Temporada 2018: el año que se indultó a ‘Orgullito’

El Juli escaló una de las cumbres de su vida taurina cuajando y logrando el perdón de la vida de un gran toro de Garcigrande en la pasada Feria de Abril. En Primavera brilló la ausencia de Morante que esperó hasta San Miguel para su reencuentro con la plaza de la Maestranza

18 oct 2018 / 10:27 h - Actualizado: 18 oct 2018 / 11:53 h.
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El festival del pasado día 12 supuso el cierre sentimental de la temporada 2018 en la plaza de la Maestranza. El largo clarinazo que marcaba el final de aquella tarde inolvidable –por lo que pasó en el ruedo y fuera de él- también sentenciaba un año en el que, como en botica, ha habido de todo. Hablamos de una temporada que tuvo que aguardar las estrategias de Morante –esperó a San Miguel para su doble cita sevillana- para poner en pie su verdadera columna vertebral: la Feria de Abril. Pero el diestro de La Puebla ya había escenificado antes su compromiso maestrante después de la falsa o estratégica retirada del año anterior. Lo hizo llevándose a Ramón Valencia hasta su casa de La Puebla para que estampara su firma sobre la mesa de despacho que perteneció a Gallito. El empresario cogió la carretera pensando que aún podía convencerlo para estar en abril. Pero no pudo ser...

Morante dejó llegar la Feria del Caballo de Jerez para iniciar su particular campaña de la mano de Manolo Lozano. Para entonces, el ciclo abrileño ya había entrado en la historia gracias al indulto de ‘Orgullito’, el célebre toro de Garcigrande que embistió con bravura ‘posmoderna’ en el capote y la muleta del mejor Juli. Son las cosas del toreo. El diestro madrileño había bajado a su propio infierno hace algo más de un lustro, en esta misma plaza y con un toro de Victoriano del Río que le infirió una de las cornadas más graves de su vida. La providencia quiso que fuera un animal de otro de sus hierros predilectos, cinco primaveras después, el que le elevara al cielo en una grandiosa actuación que ya forma parte de los anales del coso. Pero es que El Juli se encontró esa misma tarde con otro ejemplar de altísima nota al que cortó dos orejas un punto desmesuradas para un trasteo algo más tibio.

El siguiente matador del palmarés abrileño fue José María Manzanares pero... ¿Qué le pasa a Josemari? En primavera se acercó a sus mejores fueros con un excelente ‘cuvillo’ al que toreó de forma excepcional aunque, eso sí, dejando la impresión de guardarse algo dentro. Esa misma impresión volvería a repetirse con otro toro de nota, el mejor del decepcionante envío de Juan Pedro Domecq, al que cuajó sin clamor y mató de cine. Se llevó tres orejas para Alicante pero, posiblemente, puede y debe estar mejor tal y como demostraría hace casi tres semanas en la Feria de San Miguel. El alicantino, ahora sí, estuvo cerca de sus mejores fueros y rozó la Puerta del Príncipe. Aún le queda un tranquito para recuperar su mejor ser. Se le sigue esperando.

El tercer triunfador del ciclo abrileño, otro año más, es Pepe Moral. Ya había cortado una oreja a la corrida de Las Ramblas -un festejo desambientado y varado en tierra de nadie- gracias a su excelso toreo al natural. Pero salió resuelto a triunfar en la miurada sorteando, además, el mejor lote del envío. Se llevó dos orejas que estuvieron a punto de ser tres. A partir de ahí, su papel volvió a cotizar al alza. ¿Y qué decir de Roca Rey? El paladín limeño salió revalorizado de Sevilla por Abril preparando su papel de gran triunfador de la temporada española. Pero Roca aún tenía una última tarde en San Miguel que se acabó convirtiendo en decepción. El impresentable y podrido encierro de Matilla escogido para la ocasión –la ganadería charra ya había encallado en primavera- impidió el triunfo que venía buscando el joven matador limeño para redondear su año. El asunto escoció, y mucho. Aún sigue coleando.

Ferrera, el gran triunfador de 2017, anduvo cerca de llevarse otro trofeo esbozando su nueva versión manierista que, visto lo visto, ha sido menos rentable que ese clasicismo natural que enamoró el año anterior. Cuidado... Detengámonos en el extraño caso de Talavante: gustaron las bonitas faenas que endulzaron el mal trago de los toros de Matilla en abril; desesperó la incompetencia absoluta con la que despachó la de Garcigrande y enamoró su gran trasteo al tercer ‘cuvillo’ que le sirvió de desagravio. Hace algunos días ha anunciado su retirada por tiempo indefinido. ¿Estará en Sevilla en 2019?

Pero hay más cosas buenas que contar de la Feria de Abril, como la proyección que anuncia Pablo Aguado, entregado, templado y natural con un buen lote de Torrestrella. Lo confirmaría fuera de Sevilla en las pocas oportunidades que le han dado y lo rubricaría en el otoño madrileño. Merece estar bien colocado el próximo año. Tampoco hay que olvidar el trofeo que se llevó Ponce sin terminar de despeinarse con un buen ‘garcigrande’; dejemos también en el cuadro de honor abrileño la versión más genuina de El Fandi; el arte y ensayo de Curro Díaz o los esfuerzos de Ginés Marín. Menor entidad, ésa es la verdad, tuvieron los trofeos obtenidos por Bolívar o Garrido aunque tampoco hay que olvidar el que le pidieron con fuerza a Padilla, que protagonizó una apoteósica despedida del coso sevillano en su comparecencia septembrina.

