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El toreo se ‘enroca’ después de Bilbao

Andrés Roca Rey sigue liderando el agotado escalafón de los matadores de toros a la vez que manda en estadística. El torero peruano es el único que ha demostrado su fortaleza en las taquillas

30 ago 2018 / 07:00 h - Actualizado: 30 ago 2018 / 08:24 h.
  • El diestro peruano Andrés Roca Rey ya es el número uno de los matadores de toros por su ambición, regularidad en el triunfo y tirón taquillero. / Carlos Barba (Efe)
    El diestro peruano Andrés Roca Rey ya es el número uno de los matadores de toros por su ambición, regularidad en el triunfo y tirón taquillero. / Carlos Barba (Efe)
  • El toreo se ‘enroca’ después de Bilbao

Hace poco menos de un mes, en estas mismas páginas, nos atrevíamos a profetizar que sería la arena negruzca –y decadente– de Bilbao donde se sentenciaría el cetro de la campaña antes de la llegada de los meandros de septiembre. Pasada la Aste Nagusia –profetizábamos– el toreo tendría nuevo rey... Y lo tiene, con una Roca delante. El joven matador peruano Andrés Roca Rey ya es, indiscutiblemente, el nuevo número uno por regularidad, ambición, concepto, tirón taquillero, juventud, calidad y una asombrosa capacidad de crecimiento profesional que ha alejado aquel fantasma de las cogidas inoportunas y a destiempo.

Roca había llegado a Bilbao después de triunfar a golpe cantado en la feria de Almería. Fue una corrida de denso argumento interior que acarteló a tres reyes de la baraja –se anunciaba con Ponce y El Juli– que sacaron lo mejor de sí mismos escenificando, de alguna manera, tres épocas del toreo que permanecen rabiosamente vigentes. Llamó la atención el esfuerzo de Ponce con un durísimo ejemplar de Zalduendo que habría puesto a cavilar a muchos toreros.

A partir de ahí, en la clase alta del escalafón hay que seguir lamentando el flaco momento de Manzanares –levemente desperezado en Linares–, las cimas y las simas de Morante, que se explaya dónde y cuando quiere, o el inmenso cariño recogido por Padilla en su temporada del adiós que supera su inevitable decadencia profesional. Castella suma y sigue, instalado en el circuito sin despertar entusiasmo alguno. ¿Qué decir de Talavante? El faenón de Almería siguió a una de sus siestas y revaloriza su papel de cara al gesto o necesidad de estar en otoño en la plaza de Las Ventas. El azar le ha colocado en las corridas de Victoriano del Río y Adolfo Martín. Se juega mucho pero menos que Urdiales, resucitado después del faenón de Bilbao.

No nos olvidamos de Perera aunque echamos de menos ese sprint que suele arrancar en la yema del verano. Marín, joven cachorro instalado en las ferias, parece salir de la modorra. El triunfo de la feria de la Virgen del Mar le debe servir para afrontar con otro ánimo el compromiso madrileño.

Dejando aparte el número y la calidad de corridas toreadas, hay ganas de ver y calibrar a toreros como Aguado, Ortega, Cortés, Fortes, David de Miranda, Román... también a los más veteranos Emilio de Justo, Pepe Moral, Octavio Chacón o Paco Ureña. Algunos de ellos han entrado en el famoso bombo de Casas y tendrán una oportunidad de reivindicarse en la próxima feria de Otoño.

La conclusión de este análisis apresurado es clara: el agotamiento de la primera línea del escalafón demanda abrir ligeramente los carteles para propiciar una transición suave de una a otra generación taurina. El ser y estado de cada matador será la mejor criba, más allá de las miserias de un negocio que hace y deshace carteles de forma artificial y con visión cortoplacista. El toro lleva demasiado tiempo en manos de comisionistas que no tienen fe en el futuro de este hermoso mundo. Así le va.