La transfiguración de Manzanares

La espada del alicantino no fue esta vez la llave de una Puerta del Príncipe que le había puesto en bandeja un excelente lote de Núñez del Cuvillo. Sorprendió el valor y la disposición de David Galván, que se jugó el tipo con el sexto

24 abr 2015 / 22:27 h - Actualizado: 25 abr 2015 / 15:11 h.
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  • El diestro Jose Mari Manzanares en la faena con la muleta al primero de su lote. / Julio Muñoz (EFE)
    El diestro Jose Mari Manzanares en la faena con la muleta al primero de su lote. / Julio Muñoz (EFE)

PLAZA DE LA REAL MAESTRANZA

Ganado: Se lidiaron seis toros de Núñez del Cuvillo, correctamente presentados y de buen juego global. La guinda del envío fue el segundo, un toro de altísima nota y alegre bravura y galope que hizo lote con un bravo y codicioso quinto. No tuvo brío el noble y soso primero. Sí se movió -no siempre bien- el tercero. Rompió en el último tercio el cuarto y presentó muchas complicaciones el sexto, que no acabó de entregarse.

Matadores: Rivera Ordóñez Paquirri, de Tres Caídas y oro, silencio en ambos; José María Manzanares, de negro y azabache, gran ovación tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso; David Galván, de esmeralda y oro, silencio tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso.

Incidencias: La plaza casi se llenó en tarde algo bochornosa. Destacó en todos los tercios Curro Javier, que lidió impecablemente al segundo y banderilleó con brillantez al quinto. Buen nivel de Blázquez y Rafa Rosa.


El momento definitivo de la corrida llegó en esas raras conjunciones que sólo se pueden ver, oír y palpar en Sevilla. El aire cálido de abril había dado paso a la brisa de la marea, abrazada por esa luz crepuscular que encontró su mejor envoltorio sonoro en el pasodoble Suspiros de España. Era uno de esos instantes mágicos que valen por toda una Feria y Manzanares ya había encontrado el acople con un quinto al que había cuajado con el capote. Pero antes, el gran Curro Javier -que escaló todas las cumbres de plata- lo había cuajado con los palos. El animal puso resultar algo tardo en el primer muletazo de cada serie pero acabó enseñando una excepcional codicia y un galope continuado a toro arrancado.

El alicantino ya estaba cuajándolo pero el desplante que siguió a un trincherazo de libro acabó convirtiéndose en una aparatosa cogida de la que salió sin mirarse. Ahí explotó definitivamente la faena, retomada con una serie por el lado izquierdo que se explayó en un ramillete de naturales de creciente compostura y ritmo que cosió con un sensacional pase de pecho. A esas alturas ya se habían terminado los prejuicios y las palmas echaban humo. Manzanares tenía las dos orejas en las manos pero la espada se empeñó en encallar, primero recibiendo y luego a volapié.

Y es que el Manzana había tenido muy cerca la Puerta del Príncipe, puesta en bandeja por el mejor lote de una gran corrida de la ganadería de Núñez del Cuvillo a la que algunos también habían querido enterrar a la primera de cambio. A los más escépticos les costó liberarse de algunos prejuicios para gozar en plenitud con el faenón de un Manzanares recobrado y el sobresaliente juego de ese Encumbrado que saltó a la plaza en segundo lugar y resultó de revolución.

Manzanares lo había bordado por verónicas y en una larga de damasco. Chocolate se agarró algo trasero. El toro hacía cosas de bravito y el capote genial de Curro Javier volvió a ser la mejor brújula. Josemari quería marcha y volvió a bordarlo con dos chicuelinas y media verónica que se enroscaron al gran toro de Cuvillo. Había buenas sensaciones en el aire y el artista levantino brindó a los médicos que le habían atendido de la deshidratación que sufrió en su tercer compromiso. La faena subió pronto de revoluciones por redondos y entró en velocidad de crucero después de un pase de pecho completamente circular que amarró el galope del toro al piso. Hubo una nueva serie que estalló en un largo cambio de mano mientras el toro seguía brindando un bravo galope que lo ha convertido ya en el mejor ejemplar de la Feria. La faena también creció al natural y un nuevo cambio ligado a un escultural pase de pecho hizo subir todas las revoluciones.

Manzanares escenificó una larga pausa que se resolvió con el momento más trepidante e intenso de la faena. Hubo un molinete para desenredar la tensión y un desplante convertido en escultura que terminó con los complejos de muchos. Lo estaba bordando y hasta un propio de los altos del Sol se animó a recetarle un fandango. Se lo llevó a los medios después de tomar la espada de acero y aunque los bríos del animal pedían la suerte de recibir se decantó esta vez por el volapié aunque el acero se empeñó -como lo haría en el quinto- de aguarle una fiesta que sí debe gozar en su fuero interno. Enhorabuena.

También gustó -y mucho- el sincero esfuerzo y el enorme arrimón que protagonizó David Galván con el complicado sexto. Después de un largo sobo que acabó en cogida, el gaditano se metió muy de verdad entre los pitones hasta ganar la partida por completo a su enemigo. Se jugó el pellejo a cara de perro y podía haber cortado una oreja que la rebelión de los aceros se emperró en dejar en una valiosa vuelta al ruedo. Había pulverizado así las cautelas despertadas después del insulso trasteo enjaretado al tercero, que se movió siempre mucho aunque quizá no siempre bien.

Volvía Rivera a Sevilla en el vigésimo aniversario de su alternativa. Se templó con el capote y toreó sin molestar al soso y blando ejemplar que saltó en primer lugar. En cambio no llegó a entenderse con el cuarto, que después de desconcertar en los primeros tercios -cogió muy feo a Juanito García, incapaz de llegar a la barrera- acabó rompiendo en la muleta sin que llegara el acople con su matador, que aún arrastra las secuelas del doloroso golpe recibido en Olivenza.