Historias goyescas: De Aparicio a Aguado bajo el influjo de Ordóñez

El tradicional festejo rondeño no ha sido pródigo en festejos ‘mano a mano’ ni encerronas de un único espada. Esta es la historia de todos ellos...

29 ago 2019 / 14:45 h - Actualizado: 30 ago 2019 / 08:58 h.
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San Sebastián, 12 de agosto de 1971. Antonio Ordóñez había estoqueado una corrida de Pablo Romero en unión de Paco Camino y el mexicano Curro Rivera. El maestro arrastraba aún las molestias físicas y psicológicas de la fortísima voltereta que le había propinado un toro del Duque de Pinohermoso en Madrid. Le había quitado el sitio; también la ilusión. Y las cosas no rodaron. Brindó el segundo de la tarde al empresario José María Jardón. Después de darle muerte y al recoger la montera, en medio de la bronca, le confesó que era el último animal que torearía en público. Afortunadamente no cumpliría su promesa...

Ese mismo año, el de 1971, habían vuelto al toreo otros dos toreros tan veteranos como fundamentales. Antonio Bienvenida lo hizo en Madrid, por San Isidro. Luis Miguel Dominguín, rival y cuñado del propio Ordóñez, la había verificado el 10 de junio en las Palmas de Gran Canaria estrenando el primero de aquellos célebres vestidos inspirados por Pablo Picasso que marcaron su última etapa en los ruedos. La Goyesca de aquel año se resolvió con un cartel de circunstancias y acento hispano-mexicano: una corrida de ocho toros de Salvador Domecq que lidiaron José Luis Parada, Curro Rivera, Eloy Cavazos y José Luis Galloso.

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Pero Ordóñez, pasados algunos meses de su despedida donostiarra, pensó en volver a torear. Pero no lo haría vestido de luces, sino luciendo esas galas de majo que habían dado carácter a su festejo más querido desde que lo hizo suyo en 1957: la Corrida Goyesca de Ronda. El maestro se preparó a fondo para esa cita, prácticamente de la misma manera que si hubiera afrontado una temporada formal acrecentando los rumores de una posible reaparición. Pero el coloso de Ronda fue firme en sus convicciones: sólo pretendía vestirse de goyesco en la Maestranza de piedra.

Para ello armó un cartel con aire de otro tiempo. La ocasión lo merecía: Antonio Ordóñez alternaría con Bienvenida y Luis Miguel para lidiar una corrida de ‘sus’ toros de Carlos Núñez. El nombre de Dominguín llegó a estar colgado de los carteles pero un percance inoportuno le impidió hacer el paseíllo en Ronda frustrando, de paso, el reencuentro entre los cuñados. En esa tesitura no cabía sustituto posible. El festejo se quedaba en mano a mano entre los dos Antonios: Bienvenida y Ordóñez, que fiel a su costumbre, mató el sobrero después de mandar abrir las puertas del vetusto coso rondeño para que pudieran entrar todos los paisanos que se habían quedado fuera. Ordóñez, además, protagonizó la anécdota de aquel día al actuar vestido con una casaca blanca y unas taleguillas azules de un traje anterior. Se había pasado tanto en los entrenamientos que las que había encargado a Fermín para aquel año se le habían quedado grandes...

Pero aquel no había sido el primer ‘mano a mano’ celebrado bajo la envoltura de la corrida Goyesca. El propio Antonio Ordóñez ya había escogido el ruedo rondeño para reaparecer puntualmente en 1964 después de su primera retirada en Lima, dos años antes. Lo hizo actuando teniendo como ‘partenaire’ a Julio Aparicio y con el rejoneador Álvaro Domecq oficiando el prólogo ecuestre. Fue su única corrida en aquel año en blanco y, sobre todo, la antesala de su histórico retorno en la temporada de 1965.

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Ronda: la meca del ordoñismo y un ‘mano a mano’ frustrado

Pero hay que volver al festejo de 1972, que supuso una nueva vuelta de tuerca en la historia de la Goyesca de Ronda, reconvertida en meca de peregrinación para los fieles del maestro, que hacían del famoso Expreso de Algeciras la antesala de las maravillas que prometían vivir junto al Tajo del Guadalevín. Antonio Ordóñez había logrado convertir aquella cita anual en un reencuentro con las viejas esencias.

El hijo del Niño de la Palma acariciaba la idea de reaparecer en serio, espoleado por otras vueltas de compañeros de generación. El primero en amagar con salir a la palestra fue el mismísimo Manuel Benítez que, como Ordóñez, se había retirado en 1971. Ya se lo hemos contado: Antonio llegó a barruntar su vuelta para dar la alternativa a Espartaco en la feria de Valladolid de 1978. Los Lozano, instigadores del asunto, llegaron a airearlo en los medios. Pero el veterano maestro acabó negando la mayor proclamando a los cuatro vientos que, un año más, sólo actuaría en la Goyesca de Ronda en un nuevo mano a mano estelar con Paco Camino... que no llegó a celebrarse.

