Observatorio taurino: Pensando en el final

El toro está imponiendo su ley de muerte y dolor en un mes de septiembre especialmente cruento en el que ya se vislumbra el confín de la larga temporada. El año, ya lo saben, tiene un intratable líder: es Andrés Roca Rey

18 sep 2018 / 11:44 h - Actualizado: 18 sep 2018 / 11:54 h.
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  • Paco Ureña podría perder la visión de su ojo izquierdo. / Efe
    Paco Ureña podría perder la visión de su ojo izquierdo. / Efe

El toro vuelve a sacudir con fuerza

El mes de septiembre está siendo intensamente cruento. Los percances de Pepe Moral, San Román y –especialmente- los del banderillero Vicente Varela y el matador murciano Paco Ureña han vuelto a poner de manifiesto la auténtica crudeza de esta profesión en la que los hombres se recubren de lentejuelas sabiendo que pueden estar vistiendo su mortaja. No es un recurso retórico. Las caídas, más que recientes, de Víctor Barrio e Iván Fandiño han renovado esa promesa de muerte que legitima esta hermosa profesión a pesar de las corruptelas que puedan ensombrecerla. Es verdad que se cometen abusos. Las redes sociales, implacables testigos de todas las esquinas de la vida cotidiana, han enseñado las reses impresentables a las que se han enfrentado algunos matadores en ruedos menores... y mayores. Pero es importante recalcar que cualquiera de ellas puede mandar al otro barrio a sus matadores. Los grandes suelen caer en las plazas chicas... No podemos finalizar este primer apartado sin poner una atención especial en el caso de Ureña, que pelea ahora en un hospital albaceteño por conservar la visión de su ojo izquierdo. No merecía este trago después de tantos años de sincero esfuerzo y buen toreo. El toro es así...

De la profusión de indultos

También se ha hablado, largo y tendido, de los numerosos indultos de reses que han salpicado la semana taurina que se fue. ¿Se deben indultar las reses auténticamente excepcionales que supongan un aporte genético a la cabaña brava? Rotundamente sí, independientemente de la categoría de la plaza y del rigor de la letra del reglamento. Otra cosa es el uso y el abuso de una moda que, eso parece, ha llegado para quedarse. El perdón de la vida lo suelen obtener animales de beatífica bondad y, sobre todo, gran durabilidad. Los vericuetos reglamentistas obligan en no pocos casos a que esos toros o novillos sean apuntillados en los corrales dejando el tema del pañuelo naranja en un discutible numerito que, en la práctica, sólo es un premio más para el matador. El indulto sólo debe ser una pasarela al campo pero en este punto es necesario llamar a la responsabilidad de toreros, ganaderos y presidentes. El público, posiblemente, también necesita una ‘reeducación’ taurina. Pero el reglamento o los reglamentos –ya dijo el gran Paco Ojeda lo que pensaba de ellos- se han quedado definitivamente obsoletos. Urge retomar el tema favoreciendo el espectáculo pero, especialmente, el tesoro genético que, de vez en cuando, termina fulminado de un puntillazo en un oscuro chiquero. Tan estúpido es defender a ultranza el perdón de la vida de los toros como un capítulo más de la lidia como condenar los indultos de las reses que lo merezca. ¿Quién le pone el cascabel a ese gato?

La campaña apura sus últimos sorbos

Pasadas las innumerables advocaciones que saludan a María Santísima en torno al 8 de Septiembre –es la auténtica fecha que condensa la mayor densidad de festejos taurinos en todo el año- se adivina el final de la intensa temporada. El año, eso está claro, ya tiene su (Roca) rey. El joven matador peruano ha impuesto su ley sobre el resto del gremio de la coleta abriendo la puerta de un tiempo nuevo. Andrés viene a mandar y quedarse. El cartel que ha compartido en algunas plazas con Ponce y El Juli ha escenificado, de alguna manera, ese relevo generacional que ya es un hecho consumado. Las cotizaciones de unos y otros van a experimentar un necesario reajuste. Y hablando de El Juli: este mismo martes se cumple el vigésimo aniversario de aquella alternativa nimeña que la trayectoria novilleril del precoz maestro convirtió en acontecimiento. La corrida se retransmitió en directo en unos tiempos –no tan lejanos- en los que el toreo aún estaba instalado con desacomplejada cotidianidad en los hogares de muchos españoles. A veces conviene mirar atrás para constatar lo que hemos ido dejando por el camino.