Serna y Silvera quedan en tablas

Ambos novilleros brillaron a gran nivel y empataron a dos orejas en el festejo que inauguró la onubense Feria de Colombinas. Rodrigo Molina se marchó de vacío

04 ago 2017 / 09:04 h - Actualizado: 04 ago 2017 / 09:06 h.
"Toros"
  • El sevillano Rafa Serna y el onubense Emilio Silvera salen a hombros de la Plaza de la Merced. / Fotos: Nuevo Tercio Comunicación
    El sevillano Rafa Serna y el onubense Emilio Silvera salen a hombros de la Plaza de la Merced. / Fotos: Nuevo Tercio Comunicación

La cita tenía un doble morbillo choquero y sevillano que había llevado al coqueto coso de la Merced a aficionados de un lado y otro de la raya del Condado. Los tres novilleros, nacidos en la orilla del Guadalquivir, deben mucho al coso de la Vega Larga. Dos de ellos –Silvera y Molina– son nietos de dos alcaldes de la ciudad de Huelva. El tercero, Serna, debutó en esta plaza con picadores con sonoro éxito y será Huelva el último escenario de resonancia que pise antes de su alternativa sevillana. Silvera, además, es hijo del cuerpo. Su padre es uno de los últimos matadores de cierta fama que ha dado la ciudad de las playas de terciopelo.

Los novillos de Villamarta, que pacen en tierras onubenses de Paymogo, completaban el retablo de trazos choqueros. El primero, sin entrega y con la cara por las nubes, no le puso las cosas fáciles a Rafa Serna, que comprobó muy pronto que tampoco estaba sobrado de fuerza. La faena no pudo pasar de meros apuntes por el lado izquierdo y buena actitud. La espada la dejamos en regular... Con el cuarto, que tuvo más presencia, planteó una faena ligada, firme, asentada y de ritmo creciente, que rompió definitivamente en un cambio de mano por la espalda. Los muletazos tuvieron trazo macizo y hasta se marcó una poncina para rubricar una labor que, esta vez sí, tuvo contundente firma con la espada. Las dos orejas le supieron a gloria.

En los corrillos aún se comentaba la reveladora faena de Silvera, hace un año, en esta misma plaza. Entonces le echaron el novillo al corral pero quedó el poso. El segundo de Villamarta, de escaso motor, sí le permitió torear con tanta firmeza cómo sentido del temple: en los ayudados iniciales, el toreo fundamental y los larguísimos pases de pecho. Silvera tiene personalidad; torea con acento propio y, lo mejor, estuvo muy por encima de un enemigo al que cuajó muletazos excelentes sobre ambas manos. Le quedaba el quinto, un utrero fuertecito que propinó una soberana paliza a Juan Luis Serrano a la salida de un par de banderillas. El torete tuvo cierta nobleza pero también le sobró sosería y acabó desarrollando peligro sordo. A pesar de todo lo acabó toreando a placer con la zurda en larguísimos muletazos de seda. Cortó una oreja que le terminó de franquear la puerta grande. Ojo a este. Merece más y mejores oportunidades.

Rodrigo Molina se estiró en los lances de recibo al abanto novillo que hizo tercero y se puso a torear desde el primer muletazo. Hubo actitud y entrega. También algunas desigualdades fruto del verdor y las dificultades que le planteó el utrero, que fue declinando sus bríos a la vez que se desinflaba el pulso de la faena. Se había quedado atrás en el marcador y la noche ya se había adueñado de la plaza de la Merced cuando salió el sexto, un ejemplar cuajado y bravucón que no terminó de entregarse en la muleta a pesar de los esfuerzos del novillero. Al joven Rodrigo le tocó marcharse a pie de la plaza. Sus compañeros la habían abandonado a hombros.