailado.

También se despedía de Abril -se le espera también en septiembre- el ambicioso y prometedor pretendiente limeño Andrés Roca Rey. Como tantos aficionados, el joven matador peruano se enamoró de la embestida boyante y descolgada de ese tercero al que recibió a portagayola. Domínguez le enseñó sus bondades pero el bicho, después de que los clarines tocaran a muerte, cambió por completó frustrando los esfuerzos de Roca, que instrumentó una faena de más a menos que nunca llegó a brillar. En esa tesitura, había que quemar el último cartucho, saliera como saliera. Fue un sexto de aire noble y fondo manso que nos engañó por completo. El toro respondió al fulgurante inicio de faena saliendo de naja. El torero lo persiguió por toda la plaza hasta meterlo en la canasta en una labor entregada y hasta imaginativa en la que todo lo puso el torero. Si la espada hubiera funcionado, hasta habría optado a premio. En cualquier caso, Roca Rey sale de sevilla cotizando al alza.

Y otro que se despedía: Antonio Ferrera. El matador extremeño había sido incluído en la cartelería con vitola de triunfador pero concluyó su particular gala abrileña con escasas opciones de triunfo. El primero amagaba y desparramaba la vista antes de embestir en la muleta del torero pacense que se fue a por la espada después de comprobar que también se acostaba por el izquierdo. Hizo un esfuerzo con el remiso y espeso cuarto, al que arrancó algún muletazo de mérito. Otra vez será.