Reivindicación de Chaves Nogales

¿Qué dimensión histórica habría alcanzado Joselito con un biógrafo como el gran periodista sevillano? Esa pregunta nos lleva al tiempo de hoy. ¿Gozan nuestros toreros de juglares de sus hazañas? ¿No sería Morante un excelente sujeto literario?

07 nov 2017 / 11:00 h - Actualizado: 07 nov 2017 / 11:06 h.
"Observatorio taurino"
  • Morante, en su salsa antes de la novillada celebrada el pasado mes de enero en La Puebla del Río. / A.R.M.
    Morante, en su salsa antes de la novillada celebrada el pasado mes de enero en La Puebla del Río. / A.R.M.

El valor de una firma: ‘Letras en Sevilla’

Manuel Chaves Nogales, el gran periodista sevillano al que helaron el corazón las dos Españas, está de actualidad. Las recentísimas jornadas organizadas en Cajasol bajo el título ‘Letras en Sevilla’ han revalorizado una figura de obligado estudio y necesaria referencia. Nos interesa, por razones de espacio, la vertiente taurina de ese atractivo ciclo organizado por Jesús Vigorra y Arturo Pérez Reverte que contaron con el cineasta Agustín Díaz Yanes -hijo del cuerpo- y el periodista italiano Marco Cicala. Se trataba de desentrañar las claves de una obra imprescindible a un lado u otro de las fronteras del mundillo taurino. Hablamos de ‘Juan Belmonte, matador de toros’, esa biografía novelada que convirtió al grandioso diestro trianero en leyenda. Vigorra se escondía un as en la manga: la aparición fulgurante de Morante de la Puebla, que había accedido a participar en la sesión rogando encarecidamente que su nombre no apareciera en los carteles.

¿Qué le debe Juan Belmonte a su biógrafo?

El caso es que Morante iba a dar una dimensión inesperada a la charla prestando una visión intransferible: el retrato de un torero visto por otro torero que, como Belmonte, cultiva otras inquietudes más allá del ruedo. También anduvo por allí -no sabemos sí se le esperaba- el diestro jerezano Rafael de Paula. Es mejor que lo dejamos ahí. Nos interesa la aportación de Morante, que aportó una clave irrebatible. “La imagen que tenemos actualmente de Belmonte, gran parte de ella, es gracias al libro”, espetó el diestro cigarrero que se miró en el mismo espejo para bucear en su propia génesis como torero: “Cuando uno empieza y se pone delante de las becerras la sensación es muy parecida a lo que se describe en el libro” señaló el impar torero afirmando que “el toreo es un ejercicio espiritual, algo que ya decía Belmonte, y en ese espíritu hay una penumbra que es complicado de describir y de decir lo que realmente está pasando”.

Gallito: algunas dudas más que razonables

Morante, de alguna manera, abrió una puerta a su propio mundo interior, eclipsado tras esa farragosa y cotidiana puesta en escena que oculta su auténtica meta como artista: la naturalidad. El diestro de La Puebla es, posiblemente el torero con mejores y mayores aristas literarias de la actualidad. Por concepto, filosofía personal, por esos sonidos negros que a veces rompen su toreo... hasta por el marco geográfico -la Marisma- del que siempre parte y al que siempre vuelve. Pero la pregunta es otra. Como el viejo coronel de García Márquez, Morante no tiene quién le escriba en estos tiempos, tan malos para la lírica. Chaves Nogales construyó un sujeto literario partiendo de la figura de Juan Belmonte que ha perdurado hasta nuestros tiempos. Esa biografía -o novela- también apuntaló su condición de revolucionario del toreo, sujeta a revisión en los últimos tiempos por otros autores que se han ocupado de seguir ese hilo invisible. Juan dijo un día que José le había ganado la partida en Talavera. Seguramente no era cierto. Gallito, auténtico preconizador del toreo moderno, no gozó de los mismos cantores. Pero siguen las preguntas: ¿Qué habría sido de la estela de Joselito con un Chaves Nogales? Su muerte en las astas de ‘Bailaor’ se quedó sin opúsculo. Sí lo tuvo su cuñado Ignacio Sánchez Mejías, catorce años después, en la arena ardiente de Manzanares. La pluma de Federico García Lorca hizo el resto. Podríamos seguir formulando otros interrogantes. Posiblemente encontraríamos alguna respuesta pero alcanzamos una única certeza: los toreros se han quedado sin cantores. Hasta ahí llegamos por hoy; pero no podemos marcharnos sin enviar el más sentido, sincero y estrecho abrazo de toda la familia taurina sevillana a Alfonso Ordóñez Araújo. Su hijo Cayetano se marchó antes de tiempo. Descanse en paz.