Levante se impone en Poniente

José María Manzanares recuperó su mejor versión y logró salir a hombros en una tarde en la que también brilló la maestría profesoral de Enrique Ponce, que recibió el homenaje de Huelva

02 ago 2015 / 11:58 h - Actualizado: 02 ago 2015 / 11:59 h.
"Toros"
  • Levante se impone en Poniente
  • Morante de la Puebla volvió a deslumbrar con el capote en Huelva.
    Morante de la Puebla volvió a deslumbrar con el capote en Huelva. plaza de TOROS DE la merced

{No se podía negar que la empresa Polo-Pereda había armado un abono corto e intenso en el que cabe toda la excelencia actual pero también es verdad que hay necesidad de relevo. Hubo largo preámbulo: antes del paseíllo se reivindicó la asistencia de los niños a los espectáculos taurinos. Lo hicieron rodeando la pancarta que había pintado Morante disfrazado de lince, o no sabemos si de fauno. Después de romperse las filas –el de La Puebla salió esta vez vestido de torero– se escenificó un homenaje a Enrique Ponce, que anda celebrando sus bodas de plata como matador. Las palmas por Huelva echaron humo.

Pero había que ir al toro, un primero galán pero mermado de fuerzas al que se cuidó en la lidia. Ponce brindó a la parroquia choquera y comprobó muy pronto el escaso celo y el nulo recorrido del animal, que quería más que podía. Un cambio de mano arrancó la música y el mejor tono de la faena en unos naturales de clásica sencillez abrochados con un gran pase de pecho. El maestro valenciano había obrado el milagro y aún supo sujetarlo en las rayas en dos excepcionales series diestras en las que hubo colocación, toque y temple milimétricos. La espada, eso sí, cayó en la entreplanta y hurtó el trofeo.

El valenciano sorteó un cuarto que mantuvo el tono serio del encierro, nada que ver con otras gatadas que hemos visto en esta misma plaza. Se gustó Ponce en las infrecuentes chicuelinas del recibo y lo pasó en una faena profesoral que no pudo brillar por culpa de la sosería y falta de clase del animal que se movió mucho sin decir demasiado. Hubo sincero arrimón final metido entre las tablas y cortó la oreja que debió pasear del primero.

El lince de La Puebla estuvo sembrado con el capote. Hubo torería añeja en la lidia y perfume de la Edad de Plata en ese recorte, en aquella media a pies juntos... Morante lo saludó con un ramillete de ayudados por alto pero el toro andaba con el carburador averiado y la faena sólo tomó rumbo en detalles sueltos antes de que el torero, después de un largo sobo, se fuera por la espada. El quinto era el acorazado Potemkim y se lesionó en un fuerte topetazo. Lo sustituyó otro juampedro sin fuerza al que sopló una faena tersa, de trazo natural, a la que le faltó enemigo para concretarse.

El tercero, negro y grandullón, tardó en definirse pero se desplazó largo y entregado en una serie diestra de excelente compostura a la que siguió otra ronda superior. La cosa subió de revoluciones al natural y se pellizcó en unos muletazos tersos, dictados a cámara lenta que partieron la plaza. Era la mejor versión de Manzanares, que cobró una estocada tendida al volapié y cortó dos orejas. Le quedaba el sexto, un serio castaño que huyó de todo y de todos. A pesar de los pesares, Manzanares supo meterle en la canasta y arrancarle otra oreja. ~