En el escritorio de Joselito ‘El Gallo’

Ha sido la noticia taurina de la semana: Morante ha firmado el contrato de su vuelta al coso maestrante en el despacho que perteneció a Gallito. Ramón Valencia acudió a la cita y rubricó el documento pero aún no ha descartado verlo anunciado en primavera

04 dic 2017 / 22:47 h - Actualizado: 05 dic 2017 / 10:33 h.
"Toros","Observatorio taurino","Morante de la Puebla"
  • Firma del contrato entre Morante y la empresa Pagés. / Toromedia
    Firma del contrato entre Morante y la empresa Pagés. / Toromedia
  • Detalle del traje de luces de Rafa Serna. / Antonio Delgado-Roig
    Detalle del traje de luces de Rafa Serna. / Antonio Delgado-Roig

Morante convocó en su parnaso particular de las orillas del Guadalquivir al empresario Ramón Valencia. Se trataba de firmar el contrato de una vuelta -a la plaza de la Maestranza- que no es tal. Porque Morante, que sí cortó la temporada en la yema de agosto, no se ha ido de verdad. El diestro de La Puebla estuvo en Sevilla el último abril pero pretende dejarlo en blanco en 2018 para limitar su comparecencia maestrante a un único pase en la feria de San Miguel. Es lo que ha confirmado su flamante apoderado, el impar Manolo Lozano. Pero también es lo que tratará de evitar Valencia que, por si las moscas, ya ha rubricado el contrato septembrino en el escritorio que perteneció a Gallito aceptando el bolo de otoño, puntualiza, “por el momento”.


Operación Abril: el objetivo de la empresa Pagés

El empresario sabe que, hoy por hoy, necesita el nombre de Morante para dar fuste al ciclo abrileño. Nadie es imprescindible pero tampoco hay toreros con la vitola suficiente para poner en pie esos cuatro o cinco festejos que terminan de lustrar la cartelería. Valencia se ha prestado a la ‘performance’ morantista pero quemará todos los cartuchos posibles para verlo anunciado en primavera. San Miguel, hoy por hoy, es un puente demasiado lejano: hablamos de la tarde del 29 ó 30 de septiembre. Sería la última o la penúltima tarde del abono sevillano pero, de paso, también sería el colofón de la particular campaña del diestro cigarrero que, previsiblemente, cubrirá unas 25 tardes en las que persigue cuidar algunos detalles que se dejaron al aire en la etapa anterior y, por supuesto, revalorizar su caché. Mientras tanto aún hay quien asegura que los astros podrían alinearse para contemplar a José Tomás haciendo el paseíllo en la Maestranza en una fecha, la del Corpus, que viene dando tumbos desde hace demasiado tiempo. Soñar no cuesta nada pero cobra mayor verosimilitud la versión que situaría al madrileño en la feria del Caballo de Jerez y, ahora sí, mano a mano con Morante o con Padilla por delante en su gira del adiós. Ya veremos...


Otras cosas que se contaron esta semana

Ésa y otras cuestiones ocupaban las tertulias de toreros, taurinos y aficionados en el ágape que siguió a la tradicional eucaristía de fin de temporada que organiza la Hermandad del Baratillo. Se habló de la reaparición de Rafa Serna que, espantando cualquier superstición, empaquetó para Perú el preciosista vestido que le diseñó Ricardo Suárez para su alternativa sevillana. Ahora se trataba de confirmar en Lima, la Sevilla de América. Serna pudo, por fin, recibir los trastos del oficio de manos de José María Manzanares al que -cuentan- se le ha visto en ciertos tentaderos secretos muy bien amparado por el gran Paco Ojeda. ¿Está buscando el alicantino nuevos registros para su toreo? ¿Encontrará en el sanluqueño un camino más directo a la profundidad? Ojeda, por cierto, monta auténticos gazpachos al ganado campero. Lástima que el calendario marche ya en contra. Vamos recogiendo pero no podemos marcharnos sin recordar a Fina García-Figueras, incansable aficionada jerezana y nómada de este mundillo de las sedas y los oros. La conocí -el tiempo pasa- en aquel almuerzo inolvidable de la tribu ordoñista y desde entonces me distinguió con su afecto. Aquella comida se organizaba, a golpe de maletero y fiambrera, en el aparcamiento ajardinado del hotel Victoria, en el mediodía luminoso de las goyescas de Ronda. Pero no fue un festejo normal. De hecho, estuvo a punto de suspenderse. Manzanares, Espartaco y Litri daban alcurnia al cartel pero la peste equina había impedido subir al Tajo a la cuadra de picar. Antonio Ordóñez sustituyó los enganches por automóviles de época y los varilargueros encontraron por allí una yegua vieja que picó toda la corrida con aire y mamporros decimonónicos. Espartaco y Litri se marcharon a hombros y el viejo Manzanares -otro que se fue antes de tiempo- hizo el toreo. De eso hace casi treinta años. Descansa siempre en paz, Finita.