La cosa se había enfangado por el lado político. Ciertos sectores de la izquierda afearon al maestro que –casualidad o no- hubiera retrasado la fecha de la corrida hasta hacerla coincidir con la conmemoración de la entrada de las tropas nacionales en la ciudad del Tajo. El propio torero había advertido que el retraso de la corrida se debía a que necesitaba un mes de preparación después de la conclusión de la feria de Málaga, de la que era empresario. ¿Qué pasó después? El ansiado mano a mano de Ordóñez y Camino se quedó en los papeles. El maestro, en su lugar, programó otro cartel para salir del paso con Manolo Cortés, José Antonio Campuzano y Raúl Aranda, anunciados para estoquear un encierro de Ruchena. Cortés, finalmente, fue sustituido a la carrera por Macandro, que acabó siendo el triunfador de aquella Goyesca que no hizo demasiado ruido. Ese argumento, por cierto, se repitió en 1979. Después de prepararse para la fallida alternativa de Espartaco en Jerez –que le acabó dando Benítez- en Huelva- Ordóñez volvió a renunciar a su cita de Ronda...

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La última Goyesca de Antonio Ordóñez, mano a mano con Paquirri

Hubo que esperar hasta 1980 para que se verificara un nuevo mano a mano en la vetusta Maestranza rondeña sin saber que estaba destinado a escribirse en la historia. El maestro se anunció -vis a vis- junto a su yerno Paquirri pero entonces no podía atisbar que sería la última vez que se vestiría de goyesco. El festejo dejó para los anales la imagen de ambos toreros dando la vuelta al ruedo en la Maestranza de piedra, llevando de la mano a dos futuros matadores de toros: Francisco y Cayetano Rivera Ordóñez. La corrida tampoco estuvo exenta de anecdotario. El escritor y periodista José Antonio del Moral –testigo privilegiado de aquel tiempo irrepetible- recordaba que Antonio había lidiado un primer sobrero que fue el séptimo de la tarde. Pero el maestro sugirió a su todavía yerno que pidiera otro toro de regalo para así lidiar él un noveno. Paquirri, evocaba del Moral, le respondió con un “eso me los das en crudo”. El maestro, por lo visto, se disgustó bastante con la contestación. Salieron juntos a hombros.

Hay que reiterar el dato: Antonio Ordóñez no sabía en ese momento que aquella iba a ser su última cita rondeña pero, eso sí, la decisión de volver a enfundarse el traje de luces era firme y se había vuelto a espolear con el retorno –a la postre triunfal- de otros toreros de su quinta como Antoñete y Manolo Vázquez. Desgraciadamente, el maestro se lesionó severamente en los entrenamientos y aquella vuelta –que se limitó a sendas corridas en Palma de Mallorca y Ciudad Real- se convirtió en un auténtico y triste despropósito. Antes del naufragio, el veterano torero había llegado a acariciar –y así se publicó en la prensa- la idea de actuar aquel año en la Goyesca en otro mano a mano de campanillas con otra figura reaparecida para la ocasión. Nada más y nada menos que Diego Puerta. No hubo tal. El coloso de Ronda, desengañado para siempre, se hizo sustituir por el mismísimo Cordobés, que cumplió la única Goyesca de su vida junto a Manolo Vázquez y José María Manzanares. Antonio Ordóñez nunca había llegado a coincidir con Benítez, vestido de luces, en una plaza de toros.

El alma de la Goyesca

Pero el maestro supo seguir insuflando su espíritu a la cita goyesca después de su definitiva retirada convirtiéndola en una cita de lujo y verdadera trascendencia taurina a pesar de los primeros titubeos en la cartelería. En 1983 anunció a Emilio Muñoz, Paco Ojeda y José Cubero ‘Yiyo’ con una corrida de Luis Algarra pero la ausencia del sanluqueño, a la postre, convirtió la Goyesca de aquel año en ‘mano a mano’ improvisado entre el entonces jovencísimo matador sevillano -que vivía su primera época en figura- y el jovencísimo diestro madrileño que había tomado la alternativa el año anterior. Sólo un año después daría muerte a Avispado, el toro que mato a Paquirri en Pozoblanco. En 1985 también estoquearía a ‘Burlero’, el animal que acabó con su propia vida.

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¿Qué había pasado con Ojeda? El coloso de Sanlúcar se había destapado en gran figura en la campaña anterior y su ausencia levantó una auténtica polvareda en la que no faltó la intervención del alcalde del momento –un tal Julián de Zulueta- que llegó a pedir la intervención del gobernador civil de Málaga. La cosa se enredó a raíz del certificado médico enviado por Ojeda, que no acudió a Ronda a última hora sin que la empresa –léase el propio Ordóñez- anunciara que el festejo quedaba necesariamente en mano a mano. La cosa, además, salió rematadamente mal en lo artístico y lo ganadero. Curiosamente, el sobresaliente de aquel festejo fue un novillero llamado Juan Ramón Romero. Hoy es el conocido comunicador responsable del ‘Carrusell Taurino’ de Canal Sur Radio.

