Todo se había puesto en contra. La nocturnidad y el frío, la moruchada de Dolores Rufino y hasta el eco de las carretas haciendo noche en las haciendas aljarafeñas. Ni el ambiente ni la fecha eran las más idóneas para iniciar este tramo nocturno. A la hora del paseo se notaba en los tendidos: un extraño público con mayoría de turistas en el que se echaban de menos muchos cabales.
El panorama era sombrío. También gélido en lo climatológico. Pero es que los novillos que se embarcaron en los campos de La Puebla del Río terminaron de sentenciar un espectáculo que nunca fue tal. En medio de ese despropósito, brilló con timidez la única luz que aportó el novillero salmantino Manuel Diosleguarde, que ya conocía la plaza de la Maestranza en su etapa como novillero sin caballos. Ayer hizo el paseíllo desmonterado después de cambiar de escalafón. Fue el único que puso ganas, firmeza y predisposición para cambiar el signo de la novillaa.
Al tercero de la noche lo recibió con una larga en el tercio y se mostró bullidor y hasta abelmontado en el manejo del capote. El novillo amagó con venirse de largo en la muleta pero sólo ofreció una embestida cansina, pajuna, de aire morucho que el chaval aprovechó en una labor puesta y dispuesta para volver la tortilla. Llegó a enseñar cierto trazo al natural antes de que el bicho le echara mano propinándole una fortísima voltereta que no le impidió amarrar su labor. Se tiró con fe detrás de la espada pero el acero cayó en un sitio feo. Pudo dar la vuelta al ruedo antes de meterse en la enfermería.
Allí, afortunadamente, sólo le diagnosticaron un fortísimo golpe en la cara que no le impidió volver a salir para despachar al sexto con una determinación que no fue tenida por el palco. Le negaron la oreja que se pidió con fuerza. Habría sido un justo premio global para una nueva demostración de entrega y firmeza, de verdaderas ganas de novillero. Fue, en suma, la faena más compacta de una noche que a esas alturas parecía definitivamente torcida. Manuel volvió a recorrer el anillo como premio de consolación con la plaza desolada. Ese trofeo le habría venido de perlas...
Y poco, poquísimo más hay que contar. El novillero rondeño Javier Orozco tuvo que estoquear en primer lugar el sobrero después de que el titular se partiera una mano al salir de chiqueros. El sustituto fue un animal remiso, tardo y aquerenciado que no tuvo un pase. El cuarto, aplomado por completo en la muleta, tampoco le iba a dar la más mínima opción. Se le concede el beneficio de la duda.
Fernando Navarro, de Sevilla, lidió un segundo deslucido y sin calidad al que le costó echar abajo. Con el quinto, manso de solemnidad en los primeros tercios, se desplazó algo más en la muleta antes de desentenderse definitivamente sin que Navarro –que pasó un mal rato- llegara a confiarse nunca. Le vino muy largo el empeño.
Ficha del festejo
Ganado: se lidiaron seis novillos de Dolores Rufino, correctamente presentados. El primero, sobrero, resultó manso y acobardado; deslucido y descompuesto el segundo; soso y pajuno el tercero; un marmolillo el cuarto; manso y distraído el quinto; el sexto se dejó a medias sin humillar.
Novilleros: Javier Orozco, de carmesí y oro, silencio y silencio
Fernando Navarro, de blanco y oro, silencio tras aviso y silencio
Manuel Diosleguarde, de coral y oro, vuelta al ruedo y vuelta al ruedo tras fuerte petición y aviso.
Incidencias: La plaza registró menos de media entrada en tarde noche fresca. Los tres actuantes se presentaban como novilleros con caballos en la plaza de la Maestranza. Manuel Diosleguarde fue atendido en la enfermería de una “contusión en la rama mandibular derecha” de pronóstico leve que no le impidió continuar la lidia.