Toros

Observatorio taurino: Pascua Florida...

La tradicional corrida del Domingo de Resurrección abre la puerta a un tiempo nuevo que mezclará la campaña electoral con los tradicionales actos que jalonan la preferia. Es tiempo de toros y de votos, también de recordar lo que pasó en la Feria de Abril de hace veinte años...

22 abr 2019 / 12:42 h - Actualizado: 22 abr 2019 / 12:47 h.
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  • El presidente andaluz, Juanma Moreno, y el matador de toros Paco Ojeda (d) durante la corrida del Domingo de Resurrección. EFE/Julio Muñoz
    El presidente andaluz, Juanma Moreno, y el matador de toros Paco Ojeda (d) durante la corrida del Domingo de Resurrección. EFE/Julio Muñoz

Esto ya está aquí. Lo anunció Alberto García Reyes con un inolvidable pregón que convirtió el teatro Lope de Vega en el vestíbulo de la ceremonia definitiva: la corrida del Domingo de Resurrección en la plaza de la Maestranza. Fue más brillante la antesala que el meollo del asunto. García Reyes, el compañero de ABC, acabó literalmente con el cuadro con un texto inolvidable convertido en protestación de su fe currista. Hacía falta dar la vuelta a la tortilla. Santiago de León, el teniente de Hermano Mayor de la Real Maestranza, había sabido cogerle las vueltas al pregonero después de aquel acto celebrado en el Paraninfo de la Universidad que sirvió, hace justo un año, para distinguir al propio Curro Romero. La ecuación venía hecha: el presentador de Alberto sólo podía ser el rector de la Hispalense, que también tiró de verso y prosa para introducir a un pregonero que ha abierto un tiempo nuevo para un acontecimiento que había tomado un aire excesivamente profesoral y académico en los últimos años. El Lope de Vega necesitaba ese soplo de aire fresco, más allá del brillo de otros nombres que, quién lo duda, han dado lustre al evento. Alberto García Reyes supo tirar de humor, calidad literaria, memoria taurina y de la reivindicación culta de una Fiesta sin la que no se puede entender la propia ciudad de Sevilla, convertida en definitivo retablo de un texto inolvidable. El tío lo bordó, para qué vamos a negarlo. Enhorabuena, amigo.

Parafernalia pascual

Las elecciones están a la vuelta de la esquina y el mundo del toro, ya lo saben, ha adquirido un inesperado protagonismo a raíz de su toma de visibilidad en los pasados comicios andaluces. A esa formación emergente que envenena los sueños de los partidos tradicionales –sí, hablamos de VOX- les salió rentable tomar bandera por el invisible mundo rural y sus tradiciones, entre las que se enmarca con especial brillo este mundo de las sedas y los oros que, en el mejor de los casos, era silenciado por otros partidos que, vivir para ver, se han puesto el mundo por montera con un irreductible entusiasmo. Este mismo domingo tuvimos la mejor prueba. En el callejón de la plaza de toros apareció don Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de la Junta de Andalucía que se llevó hasta la plaza de la Maestranza a sus toreros de cabecera.

En el mismo burladero del presi estaba el diestro malagueño Salvador Vega, otro coletudo que, degenerando, degenerando, ha llegado a las listas peperas de la capital de la Costa de Sol. Tampoco faltó a la cita un desmelenado y barbudo Miguel Abellán, matador de cuota en el séquito de Casado que también ha puesto sus complacencias en un aficionado práctico como Adolfo Suárez que se cortó la coleta en un recordado festival celebrado en Espartinas. Aquel día echó abajo un toro de cuatro yerbas y toda la barba. No se vayan todavía, que aún hay más: por el tendido 4 se vio pulular –guapísima, por cierto- a María Dolores de Cospedal. La doña ha tenido algo que ver, todo hay que decirlo, en la actual fachada de este renovado Partido Popular que se ha liado la manta y el capote de paseo después de algunos años de perfil con el hecho taurino. Pero no ha acabado el desfile: dentro de unos días llegará Morante y con él, el desembarco de su fiel Abascal, seguidor impenitente del diestro cigarrero que también ha fichado a su propio lidiador –el catalán Serafín Marín- para dar lustre a sus listas. En el contrapunto sufriremos la monserga de los cuatro o cinco ‘antis’ que dan la tabarra en los días de toros. Son tiempos electorales pero, llegados a este punto, conviene tomar nota de un hombre moderado y sensato como Juan Carlos Cabrera, teniente de alcalde delegado de Fiestas Mayores del Ayuntamiento de Sevilla. Las pronunció en la instroducción del pregón taurino del Lope de Vega: “La fiesta no tiene color político”. Pues eso.

Hace ya veinte años...

La efemérides se cumplió el Viernes Santo pero merece la pena recordarla hoy. La de 1999, hace ya dos décadas, fue la Feria de Abril de la faena de Emilio Muñoz al famoso toro ‘Jarabito’ de Zalduendo. También fue la de las últimas dos orejas que cortó Curro Romero en la plaza de sus amores o la de la lidia del toro ‘Olivito’, un célebre ejemplar de Cebada Gago que permanece en el recuerdo del aficionado. 1999 fue también la feria de la primera, última y única Puerta del Príncipe de un jovencísimo Morante de la Puebla que dio la vuelta a una feria en la que ya habían pasado muchas, muchísimas cosas. Fue en un lejano Lunes de Alumbrado. Hace veinte años ya pululaba por este diario un joven plumilla que firmaba una sección diaria, ‘El Apunte’, durante los días feriales. “¡Qué bien estuvo Morante! Y que felices fuimos los privilegiados que asistimos a su definitiva revelación. Con la noche acechante, con un millón de bombillas por encender, un chaval vestido de alamares prendió la llama de la auténtica torería: la que se apoya en el valor, la que juega con la muerte para salir contra viento y marea por la puerta de los sueños”. Es lo que escribió ese periodista que aún no lo era ni sabía que lo sería. Han pasado dos décadas. Para el que lo escribió y también para el que toreó. ¿Se repetirá este año el milagro? Aún la debe...