La faena de la Feria y de muchas ferias

Antonio Ferrera cuaja de cabo a rabo a un sobrero de El Pilar después de dar un recital capotero con el que fue devuelto. La divisa charra lidió un toro de premio, el tercero, que quedó inédito

06 may 2017 / 22:53 h - Actualizado: 06 may 2017 / 23:52 h.
"Toros","Feria de Abril 2017"
  • El diestro extremeño se meció a compás, arrebujado de toro, en los extraordinarios muletazos que vertebraron su gran trasteo. / Reportaje gráfico: Manuel Gómez
    El diestro extremeño se meció a compás, arrebujado de toro, en los extraordinarios muletazos que vertebraron su gran trasteo. / Reportaje gráfico: Manuel Gómez
  • Simón, diplomático y correcto. / Manuel Gómez
    Simón, diplomático y correcto. / Manuel Gómez
  • Juan José Padilla, que pasó desapercibido, sobre la mano derecha.
    Juan José Padilla, que pasó desapercibido, sobre la mano derecha.
  • El diestro madrileño volvió a desaprovechar una oportunidad de oro en Sevilla.
    El diestro madrileño volvió a desaprovechar una oportunidad de oro en Sevilla.

Ferrera mató dos toros y cuajó tres. La dimensión del diestro extremeño fulminó cualquier quiniela y convirtió la dictadura del trofeo y las orejas en meros despojos. ¿Qué más da que no saliera por la Puerta del Príncipe? Cuando el raro privilegio no dependía de las matemáticas le habrían sacado en medio de una multitud. Pero para eso la plaza tendría que haber mantenido una personalidad que se derrama a chorros en los últimos años a la vez que desertan los cabales; algunos para no volver. Sólo así se puede entender que la gente asistiera en un extraño y espeso silencio a la gran obra que tenían delante. La música de Tejera tampoco estuvo pero, a estas alturas, tampoco se la esperaba.

Antonio Ferrera cinceló la faena de la Feria, de muchas ferias. Pero también cuajó la mejor de su vida. No se puede estar más templado, armónico o inspirado con un toro así. El animal, que embestía despacio y sin terminar de entregarse por completó, sí atesoró una gran bondad que el gran diestro de Badajoz aprovechó en una obra que rozó la perfección. El trasteo fue fluyendo, como un concertino en un jardín, en estrofas musicales, ligadas con rara sincronía, dichas para adentro, satisfaciendo el alma de artista de un torero que está en el mejor momento de su vida. Es difícil trasladar al papel o la pantalla el hilo invisible que unió todas las fases de esa labor preciosista a la vez que la tarde entraba en la hora mágica del lubricán.

Los vencejos -con la tarde echada al hombro- surcaban la plaza a la vez que Ferrera se hundía en su propia creación. Sonó un aviso y el animal mantuvo su escasa humillación a la hora de entrar a matar. Fue complicado, y accidentado, dejar el acero arriba y hubo que tirar de descabello. En otro tiempo, con otro público, con otra sensibilidad, se lo habrían llevado a puñados camino de la gloria. Pero no importa: a falta de lo que pase hoy mismo ya tememos triunfador indiscutible de la Feria de Abril y su mejor intérprete.

Pero, ojo, esa fue la guinda de una gran actuación global que ya se había lanzado en el tremendo esfuerzo que realizó para meter en cintura y en la canasta al complejo y manso animal que hizo segundo. El toro, que estaba loco por saltar las tablas desde que salió por la puerta de chiqueros, acabó planteando la batalla en esa querencia. Y allí le dio fiesta Ferrera hasta imponer su ley y mostrar su extraordinario momento. Lo mató a ley y le pidieron la oreja. El palco debió concederla.

En cualquier caso sí hay que alabar la flexibilidad de la presidencia para devolver el quinto de la tarde después de partirse una mano. Ferrera lo había toreado antes como el mejor de los artistas capoteros en una larguísima, templada, empacada y acompasada serie de lances que arrancaron la música. El extremeño volvió a restaurar la esencia y la oportunidad de los quites desde el peto y, ay, cuando tomaba los palos, comprobó con horror que el toro, que anunciaba muchas cosas y muy buenas se había partido la mano. Saltó el imponente sobrero. Ya se lo hemos contado.

Pero en la corrida hay más cosas que recordar, como ese excelente tercero colorao llamado Bellito que se suma a la larga lista de toros que no han tenido suerte con sus matadores en esta Feria. López Simón le hizo una faena diplomática y correcta que nos dejó con más frío que calor. Con el correoso sexto, cuando el reloj apuntaba a las tres horas de festejo, sólo cabía la puerta. El cartel lo había abierto Padilla, desapercibido con el soso primero y algo más entonado con el noble cuarto, al que enjaretó una labor declinante al que le pegó muchos muletazos; alguno bueno.

Plaza de la Real Maestranza

Ganado: Se lidiaron seis toros de El Pilar, incluyendo el sobrero que saltó el tercer lugar, de embestida noble y algo tarda, que sustituyó a un titular que se partió la mano después de embestir mucho y bien en el capote. El mejor fue, en todo caso, el excelente y enclasado tercero. También resultó nobilísimo, un punto soso, el cuarto. Sosos y sin emplearse, el primero y el segundo fueron más deslucidos. El sexto fue el más duro y complicado.

Matadores: Juan José Padilla, de corinto y oro con remates negros, ovación y silencio.

Antonio Ferrera, de carmín y oro, vuelta al ruedo tras fuerte petición y vuelta al ruedo aclamada tras dos avisos

López Simón, de capuchino y plata, ovación y silencio.

Incidencias: La plaza rozó los dos tercios de entrada en tarde espléndida. El espectáculo se prolongó tres horas.