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La alarma se enciende en las islas

Los llamados ‘Toros a la balear’ son una mera maniobra abolicionista que pretende acabar con la Tauromaquia sorteando las esquinas de la ley y la Constitución. El recurso al alto tribunal tardará demasiado tiempo para ser efectivo. Mal vamos...

01 ago 2017 / 10:42 h - Actualizado: 02 ago 2017 / 08:33 h.
"Toros","Observatorio taurino"
  • Actual fachada de la Plaza de toros de Palma de Mallorca. EFE/LLITERES
    Actual fachada de la Plaza de toros de Palma de Mallorca. EFE/LLITERES

¿Adiós a una rica tradición taurina?

El testamento taurino balear podría firmarse mañana mismo. Es la fecha de la última corrida a la española previa a la entrada en vigor de la nueva y polémica legislación. Será en el vetusto coliseo de la ciudad de Palma que fue en otra época -que difícilmente volverá- la plaza que más toros daba en este trozo de Europa que algunos queremos seguir llamando España. Los tiempos de vino y rosas del imperio Balañá ya pasaron. Sus ruinas las gestiona la familia Matilla que anuncia los nombres de Rivera Ordóñez, Alejandro Talavante y Cayetano para estoquear un encierro de Núñez de Tarifa que pondrá fin a una rica historia que aún mantenía sus feudos en Muro, Inca o Alcudia. En un pasado muy próximo se cerraron las puertas de cosos como los de Ciudadela, Felanixt o Ibiza. Ya saben: qué verde era mi valle...


Condicionantes incompatibles con la lidia

Ya conocen la película: los podemitas baleares se han aliado con los socialistas del lugar para regurgitar una extraña reglamentación taurina que quiere sortear los vericuetos de la Constitución y hasta la declaración de Bien Cultural Inmaterial que goza la Tauromaquia. La jugada es maestra y va más allá del texto abrupto de una ley absurda que, en la práctica, supone la abolición de la Tauromaquia en las islas. Los ponentes saben que el texto tendrá poco recorrido pero se trata de ganar tiempo y desgastar la actividad taurina sabiendo que la resolución del recurso de inconstitucionalidad se hará esperar y, como en Cataluña, podrá devolver el honor pero no la hacienda perdida. Mientras tanto, nos entretenemos, echándonos las manos a la cabeza con las perlas que alumbra el texto legislativo aprobado en el parlamento balear: Se limita la lidia a tres animales que deben ser, pásmense, de ganaderías cercanas. Su presencia en la plaza no podrá exceder de diez minutos; las espadas, las banderillas, las puyas y las puntillas se mandan a un museo taurino y los niños no podrán asistir a un supuesto espectáculo en el que sólo hay un actor susceptible de morir: el torero. Un torero que, por otra parte, podrá ser sometido a unos alucinantes controles antidoping que se harán extensivos a unos animales de los que preocupa, y mucho, su bienestar psicológico.


De un recurso incierto al papel del PSOE

Un psicólogo y un buen diván son los que necesita esta sociedad enferma que confunde ecología con ternurismo. El toro y su rico universo histórico y cultural no dejan de ser una víctima más del desquiciamiento general de un mundo que se emociona con gatitos embarcados en un árbol y vuelve la vista ante la miseria de los humanos. Así nos va... La Fundación del Toro, única entidad con un mínimo de músculo en el invertebrado planeta taurino, se ha apresurado a catalizar el recurso de inconstitucionalidad que revoque el disparate. Pero los papeles se pueden quedar varados en la calle Doménico Scarlatti de Madrid por tiempo indefinido. El ejemplo catalán -sentencia a favor con las plazas cerradas- es más que elocuente. La política de tierra quemada, bien manejada por los supuestos progres, terminará de borrar los últimos restos de la Tauromaquia en las Baleares. El plan es astuto y ha contado con la aquiescencia de un PSOE desnortado que predica una cosa distinta para cada auditorio. El reciente congresillo andaluz ha sido un ejemplo más que válido. Esa Torre de Babel es mala, malísima, para el mundo de los toros. Somos la víctima propiciatoria y el flanco más débil de otros intereses. Y el último, que apague la luz. La Fundación del Toro se ha vuelto a arremangar, es verdad. Pero la inacción del sector; la impasibilidad de las figuras y el encogimiento de hombros de la patronal taurina, entretenida con sus peseteos, hierven la sangre del aficionado.