Enrique Ponce: casi tres décadas en figura

Reanudamos las páginas especiales de matadores –es la cuarta entrega- correspondientes a la temporada 2018 analizando el sorprendente caso del maestro valenciano, que ha mantenido un altísimo nivel de regularidad profesional y artística en su temporada número 29 como matador de toros

30 nov 2018 / 10:21 h - Actualizado: 30 nov 2018 / 11:40 h.
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Es un caso único en la historia. No tiene parangón. Ponce gana por la mano en la estadística, en el número de temporadas en la cumbre, en la cifra de toros estoqueados y también en la de los indultados, en la plazas holladas e inauguradas, en las alternativas concedidas, en la cantidad de hierros y encastes lidiados, en los retos superados... Esa cantada difícil facilidad ha podido ser su principal enemigo y el combustible que ha alimentado la caldera de sus más fieles detractores, que también los tiene. Todas las grandes figuras, de todas las épocas, los han tenido certificando que la grandeza de los hombres se mide por el rango de sus enemigos. Pero no toca hablar de ello ahora sino de tratar de desentrañar algunas de las claves que han vuelto a colocar al maestro valenciano en la primera fila de la temporada que se fue cuando su calendario personal empieza a apuntar al medio siglo de vida y a las tres décadas como matador.

Ambas circunstancias irán casi de la mano y parece que Ponce estaría acariciando esas dos fechas como nueva meta volante de una carrera a la que no se le adivina el final. Hace algunos años estuvo mucho más cerca. El diestro de Chiva sí contempló una retirada que se hizo visible en algunos gestos, como aquel vestido blanco de faja y corbatín rojos que lució en la feria de San Fermín de 2008. Pues ha pasado una década más en la que Enrique Ponce ha crecido como torero, ha evolucionado su concepto artístico y hasta se ha atrevido con algunas propuestas arriesgadas –caso del espectáculo ‘Crisol’ en la picassiana de Málaga o el smoking de Istres en 2016- que no han logrado la unanimidad ni de la crítica ni del público.

El tiempo pondrá cada cosa en su sitio. Nos interesa el Ponce de 2018, que ha sido capaz de mantenerse en los primeros puestos del escalafón sin dejar de acudir a casi todas las grandes ferias. Ponce está de vuelta, alejado de la pelea por un cetro que ya cedió a otros. A pesar de todo ha encontrado la espuela y la competencia en el gallo más joven del corral. Hablamos de Andrés Roca Rey, el matador que le ha sacado la raza, el afán por ser el mejor, por no dejarse ganar nunca la pelea. Habrá que hablar de ello...

Ponce ha cumplido 45 contratos entre las plazas españolas y francesas en la temporada 2018. Se sitúa en el quinto puesto del escalafón por debajo de Roca Rey, El Fandi, Manzanares y Juan José Padilla. El maestro de Chiva ha cortado un total de 49 orejas y tres rabos a las 94 reses que lidió. Es importante recalcar que de esos 45 festejos, 17 se cumplieron en plazas de primera categoría, en las que llegó a cortar 20 orejas. Otros quince tuvieron lugar en cosos de segunda, en los que lucró 29 trofeos.

El veterano diestro, que tampoco tuvo descanso en tierras americanas, comenzó su campaña en esta orilla acudiendo a la bombonera de Olivenza para llevarse tres orejas de una corrida de Victoriano del Río. Otras tres cayeron en Castellón, cuatro en dos tardes consecutivas en Valencia... Ponce, en plena forma, había encendido su propia traca y tampoco faltó un trofeo en la plaza de la Maestranza a la que ya acude con mayor relajo aunque siga resistiéndose ese recital definitivo que debe al público sevillano. El valenciano se marchó de nuevo a México a finales de abril retomando el hilo de la campaña española en Talavera de la Reina. Y de allí a Nimes, por Pentecostés, para cortar dos nuevas orejas a un ejemplar de Juan Pedro Domecq. También puntuó en Córdoba, otra de las plazas en la que se le ha visto en plenitud a lo largo de su carrera a pesar de la cicatería de los premios oficiales.

Enrique cumplió en los Madriles entre ovaciones y sumó un nuevo indulto a su inalcanzable lista de toros perdonados. Fue en Sanlúcar de Barrameda, con un toro de La Palmosilla. Pero, entre otras plazas de mayor o menor rango, el maestro de Chiva aún se llevó otros dos trofeos en Badajoz por San Pedro y una puerta grande en Alicante por San Juan. Esa racha triunfal no se interrumpió en Soria, Mont de Marsan, Roquetas de Mar, Santander ni Huesca. Tuvo que esperar a San Sebastián para marcharse andando de la plaza aunque con una oreja de un ejemplar de Victoriano del Río en el bolsillo. En Málaga, con doble pase, salió en volandas en la segunda. Y de allí a otro de sus ruedos predilectos, el de Bilbao, en el volvió a doblar su presencia dejando una faena de arte y ensayo, única luz en medio de la decepcionante corrida de Cuvillo.

Entre los dos pases de Bilbao se escenificó el duelo de Almería, profundamente picado con Roca Rey en una tarde que resumió la historia reciente del toreo. Se acartelaban los dos últimos ases –El propio Ponce y El Juli- junto al que ya lo es de pleno derecho. Hablamos de Roca Rey. Fue ante una más que mejorable corrida de Zalduendo que nadie sabía que pintaba allí pero que sí sirvió para que los tres toreros echaran chispas y Ponce enseñara a los más jóvenes porqué había sido la gran figura que aún es. Se estaba enfrentando el perro más viejo con el cachorro más feroz. Ponce, vencedor del tiempo, volvió a situarse por encima del bien y del mal poniendo la guinda a una campaña plagada de recitales memorables. Tenía delante al paladín más ambicioso, preparado para tomar el cetro que se resiste a soltar El Juli.

A partir de ahí la temporada fue un calendario de cosechas. Ponce también triunfó por todo lo alto en plazas como Dax, Albacete o Nimes, en la que indultó a un ejemplar de Toros de Cortés. Pasó por Zaragoza y hasta llegó al plato único de Jaén. La de 2018 ha sido una gran temporada, una más en la cumbre. ¿Hasta dónde llegará la mecha? ¿Dónde está el techo del valenciano? Ni siquiera él, a punto de sumar 30 años de matador y alcanzar ese medio siglo de vida, lo sabe.