Manzanares roza sus mejores fueros

El diestro alicantino sorteó un ‘cuvillo’ de revolución que le permitió acercarse a sus registros más felices en Sevilla. Talavante también cuajó al buen tercero

17 abr 2018 / 23:16 h - Actualizado: 18 abr 2018 / 13:21 h.
"Feria de Abril","Toros","Feria de Abril 2018"
  • Excelente muletazo diestro de José María Manzanares que permite calibrar la calidad, la humillación y el recorrido de la embestida del gran segundo. / Fotos: Antonio Delgado-Roig
    Excelente muletazo diestro de José María Manzanares que permite calibrar la calidad, la humillación y el recorrido de la embestida del gran segundo. / Fotos: Antonio Delgado-Roig
  • Valentín Luján quedó a merced del sexto de la tarde.
    Valentín Luján quedó a merced del sexto de la tarde.
  • Alejandro Talavante se tiró a matar o morir al tercero, del que cortó una oreja de mucho peso.
    Alejandro Talavante se tiró a matar o morir al tercero, del que cortó una oreja de mucho peso.
  • Sebastián Castella, que sorteó el lote menos potable, pasa con la muleta al primero.
    Sebastián Castella, que sorteó el lote menos potable, pasa con la muleta al primero.
  • Manzanares se enrosca a la cintura al noble y flojo quinto.
    Manzanares se enrosca a la cintura al noble y flojo quinto.
  • Manzanares roza sus mejores fueros
  • Manzanares roza sus mejores fueros
  • El matador de Alicante sumó dos nuevos trofeos en la Maestranza.
    El matador de Alicante sumó dos nuevos trofeos en la Maestranza.

Con los farolillos encendidos –que ya llevan cuatro noches, cuatro– y las vísperas del festivo laboral la plaza se moja en ese caldo espeso de feriantes mollatosos que muda el comportamiento de los tendidos e incomoda a los cabales. La fiesta es así y tendría mal arreglo con los que de verdad chanelan de esto pero cualquier tarde es buena, pese a las evidentes apreturas y el vapor del maldito cariñena, para vivir y contar acontecimientos.

La corrida de Núñez del Cuvillo, además, encarnó ese ideal del toro de Sevilla por el que suspiran los viejos y verdaderos aficionados. De los campos de Vejer viajó un envío armonioso, nada aparatoso, de bonitas hechuras que no podía fallar. El más bonito de todos fue, precisamente, el mejor. Ese negrito bajo y reunido al que Manzanares paró de dos verónicas y media excepcionales. El toro de Cuvillo comenzó a cantar su alta nota desde los primeros capotazos. Suso se lo volvió a enseñar a su matador y aunque blandeó algo en el quite –Talavante se desperezó por delantales– rompió a embestir en banderillas llegando a poner en algún apuro al cordobés Rafa Rosa.

El Manzana comprobó su prontitud y después de las primeras probaturas se puso a torear devolviéndonos lo mejor de sí mismo. Hubo redondos excepcionales ordenados en tandas plenas de ritmo que cosió con excepcionales pases de pecho. Un grandioso cambio de mano levantó un auténtico clamor pero quedaba la sensación de que el alicantino no terminaba de convencerse a sí mismo. Por el lado izquierdo no hubo mal trazo pero descendió el hilo argumental de un trasteo que volvió a subir de decibelios con un nuevo cambio y un natural completamente circular que pusieron al personal en pie. Eso sí, daba la sensación de que, pese a la calidad de su labor, no había terminado de apurar esas embestidas hondas, prontas y llenas de clase que con otro público más versado habrían merecido la vuelta al ruedo. Josemari, infalible, montó la espada en la suerte de recibir y amarró los trofeos. Había abierto una hoja de la famosa puerta...

Pero el mitificado arco, que había sido descerrajado en la víspera por El Juli, se quedó sin abrir. Manzanares había salido muy arreado a recibir al quinto, al que enjaretó una larga de rodillas en el tercio antes de enroscárselo en dos verónicas de desgarro y expresión. El animal, desgraciadamente, no anunciaba demasiado motor y la gente se puso a la contra, especialmente después de los dos picotacitos que resolvieron la suerte de varas. Con esos mimbres había que hacer el cesto pero la verdad es que el toro también presentaba cosas buenas que el alicantino aprovechó en una faena algo discontinua que rompió de verdad en una sedosa tanda de redondos. Fue después de comprobar la calidad del animal en un larguísimo muletazo de trenzó a un pase de pecho. Había que rematar aquello aunque el trofeo, la verdad, estaba cogido con alfileres. La media tendida despejó cualquier duda si es que la había. Y la puerta no se abrió...

Talavante cumplía su tercer contrato abrileño y se despedía de la Feria. Había cortado una oreja en la primera para pasar como un auténtico espectro en la segunda. Pero la suerte, que se reparte por barrios, puso en sus manos el otro cuvillo de campanillas que saltó en la tarde de ayer. Fue el tercero, un colorao de bonitas hechuras y sueltecito en la lidia que rompió a embestir con clase y humillación en la muleta del extremeño. El inicio de faena resultó fulgurante y sirvió de prologo del recital de toreo natural que Talavante interpretó, siempre a la altura del recorrido y la fijeza de ese animal que repetía y repetía en la muleta que siempre le dejaba puesta su matador. El auténtico clamor, ya lo hemos dicho, llegó con la mano izquierda y un añejo pase de pecho mirando al tendido. Pero hubo más, y una estocada atracándose de toro de la que salió maltrecho y golpeado. Le dieron una oreja. Pero era de dos.

El Tala se aburrió pronto con el sexto al que mató tarde y mal. No era digno colofón de una entretenida tarde de toros en la que se olvidará pronto la actuación de Castella que, la verdad sea dicha, también tuvo el lote menos potable. El que rompió plaza se movió sin clase, soltando siempre la cara. El cuarto no tuvo codicia