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Talavante: estudiando el último día

El diestro extremeño redondeó en la Feria de San Miguel de Sevilla una temporada de medio tono

15 ene 2018 / 06:44 h - Actualizado: 15 ene 2018 / 09:43 h.
"Toros"
  • Singular imagen, en 360 grados, de un entrenamiento de Alejandro Talavante. / Mikel Urmeneta
    Singular imagen, en 360 grados, de un entrenamiento de Alejandro Talavante. / Mikel Urmeneta

La historia es aún reciente. Alejandro Talavante se había convertido en el inesperado diestro base de la Feria de San Miguel de Sevilla. La ausencia definitiva de Manzanares y la sustitución fallida por Ferrera forzaron la repetición. Pero ese doblete en la clausura maestrante, para qué negarlo, había despertado escaso entusiasmo en el aficionado. La tibieza de sus esfuerzos y el signo de la temporada del torero pacense –además del tono gris mostrado en la Feria de Abril– no eran los mejores avales para volver a presentarse ante la cátedra hispalense pero, lo que son las cosas, Talavante se iba a marchar del coso maestrante convertido en el último triunfador de su abono.

El diestro de Badajoz había culminado la Feria de Abril navegando como una sombra de sí mismo en la remojada tarde de los garcigrandes y cortando una oreja tan intrascendente como olvidada de un buen toro de Cuvillo al que no llegó a exprimir por completo. Al fin y al cabo, ése iba a ser el tono global de una temporada que iniciaba con la comodidad del colchón que le prestaban los Matilla, con los que se había marchado –para sorpresa del toreo– a mitad de la temporada anterior después de romper con las huestes de la FIT de Bailleres. Talavante se sabía colocado en todas las ferias y en esa tesitura, se dejó llevar por su propia corriente dejando en evidencia su fama de virtuoso además de la sensación de que podía dar más, muchísimo más.

Había abierto fuego cortando oreja en Olivenza. Sin puntuar en Valencia, sí consiguió desorejar por partida doble un ejemplar de Garcigrande en Castellón aunque después de pasar por el doble compromiso de Sevilla, le esperaban hasta cuatro pases en Las Ventas. Entre medias hubo sendos sorbetes triunfales en Valladolid y Jerez pero la cita madrileña se había convertido en la auténtica apuesta del año. En su primer pase lidió la estupenda corrida de Cuvillo, que puso su mejor lote en manos del extremeño. Talavante cortó una oreja después de sufrir una cornada del encastado quinto. ¿Pasó los límites el Tala? ¿tiró realmente la moneda más allá de su presunto y cantado virtuosismo? Esos dos toros demandaban cierto plus que no cruzó. Falto ese algo más que, un año antes, sí había mostrado en Las Ventas.

Unos días después sí se acercaría a su auténtico ser poniendo luz en el túnel en el que se había convertido la corrida de la Prensa. Le quedaba la corrida de Victorino, en la que volvió a enseñar sus avales sin poner el motor a tope. Se había conformado con un honroso notable pero Talavante tiene talento de sobra para el sobresaliente. Aún le quedaba la cuarta cita en la Corrida de Beneficencia. Pero no pasó nada.

A partir de ahí, la temporada inició su curso medio sin salir de un tono tibio. Salió a hombros en Alicante por San Juan pero el triunfo rotundo se resistió hasta el tres de agosto en el Coliseo Balear de Palma de Mallorca. El goteo de orejitas se mantuvo hasta el día 20 en Sanlúcar. En Bilbao hubo pitos aunque dos días después, el 26 de agosto, se sacudió algunos fantasmas llevándose tres trofeos de una corrida de Jandilla en San Sebastián de los Reyes. También hubo doble premio en Valladolid, Murcia y Salamanca; triplete en Albacete... Talavante empezaba a despertarse de su larga siesta aunque las cosas volvieron a torcerse momentáneamente en Nimes y se enderezaron en Logroño. Había llegado esa doble cita de Sevilla que el extremeño resolvió enseñando trazos de su esplendor en la primera tarde y, definitivamente, sacando lo mejor de sí mismo en la segunda después de ceder los trastos del oficio a Serna, que resultó herido.

Talavante repetía en Sevilla obligado a superar ese conformismo que le había hecho navegar por la temporada con aire de funcionario. Y rozó sus mejores fueros con el toro más potable del envío de los Matilla al que cuajó un trasteo redondo, reunido e inspirado que reveló su verdadera capacidad artística. El torero repitió la misma impresión con el segundo y también apostó en el que mató por Serna. Da la impresión de que Talavante da lo que quiere. Pero lo que es seguro es que puede dar más, mucho más de lo que deja caer a cuentagotas en sus tardes más conformistas. Su toreo espatarrado, con la muleta arrastrada por la arena, no tiene parangón y esta lejos, lejísimos de esa versión de telas voladas y trazo facilón que le hace cortar orejitas olvidadas. El torero de Badajoz tiene la moneda pero el tiempo también corre en contra. De él depende