El mundo del toro, a pesar de su exasperante impasibilidad, no ha vivido ajeno a los vaivenes de la campaña electoral y los ¿sorpredentes? resultados de las elecciones al parlamento andaluz del pasado domingo. Algunos, como Morante, no han dudado en arremangarse, tomar partido y hacer campaña decidida y desacomplejada por VOX, el partido que salió de la nada. Las redes sociales han retratado al diestro cigarrero conduciendo una furgoneta empapelada con la propaganda electoral de la emergente formación que lidera Santiago Abascal. El líder de VOX, además, pasó la jornada electoral de paseo con el propio diestro de La Puebla, que le llevó a visitar la tumba de Gallito, una de las obsesiones del torero, y a los entrenamientos de los hermanos Javier y Borja Jiménez, hijos de Javier Jiménez, tantos años teniente de alcalde de Espartinas que ha pasado de las filas del PP a las del partido de los 12 escaños. Esas siglas, la de VOX, han pasado de la marginalidad a convertirse en la puntilla definitiva del susanismo y los 36 años del régimen del puño y la rosa al sur de Despeñaperros.
Ahora toca hablar de la relación del PSOE andaluz con este mundo de las sedas y los oros que suele pensar que con él no va nada... hasta ahora. Así le ha ido en algunos rincones de esta piel de toro. Quedan lejos aquellos tiempos de ‘overbooking’ de políticos en los burladeros de las plazas de toros más encopetadas. Los tiempos han cambiado; eso es innegable. Pero el gobierno andaluz –eso también es verdad- había mantenido el apoyo y la tutela de la fiesta hasta pasarse de frenada politizando hasta el nombramiento de presidentes. En los últimos tiempos lo ha hecho focalizando esa defensa en rostros como el de Demetrio Pérez, actual director general de Emergencias e Interior de la Junta y máxima autoridad en materia taurina –por debajo de su consejera, Rosa Aguilar- en el entramado administrativo de la Junta. Demetrio es un hombre que ha sabido buscar y encontrar el afecto de la grey taurina por su talante conciliador y su sincero interés en los problemas del sector. Su rostro, a la vez, evitaba la definición taurina de los pesos pesados del partido y del gobierno andaluz, como la propia presidenta Susana Díaz.
Pero tampoco se puede negar que el discurso taurino empezaba a ser incómodo. En el propio Ayuntamiento de Sevilla se vivió una auténtica peripecia para mantener vivo el premio que había ideado el equipo de Zoido. Había que darle un barniz cultureta para regatear a los morados aunque la edición de este año, por fin, vio premiar a una casa ganadera como la de Miura después de distinguir sin demasiado entusiasmo a la Fundación de Estudios Taurinos y la Ciudad de Arlés. Pero los socios de circunstancias siguen ahí, chuleando el precario gobierno de la nación montado por Pedro Sánchez. Regresamos a Andalucía: Demetrio Pérez tiene aún encima de su mesa un interesante proyecto de reglamentación taurina con vocación nacional que ya podría haber visto la luz. Desgraciadamente ha encontrado demasiados escollos de las facciones del propio sector para salir adelante. Más allá de los aspectos más polémicos –el tema de las entradas a matar o el número de descabellos, que habrían quedado en agua de borrajas- se proponía una racionalización económica de la organización de los espectáculos menores que permanece en punto muerto. Con el más que previsible cambio de gobierno podría volverse al punto de partida pero ahí hay un trabajo que no debería convertirse en papel mojado. Pero hay que ir más allá: es indudable que los sectores más tradicionales agarrados al agro y los valores del mundo rural -y con él el propio mundillo taurino- se han agarrado al mensaje de VOX: cazadores, galgueros, monteros, rehaleros, vaqueros, mayorales, labradores... y no pocos matadores, banderilleros y aficionados que empezaban a ver cada vez más amenazada la supervivencia de una Fiesta convertida en la más barata moneda de cambio. La condena del toro servía para alegrar las pajarillas de las formaciones de extrema izquierda que persiguen, no nos olvidemos, dinamitar nuestro actual modelo de convivencia. ¿Para qué vamos a engañarnos? Las expectativas de pactos y cesiones habían creado una lógica inquietud en el sector. La Fiesta podría haber caído en las peores manos posibles. También en Andalucía.