Menú

Talavante: tiempos para la lírica

El diestro extremeño cumple una década de matador logrando la definitiva madurez

21 nov 2016 / 08:57 h - Actualizado: 21 nov 2016 / 09:02 h.
"Alejandro Talavante"
  • Talavante ha logrado cuajar, sin lugar a dudas, la mejor temporada de su trayectoria. / El Correo
    Talavante ha logrado cuajar, sin lugar a dudas, la mejor temporada de su trayectoria. / El Correo

Le ha costado una década pero ha conseguido convencer a los que aún mostraban escepticismo o impaciencia. Talavante, que ya concretó muchos avances en 2015, ha logrado detentar el marchamo de torero virtuoso. Más allá de la fulgurante aparición de Roca Rey y de algunas faenas luminosas y puntuales que han marcado la temporada, el Tala puede ser considerado el torero más importante de 2016. Pero más que las cifras nos importa el concepto; la profundización interior del matador para convertir la facilidad en virtuosismo. Alejandro ha logrado codificar un lenguaje torero personal y, eso es lo más importante, ha conseguido imponérselo a un creciente número de toros de todo tipo y condición.

Fiel a su estilo volátil, Talavante también logró sorprender en el apartado de la política taurina. Se bajó en marcha de un tren que empezaba a renquear para él. Hablamos de la famosa Fusión Internacional por la Tauromaquia, la F.I.T., que se hizo cargo de su apoderamiento a comienzos de 2015 después de gestionar la temporada americana previa. Alejandro asombró entonces también. La decisión colocaba en la picota a Curro Vázquez. Era cuestión de tiempo... Curro siguió la estela de Manolo Chopera, que le aseguró sitio y caudales en sus momentos de mayor irregularidad y discusión profesional. Pero el Tala no debía encontrarse agusto con el equipo de Bailleres y decidió cortar por lo sano a comienzos de junio. ¿Se trataba de dinero? ¿Del número de contratos? ¿Demandaba una atención más exclusiva? Espoleado por los éxitos primaverales volvía a sorprender a propios y extraños al escoger la gris seguridad que le ofrecía Toño Matilla. A algunos les supo a cuerno quemado. Cosas del toreo...

La temporada particular del diestro extremeño comenzó en do mayor. Cortó tres orejas en la apertura de Olivenza antes de puntuar con nota en las ferias levantinas. En el horizonte se dibujaba el Domingo de Resurrección sevillano, única tarde que el torero extremeño aceptó en el abono hispalense después de los dos años de ausencia que siguieron al las explosivas declaraciones de Eduardo Canorea y el famoso levantamiento del otoño de 2013. Hubo reconciliación a orillas del Betis, sí, pero Talavante como Perera quiso marcar aún algunas distancias. Pero el triunfo llegó. El Tala cortó una de las orejas más valiosas que ha cosechado en la plaza de la Maestranza desde los lejanos tiempos –casi una década– en los que se destapó con aquel natural interminable a un toro de Torrealta o en la faena al cuvillo que le abrió su única Puerta del Príncipe. Pero hay que volver a la tarde del Domingo de Resurrección de 2016. En la crónica publicada el Lunes de Pascua en El Correo hablamos de «capacidad de improvisación, imaginación, sentido del ritmo, capacidad de colocación...». Son algunas de las constantes que mantuvo el torero a lo largo de la temporada. Aquella tarde abrileña también hablamos de «ecuación de sitio y sentido de la escena». La reseña, de alguna manera, se convirtió en la hoja de ruta posterior. Más allá de los trofeos obtenidos se estaba marcando el hilo argumental de su campaña pero aún podía faltar algo...

Pasada Sevilla, Talavante se pegó la excursión mexicana Ciudad Juárez y Aguascalientes que ahora es ineludible en la clase alta del escalafón. Después de garbeo azteca le esperaban tres tardes –tres– en los Madriles. Y Alejandro iba a salir revalorizado del envite, transfigurado en definitiva figura del toreo. Fue en la fiesta del patrón: ese 15 de mayo en el que Roca Rey abrió la puerta grande despejando su camino hacia la cumbre. Pero aquella tarde se iba a producir otro hecho memorable. Talavante pasó una raya que aún no había cruzado; la única que le faltaba por saltar. El diestro extremeño confirmó su auténtica valía taurina enfrentándose a un fiero y enorme jabonero de Núñez del Cuvillo –los toros más duros suelen salir en las ganaderías mal llamadas comerciales– y reveló registros desconocidos. La faena recordó a otros animales y otros matadores –Paquirri con Buenasuerte, Capea con Cumbreño o Ponce con Lironcito– que se jugaron el ser o no ser en circunstancias parecidas. Cortó una sola oreja pero mereció salir en hombros. Ya no había dudas.

El resto de la campaña mantuvo esas constantes de creatividad y capacidad. Alejandro sólo dejo de pisar la plaza de Bilbao y coronó su temporada por todo lo alto en el Pilar de Zaragoza. Su papel cotiza al alza...