Ponce: pero sigo siendo el Rey

Repaso a San Isidro. La salida a hombros del incombustible maestro valenciano ha marcado la penúltima semana del largo serial madrileño junto a las serias actuaciones de Miguel Ángel Perera y Andrés Roca Rey

04 jun 2017 / 08:36 h - Actualizado: 04 jun 2017 / 08:36 h.
"Toros"
  • El maestro de Chiva cortó una oreja a cada uno de sus enemigos de la corrida del viernes y abrió la puerta grande de la plaza de Las Ventas –la segunda de un matador– en loor de multitudes. / Fotos: Efe
    El maestro de Chiva cortó una oreja a cada uno de sus enemigos de la corrida del viernes y abrió la puerta grande de la plaza de Las Ventas –la segunda de un matador– en loor de multitudes. / Fotos: Efe
  • Miguel Ángel Perera rozó la perfección en su faena a un buen toro de Victoriano del Río.
    Miguel Ángel Perera rozó la perfección en su faena a un buen toro de Victoriano del Río.
  • Ponce: pero sigo siendo el Rey

sevilla{Conviene comenzar por el final de esta penúltima semana de toros, abrochada por la apoteósica salida a hombros de Enrique Ponce, que cumplía su único compromiso en la interminable isidrada para confirmar la alternativa de un presunto joven valor que se quedó en punto muerto. Entre el maestro y el neófito se ubicaba David Mora que, entre unas cosas y otras, no acabó de redondear con uno de los mejores ejemplares de la tremenda, estupenda –y discutida– corrida de Garcigrande.

Pero el ambiente era propicio al maestro valenciano, que rompió cualquier maleficio desde que se abrió de capa con el segundo de la tarde. El recital de lances de manos bajas; la lidia precisa y bien escenificada o el quite de aladas chicuelinas fueron cantando lo que iba a pasar. Esa brega también había revelado las grandes posibilidades del toro de la familia Hernández que Enrique Ponce aprovechó en una labor imaginativa, siempre templada y a favor del animal que sólo vivió un bajón argumental cuando se echó la muleta a la mano izquierda. Ponce, perro viejo, lo arregló por el otro lado en preciosos y expresivos muletazos genuflexos renunciando a alargar un metraje que en Madrid sigue siendo fiel a la máxima de Antoñete: «Pronto y en la mano». Un metisaca inoportuno precedió a la estocada definitiva pero la oreja iba a caer. Era de cajón.

Cuando salió el cuarto se mascaba la puerta grande. Fue un animal burraco de apabullante presencia y astas descaradas y aliradas que permitió ver la otra cara del incombustible maestro de Chiva. Con el toro anterior había sido el desmayo; con éste llegó el poder y la capacidad para buscarle las vueltas. La espada no fue óbice para cortarle esa nueva oreja que le franqueaba el camino glorioso de la calle de Alcalá. Es la cuarta de una carrera que ya camina por encima del bien y del mal. En su cuerpo se lo lleva.

Hay que seguir contando cosas, de mayor a menor importancia, comenzando por el corridón de Victoriano del Río que propició la tarde más globalmente feliz de todo el serial. Fue el pasado miércoles, despidiendo el mes de mayo. En el cartel figuraban los nombres de Miguel Ángel Perera, Alberto López Simón y Andrés Roca Rey, que se repartieron la suerte –y la aprovecharon– de forma dispar. La memoria rescata el faenón macizo y rotundo del mejor Perera que le valió una oreja de peso específico. Roca, que no había tenido opciones con el tercero, reveló su raza de inminente gran figura cortando otro trofeo al sexto toreando por su palo más clásico. Pero, ay, el lote más completo de victorianos había caído en manos de López Simón, que se perdió en su propio laberinto despidiendo su particular sanisidro muy tocado del ala. Su papel cotiza a la baja.