Poco más hay que contar de la temporada de los matadores en el coso maestrante. Cadaval tomó la alternativa en un cartel de lujo pero enseñando progresos. En el limbo se quedaron toreros como Lama, Serna, Adame, Perera o Román, que resultó herido. También hay que mencionar la mala suerte de Escribano o los esfuerzos de Luque en la decepcionante corrida de Victorino. Mucho menos recuerdo dejaron Javier Jiménez, El Cid o Castella aunque será mejor olvidar las actuaciones de Juan Bautista –otro de los toreros retirados este año- y, sobre todo, la de López Simón. Ah, y Morante: cumplió las dos tardes de San Miguel dejando aislados paisajes con figuras. Pero no le embistió ni uno solo de los cuatro toros que despachó. No nos olvidamos de los rejones. La empresa programó un festejo de mero relleno que hizo brillar aún más la ausencia de Diego Ventura, que se marchó a Espartinas el mismo día y a la misma hora para encerrarse con seis toros. Puede, debe y tiene que volver a Sevilla.

Aún hay sitio y tiempo para un apresurado repaso ganadero, empezando por las decepciones. La peor corrida fue la de Matilla, que volvió a fracasar sin paliativos en septiembre provocando un gran escándalo en una de las tardes que más y mayor expectación habían despertado; un único ejemplar -de muy buena nota- salvó la de Juan Pedro en abril que sí lidió una gran corrida de toros en septiembre. En la Feria también fallaron los esperados encierros de Jandilla y Victorino. A partir de ahí se pueden reseñar ejemplares sueltos dentro del desigual envío de Victoriano del Río; también sirvieron tres de Las Ramblas; dos en la de Torrestrella; hasta tres en la ganadería debutante de La Palmosilla; tres o cuatro en la noble corrida de El Pilar; dos excelentes toros en el serio encierro de Fuente Ymbro y un nobilísimo cuarto miura. Dejamos aparte Garcigrande y Cuvillo. Se acercaron al ideal del toro de Sevilla

DE LAS NOVILLADAS

La empresa programó seis novilladas picadas en las tardes de los domingos de mayo y las noches de los jueves de junio que dejaron un sabor más agrio que dulce. La primera en golpear fue la ganadera sevillana Rocío de la Cámara que lidió un estupendo encierro que sumó excelente presentación y buen juego que puso en evidencia a la terna que lo estoqueó. Hay que tirar de notas para recordar que David Salvador cortó una oreja y, a su manera, salvó los muebles en medio del suspenso general.

La misma canción se iba a repetir el domingo 28 de mayo. La novillada se había anunciado de Guadaíra pero acabó siendo remendada borrada del mapa por los tres novillos que lidió Fuente Ymbro. Hubo uno excelente, otro de auténtica revolución y un tercer ejemplar potable que dejaron cacareando y sin plumas a Ángel Sánchez, Carretero y Téllez.

Las tornas cambiaron, para bien, el día del Corpus. Era, sobre el papel, el cartelito de mayor alcurnia pero el pobre acabó echando la pata a los ricos. Hablamos del ecijano Ángel Jiménez, felizmente renacido a la profesión, que supo enhebrar la calidad expresiva de su toreo a una renovada raza de novillero antiguo. Se llevo una oreja de peso y marcó el nivel más alto de este ciclo de novilladas picadas. Silvera se curró ese día otro trofeo, apoyado en la contudencia de su espada. Cadaval, que volvió en septiembre para hacerse matador con absoluta dignidad, mostró mejor y mayor disposición que otras tardes. Ah, los novillos del Parralejo sirvieron...

En el cuarto festejo llegó la nocturnidad, también un frío inesperado. Hay que anotar la entrega y las ganas de hacer las cosas bien de Calerito pero la novillada de Dolores Rufino fue un áspero bocado que dejó al descubierto la escasa preparación de Jesús Muñoz. Pacheco, que completaba la terna, mostró oficio pero no dejó huella. Mucho más entretenido fue el quinto festejo: Gustó la solvencia de García Navarrete, agradaron las formas de Carlos Ochoa y cayó de pie Daniel de la Fuente, muy jaleado por los suyos, en su debut con caballos. Quedaba la sexta novillada: los novillos de Partido de Resina dieron poquísimo juego...

Aún hubo una séptima novillada como prólogo a la feria de San Miguel en la que estaba cantada la presencia del ecijano Ángel Jiménez para llenar el primer casillero en blanco que había dejado la empresa en marzo. Se le sumaron Juan Silva ‘Juanito’ y Francisco de Manuel, que no barajaron demasiadas opciones con el encierro de Talavante que se había reseñado. Eso sí, el portugués Juanito enseñó calidad y disposición.

CICLO DE PROMOCIÓN

No hay que olvidar que las noches de los jueves del mes de julio. A la final llegaron El Primi, de Cañada Rosal y presentado por la Escuela de Sevilla, como el rondeño Pablo Páez. Completaba el cartel el toledano Juan José Villa ‘Villita’, que se presentaba por el centro ‘Yiyo’ de la Comunidad de Madrid. Habían cortado otros trofeos en los festejos clasificatorios el extremeño Manuel Perera y el valenciano Borja Collado, que reunió méritos para sumarse a esa final que se llevó de calle Villita por capaz, compuesto, resolutivo y entregado.