La memoria de un toro irrepetible

Manuel Escribano y Victorino Martín rememoraron el indulto de Cobradiezmos

30 mar 2017 / 08:55 h - Actualizado: 30 mar 2017 / 08:58 h.
"Fundación Cajasol"
  • Escribano y Victorino Martín lograron llenar hasta la bandera la sala ‘Antonio Machado’. / Manuel Gómez
    Escribano y Victorino Martín lograron llenar hasta la bandera la sala ‘Antonio Machado’. / Manuel Gómez
  • Escribano torea al toro indultado, Cobradiezmos. / Inma Flores
    Escribano torea al toro indultado, Cobradiezmos. / Inma Flores

La historia es bien conocida y ya figura en los anales de la plaza de la Maestranza. Pronto hará un año: el 13 de abril de 2016 se cruzó el excelente momento profesional de Manuel Escribano con la bravura desbordante de un toro de Victorino Martín para crear un espectáculo irrepetible que sólo podía concluir con el perdón de la vida del animal. Los protagonistas de aquella apoteosis volvieron a verse ayer las caras en el transcurso de una nueva sesión de El toreo contado, la serie de charlas organizadas por la empresa Pagés para calentar los motores de la inminente temporada taurina.

La larga, sincera y cálida ovación que recibió a los protagonistas de la charla reveló la expectación que había despertado. Se podrían haber llenado dos o tres salas similiares a la que se había preparado en la fundación Cajasol, sede de estos encuentros que han tomado la temperatura a una afición en absoluta efervescencia. Escribano habló del «éxtasis» de aquella tarde. Victorino recordó a la gente emocionada en los tendidos. Era la mejor manera de entrar en harina en una charla –impecablemente moderada por José Enrique Moreno– que se hizo corta a un lado y otro del estrado. Conocer los entresijos de la lidia y los resortes del toreo a través de sus protagonistas era un secreto vedado a algunos elegidos. Este formato permite que el público generalista se meta en la piel del matador y sienta la responsabilidad del ganadero. Manuel Escribano, que ya se encuentra prácticamente recuperado del percance de Alicante, diseccionó con precisión de cirujano cada uno de los segundos que duró la lidia y el indulto de Cobradiezmos, un toro perteneciente a la familia de las Cobradoras. Su criador explicó que ya no habrá ningún toro de su casa que se llame así. «Es importante que ese nombre pase a la historia pero también es necesario que no condicione mucho la lidia de otros hermanos». El célebre astado, que fue echado a las vacas después de sanar de las heridas de la lidia, ya cuenta con siete hijos en el mundo.

«Las virtudes del toro fueron tan claras y tan marcadas que taparon sus defectos», señaló su criador recalcando de una manera especial que «si no llega a estar lo firme que estuvo Escribano, si le da un tirón de más, habríamos visto otro toro completamente diferente». Esa generosidad del torero permitió potenciar las virtudes que anunciaba el animal desde que salió por la puerta de chiqueros. «Estaba allí de rodillas, era el primer toro de Victorino Martín con el que me iba a la puerta de chiqueros pero cuando salió me asombró su belleza, lo bonito que era», declaró el matador que, a partir de entonces, vivió pendiente de su evolución. La proyección de la faena le mostró resoplando a la salida del ramillete de lances con los que paró al animal. «Resoplé pensando lo que podía darme ese toro», aclaró Manuel. Aún no sabía lo que podía llegar después.

Las vicisitudes del tercio de varas, la evolución del toro en banderillas, las vibraciones del torero, las esperanzas del ganadero... pensamientos, estrategias, y sentimientos que fueron narrados de forma amena y concisa por ambos protagonistas. «Era importante darle mucha línea al toro; era bravo y había que sacarlo fuera para que rompiera», narró Escribano. «Es que Manuel lo hizo perfecto», apostilló Victorino recordando que «al animal hay que enseñarlo y ahormarlo y ese principio de faena se hizo a favor del toro». Escribano admitió hasta un brevísimo bajón anímico. «Pensé que si no era capaz de cuajarlo me buscaba la ruina para toda la vida», sentenció el torero.

Pero el matador se vino arriba y la faena fue creciendo en extensión e intensidad. El trasteo terminó de definirse por completo cuando el gran diestro de Gerena se echó la muleta a la mano izquierda. Un inoportuno desarme sirvió para narrar una anécdota casi desconocida. El torero se había ido por la espada de acero pero el fragor de la plaza le animó a seguir toreando por ayudados para aliviarse del peso del estoque de verdad. Cuando descubrió la espada de ayuda, que había quedado tirada en el suelo, volvió a recogerla. A partir de ahí estaba cantado el indulto, que José Luque Teruel –el presidente de aquella tarde– no tardó en conceder. Se estaba escribiendo una página de oro en los anales de la plaza de la Maestranza y se había cumplido el capítulo más feliz de aquella Feria. Escribano vuelve a estar anunciado con los toros de Victorino dentro de un mes exacto.