Dicen que hasta el mejor escriba hace un borrón. Ordóñez, decidido a recomponer los platos rotos, volvió a anunciar a Ojeda en 1984 pero echó toda la carne en el asador para la Goyesca de 1986, resuelta en un nuevo mano a mano –este sí, perfectamente premeditado- entre el sanluqueño y José María Manzanares. Paco se encargó un vestido de color tabaco con madroños y pasamanería de oro que tampoco estuvo exento de anecdotario. Antonio Ordóñez se había quedado con las ganas de hacerse uno similar y llegó a temer –vuelve a referir la memoria de José Antonio del Moral- que Benítez hiciera el paseíllo con un traje de abalorios dorados en la única Goyesca que había toreado cinco años antes. La anécdota llegó a los oídos de Paco Ojeda que encargó en la madrileña sastrería de Fermín aquel traje de majo con trencillas de oro que también iba a hacer su pequeña historia. Al maestro, dicen, le salía humo por las orejas mientras el juego del ganado desinflaba la expectación despertada...

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Ojeda, una encerrona histórica

Pero Ojeda no había dicho su última palabra. Al año siguiente, Antonio Ordóñez tuvo el buen gusto y la oportunidad de anunciarlo para estoquear en solitario una corrida de Torrestrella. Era la primera que se organizaba en la historia de la Goyesca y Ojeda, vestido de blanco y azabache, cuajó una tarde para el recuerdo e inmortalizó para siempre la embestida de un serio y temperamental ejemplar llamado ‘Bulería’ en una faena antológica que ya figura en los anales de la Tauromaquia contemporánea.

Los últimos tiempos

Hubo que esperar veinte años para contemplar un nuevo ‘mano a mano’ en la Maestranza de piedra. Fue el que dirimieron los hermanos Rivera Ordóñez en 2006 para que Francisco diera la alternativa a Cayetano con toros de Zalduendo. No cabían otros testigos. Ordóñez ya había fallecido y su nieto mayor había tomado las riendas de la organización de la feria de Pedro Romero desde 1999.

Y fue Francisco Rivera Ordóñez el que contó con Morante de la Puebla para organizar la que, hasta ahora, es la segunda y última encerrona en solitario programada dentro de la historia de la Goyesca. Fue en 2013 pero para ello hubo que enterrar primero las diferencias personales entre ambos toreros. Hay que recordar que Morante criticó la concesión de la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes a Francisco Rivera. Pero el malestar quedó definitivamente olvidado a raíz del famoso brindis que el matador cigarrero hizo a su colega –presente en un tendido- en una de las corridas de la Feria de Abril de aquel año.

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Pero la comparecencia de Morante estuvo pendiente de un hilo hasta el último momento. El diestro de La Puebla sufrió una gravísima cornada en Huesca que hizo peligrar el resto de la temporada. Se recuperó con el tiempo justo para vestirse de goyesco –un precioso terno de damasco azul pavo, atacado de terciopelo y pasamanería negra- cuajando una grandiosa tarde de toros a pesar de los inconvenientes que plantearon los toros de Juan Pedro Domecq reseñados para la ocasión. Morante dejó para el recuerdo la añeja suerte de banderillas sentado en una silla y la gente no se movió de la plaza esperando que matara el sobrero. Pero el torero, sonriente, se despidió de la presidencia. Se lo llevaron a hombros al hotel Victoria.

Ése ha sido, hasta ahora, el último ‘mano a mano’ verificado en la plaza de la Real Maestranza de Ronda. También se salió del guión habitual la corrida coral organizada para la despedida de Francisco Rivera Ordóñez, que hizo el paseíllo acompañado de Diego Ventura, El Fandi, Sebastián Castella, Miguel Ángel Perera y su hermano Cayetano. Francisco, por cierto, se jugó la vida con un complicado sobrero de Jandilla y se despidió de la profesión hasta el bolo de la Feria del Caballo de este mismo año.

Y el nieto de Antonio Ordóñez, decidido a reivindicar la Corrida Goyesca a través de la excelencia taurina programó este año un nuevo ‘mano a mano’ que despertó una inusitada expectación desde el mismo momento de su anuncio. Morante de la Puebla se iba a ver las caras con el nuevo número uno: Andrés Roca Rey. Pero en el toreo sólo hay una ley: la del toro. Las secuelas de la fortísima voltereta sufrida en la feria de San Isidro terminaron por obligar al peruano a cortar la temporada después de un plazo razonable que sirvió para comprobar que la recuperación de la vértebra dañada no había seguido la evolución esperada. La Goyesca se había quedado coja...

En esa tesitura todas las miradas se pusieron en Pablo Aguado, que había dado un vuelco a la temporada y a todo el toreo después de su grandiosa faena al toro de Jandilla en la Feria de Sevilla. Pero Pablo estaba anunciado el próximo sábado en Palencia. Los buenos oficios de Rivera Ordóñez y la disposición de los hermanos Chopera han permitido cuadrar las fechas para que el nuevo ídolo de la afición hispalense pueda hacer el paseíllo en la Maestranza de Ronda. Antes de que salga el primero de la tarde ya es todo un acontecimiento. Se lo contaremos.