Ya les habíamos mencionado la escasa sintonía de David Mora con el tercero de Garcigrande, uno de los mejores toros que han saltado al ruedo madrileño. Mora sale de San Isidro con un toro al corral y una oreja en la talega pero también acompañado de demasiadas dudas y discusiones sobre sus limitaciones técnicas. Ojalá solo sea un bache pasajero. En esa misma corrida, la del triunfo de Enrique Ponce, había confirmado la alternativa el nuevo diestro valenciano Varea, que se queda en el limbo y sin anunciar demasiada proyección. ¿Será uno más? Tiempo al tiempo. Retomamos el hilo cronológico en sentido inverso para detenernos en el espectáculo más decepcionante del serial, propiciado por una deprimente corrida de Juan Pedro Domecq con la que se estrellaron los esfuerzos de Manzanares y el confirmante peruano Joaquín Galdós. El encierro fue remendado por un noble sobrero de Criado Holgado al que Cayetano toreó con cierta compostura pero no siempre reunido.

No se vayan todavía que aún hay más: en la jornada del martes 30 de mayo se celebró una nueva novillada que acartelaba a tres cachorros precedidos de buenas credenciales. Se anunciaban Leo Valádez, Andy Younes y Diego Carretero. Algunos apuntaron; otros ni siquiera desenfundaron y los tres, ojo, se quedaron sin disparar con la novillada de Montealto. El futuro es incierto. El lunes se había lidiado otra de las muchas corridas decepcionantes que han jalonado esta interminable isidrada. Morenito de Aranda, Iván Fandiño y Gonzalo Caballero despacharon un encierro de Pereda que sólo sirvió para certificar la valentía de Gonzalo Caballero que compartió cartel con un opaco Fandiño y un desapercibido Morenito de Aranda.

Y hace exactamente una semana, en jornada dominical, había llegado la tercera entrega ecuestre del serial. Diego Ventura, intratable, compartió su enésima salida a hombros con el joven rejoneador extremeño Leonardo Hernández con el que actuó mano a mano. Eso sí, en el ambiente ha quedado cierta sensación de haber tocado un techo que puede conducir a la especialidad a una decadencia peligrosa. El jinete de la Puebla del Río ya se quejó en Sevilla de enfrentarse a los mismos toros que han propiciado sus dos puertas grandes madrileñas. En el rejoneo se han alcanzado cotas que hace años eran difíciles de imaginar pero ha sido a costa de lidiar un toro escasamente inquietante y abusivamente afeitado. Por ahí está el camino a seguir.

La semana objeto de análisis había comenzado con otra confirmación, la de Francisco José Espada, que tuvo como padrino a Joselito Adame y de testigo a Ginés Marín. La corrida de Lola Domecq no fue apta para demasiadas florituras pero sobresalió la entrega madura del manito Adame, que mató tres por el percance que dejó a Espada compuesto y sin novia. Marín, con su triunfo reciente, quedó casi inédito.

Ponce comparte ya con Ginés Marín la condición de triunfador de la isidrada. Pero aún queda otra larga semana de toros, trufada de apuestas presuntamente toristas para encender la traca final de San Isidro. En la lista figuran las corridas de Cuadri, Adolfo Martín, Dolores Aguirre, Victorino Martín y... Miura. En el cartel de la mítica divisa destaca el nombre de Eduardo Dávila, que vuelve a apuntarse al hierro familiar para conmemorar el 175 aniversario de la vacada, que nunca ha salido de las mismas manos, de los mismos apellidos. Después llegará las corridas extraordinarias de la Cultura –invento de nuevo cuño– en el que ya suena el nombre de Marín para completar un cartel en el que son fijos Morante y Cayetano y los toros de Núñez del Cuvillo. El cartel de la Beneficencia sí está cerrado: El Juli, Manzanares y Talavante despacharán una corrida de Victoriano del Río. También se lo contaremos en su momento pero antes estaremos pendientes de otra semana de toros, la definitiva recta final de este mundial del toreo que franqueará el inminente verano taurino. ~