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El río Manzanares pasa por Badajoz

El repaso. Los nombres de Antonio Ferrera, Alejandro Talavante, y muy especialmente, el del joven Ginés Marín han marcado positivamente la primera mitad del largo serial isidril que ya ha rebasado su ecuador

28 may 2017 / 08:43 h - Actualizado: 28 may 2017 / 20:56 h.
"Toros"
  • El río Manzanares pasa por Badajoz
  • Ferrera ha vuelto a enseñar los quilates de su toreo en la plaza de Las Ventas.
    Ferrera ha vuelto a enseñar los quilates de su toreo en la plaza de Las Ventas.
  • Talavante cuajó una gran faena en la accidenta corrida de la Prensa.
    Talavante cuajó una gran faena en la accidenta corrida de la Prensa.

sevilla

{San Isidro dobla su propio ecuador. El interminable serial taurino madrileño se dispone a afrontar su segunda mitad con algunas cosas -no demasiadas- que contar. El desaliento ya había empezado a cundir entre el variopinto público que se da cita cada tarde en el embudo de Las Ventas cuando, por fin, se abrió la puerta grande. La abrió Ginés Marín en olor de multitud, de forma inapelable y mereciendo esa rara unanimidad que le coloca como figura en ciernes. Hace 25 años sería el hombre de moda pero el toreo, y la propia sociedad, caminan ahora por otras sendas. En cualquier caso, Marín supo aprovechar la oportunidad de oro que se le presentaba enhebrándose a la perfección a la importancia de un toro de Alcurrucén con el que se mostró fresco, resolutivo, imaginativo... siempre torero. El jovencísimo diestro pacense ya es por derecho propio el gran triunfador de San Isidro uniendo su nombre al de otros dos toreros de Badajoz –Ferrera y Talavante– que han marcado el guión de la isidrada. La reveladora actuación de Marín fue la guinda de una corrida cargada de contenido y con su propio argumento. El Juli confirmaba la alternativa de dos toreros futuribles. El maestro madrileño, medido con lupa por el público, cuajó una completa actuación que le habría franqueado la puerta grande si hubiera redondeado con la espada. Álvaro Lorenzo, el otro confirmante, también mostró sus grandes posibilidades. Se había roto, por fin, el maleficio.

Pero hay que seguir dando vueltas a la moviola. Castella volvió a encontrarse con un toro de vuelta al ruedo, marcado con el hierro de Jandilla y llamado Hebreo con el que estuvo bien; seguramente muy bien. Pero el animal, posiblemente el mejor que ha saltado al ruedo de Las Ventas en la isidrada, era de auténtica revolución. A Castella le pidieron una oreja; la espada le privó de la segunda aunque nunca se sabe que podría haber pasado... Pero los Domecq Noguera –recordemos el excelente encierro que lidiaron en Sevilla– iban a embarcar en el mismo envío otro ejemplar de nota alta con el que López Simón se perdió en un trasteo intrascendente que ha terminado de encender las alarmas sobre su auténtica dimensión taurina. En ese mismo festejo se despidió del público madrileño Francisco Rivera Ordóñez sin mayor pena ni gloria y evidenciando que el adiós no puede demorarse mucho más.

Un día antes se había producido la comentada salida a hombros de Ginés Marín y el miércoles se lidió la estupenda corrida de Núñez del Cuvillo en la que sobresalió un lote de campanillas que cayó en manos de Talavante que cortó una oreja después de sufrir una cornada –afortunadamente superficial– del encastado quinto. ¿Pasó los límites el extremeño? ¿tiró realmente la moneda más allá de su indiscutible virtuosismo? Esos dos toros demandaban cierto plus que, esta vez, no cruzó. Falto ese algo más que, un año antes, sí había mostrado en idéntico escenario. Ese mismo día había abierto cartel el francés Juan Bautista que trufó buenos momentos sin terminar de redondear una actuación convincente. Pero la duda mas hermosa era calibrar las reacciones del público de Madrid con el más serio aspirante a primera figura. Hablamos de Roca Rey, al que no dejaron ni colocarse. El agrio y durísimo comportamiento de los sectores más intransigentes del público venteño venía a certificar su rango de figura algo que, en Madrid y por mayo, resulta difícil de perdonar.

Seguimos descendiendo por el calendario para encontrar otro festejo, el del martes, que volvió a pesar como una losa. El cartel anunciaba a un Daniel Luque en el momento más complicado de su carrera junto a dos valientes a carta cabal como Fortes y Juan Leal. Pero el encierro de Fraile Mazas, remendado con un sobrero de Adelaida Rodríguez, no sirvió ni a uno ni a otros. Luque consumió su única actuación en San Isidro sin lograr salir del ostracismo en el que navega y sus compañeros hicieron lo único que cabía hacer: arrimarse sin contemplaciones. Esa segunda semana completa de toros había comenzado con la habitual novillada. El encierro del Montecillo no fue apto para demasiadas florituras pero el colombiano Jesús Enrique Colombo, que se entregó sin fisuras, sí mereció la oreja que el público pidió con unanimidad. Ojo al chaval. Esa misma tarde se anunciaban dos sevillanos para despedirse del público madrileño como novilleros. Hablamos de Rafa Serna y Pablo Aguado, que en pocas fechas volverán a actuar juntos en la plaza de Sevilla en un atractivo mano a mano en la tarde del Corpus. Volverán a Sevilla en septiembre pero será para convertirse en matadores de toros en días consecutivos. Serna y Aguado volvían a Las Ventas con cierta vitola pero entre unas cosas y otras se marcharon de vacío. El primero sorteó el peor lote y el segundo, siempre entregado, no terminó de cogerle el aire a mejor ejemplar del envío de Paco Medina al que sí cuajó con el capote. Seguiremos muy pendientes de ellos.

De los once días anteriores ya les hemos hablado pero no está de más volver a hacer un repaso recordando que Antonio Ferrera volvió a enseñar su excelente momento confirmando que es un torero a seguir. Ya lo enseñó en Sevilla pero ese despliegue en los tres tercios; la cualidad de restaurar el arte de torear como un tratado de armonía o ese envidiable estado de gracia que le permite crear y expresarse con todo tipo de toros también se ha visto en Madrid. Y, como pasó en estos lares, las orejas no sirven para contar lo que pasó. Pero antes hay que consignar la gran faena de Talavante, luz en medio del túnel en el que se había convertido la corrida de la Prensa. ¿Qué pasó en esos diez días de toros? Pueden apuntar la ambición de un Garrido más macizo que en Sevilla; algunas orejas sin demasiado recorrido y otras que se dejaron sin conceder; la entrega volcánica de Fortes; la frescura de Román; la grave cornada de Jiménez –que estará listo para reaparecer en Nimés– y la complicada lesión de Galván; la cruz y la cara de David Mora; la ilusionante recuperación de Escribano... sí, también la enésima puerta grande de Ventura en la segunda jornada ecuestre y además una lista de ejemplares –muy pocos– de buena nota: apunten uno de Fuente Ymbro; un lote de Parladé; otro toro de Montalvo y uno de El Ventorillo... No podemos dejar de aludir a un público cambiante, de criterio errático que convierte la lidia en un auténtico gallinero y maneja a su antojo a la mayoría más silenciosa que, ésa es otra, cada vez cuenta con menos gente guapa en los tendidos. Madrid afronta su tercera semana de toros con un triunfador inapelable. Será difícil igualar la cumbre que ha marcado. Se lo contamos en siete días. ~