Toros

Un único triunfador y dos faenas de premio

El novillero Jaime González-Écija se alzó como ganador del Ciclo de Promoción en una final en la que brilló con luz propia el toreo del aspirante Uceda Vargas, segundo clasificado

26 jul 2019 / 11:00 h - Actualizado: 26 jul 2019 / 11:10 h.
"Toros","Real Maestranza"
  • Foto: Toromedia
    Foto: Toromedia
  • Foto: Toromedia
    Foto: Toromedia
  • Foto: Toromedia
    Foto: Toromedia
  • Foto: Toromedia
    Foto: Toromedia
  • Foto: Toromedia
    Foto: Toromedia
  • Foto: Toromedia
    Foto: Toromedia
  • Foto: Toromedia
    Foto: Toromedia
  • Foto: Toromedia
    Foto: Toromedia
  • Foto: Toromedia
    Foto: Toromedia

El jurado dictó sentencia. La oreja cortada por Jaime González-Écija, que une el nombre de su pueblo al de su propio apellido, fue el aval definitivo –a juicio de los asesores artísticos de la presidencia- para hacerle flamante ganador del XXXV ciclo de promoción de nuevos valores del toreo que ha ocupado las noches de los jueves de julio en la plaza de la Maestranza. Y hablando de la plaza, presentaba un grandioso aspecto en los tendidos que se sumaba a cierta relajación en el registro de neveras de esa legión de seguratas que pueblan vomitorios y accesos.

Pero hay que ir al turrón. González-Écija ya es el ganador del ciclo, además de futuro propietario de ese preciado vestido de torear que regala la Real Maestranza. El trofeo obtenido –conviene recalcar del dato- se lo ponía fácil al jurado. Pero también es de justicia recordar que si el espadazo tendido y trasero que recetó Uceda Vargas al cuarto de la noche hubiera sido también efectivo se habrían complicado bastante las cosas en la deliberación. Esa faena del aspirante de Gerena, que había llegado al ciclo de noveles presentado por la Escuela de Camas, había sido la de mayor contenido artístico y técnico de la noche.

Uceda Vargas ya había vuelto a enseñar la mejor fachada de su toreo con el primer novillo del festejo, una pinturita del mejor tronco Domecq que acabó huyendo hasta de su sombra. El aspirante de la Escuela de Camas buscó el desmayo y acompañó sus muletazos de un empaque natural aunque las condiciones del novillo complicaron las cosas. Eso sí: llegó a torear con trazo largo al natural antes de que el bicho terminara de coger la puerta.

Pero lo mejor estaba por llegar: el cuarto novillo de Jandilla había hecho cosas muy raras en el capote llegando a dar la impresión de estar reparado de la vista. Al final sólo era un manso de libro de reacciones imprevistas que acabó marchándose a los terrenos de chiqueros. Allí fue a buscarlo Uceda Vargas con la muleta en la mano cuajando una primera fase de faena entregada, citando muy espatarrado, dejando siempre la muleta puesta para meter en harina a su enemigo. A partir de ahí –sujetado y sometido el eral- pasó a muletear con sorprendente relajo en los medios logrando el momento de mayor calado estético de la noche. El bicho no fue igual por el lado izquierdo pero el novillero de Gerena no se arredró mostrando una desconocida capacidad para buscarle las vueltas hasta escenificar un impresionante parón en el que se enroscó al animal por donde quiso. ¿Sobraron las luquecinas? Puede ser... Tenía el trofeo en la mano pero la espada cayó tendida y atrás. La agonía se prolongó y la oreja se escapó... Tendrá que conformarse con el capote de paseo que obsequia la Maestranza.

¿Qué decir de González-Écija? Su victoria es justa, fruto de una actuación plena de entrega y en la que puso de manifiesto unas formas estéticas y cierto sentido de la escena. Al segundo de la noche, un novillo que se abría en los embroques, le administró un toreo de cintura y expresión que se encajó más y mejor por el lado izquierdo. La ligazón fue otra de las virtudes de ese trasteo en el que supo cortar a tiempo para irse a por la espada. Hubo gusto en los muletazos cambiados por bajo pero al acero le faltó contundencia para validar el posible trofeo. Sí lo acabaría cortando al quinto, al que instrumentó un mazo de vistosas verónicas antes de iniciar su faena con muletazos por alto con las plantas muy asentadas. Este quinto, ojo, fue un novillo con muchos problemas que resolver y un montón de teclas que tocar que no impidieron que González-Écija lo metiera en la canasta con la muleta en la mano izquierda. El chaval se arrimó de verdad, dejando que los pitones del eral le lamieran los tobillos. Volvió a gustar su toreo cambiado por bajo y la espada ayudó a rubricar ese trofeo, convertido en aval irrenunciable. Enhorabuena.

El tercer clasificado de la noche fue Solalito, aspirante marroquí afincado en Francia y presentado por la escuela del Campo de Gibraltar. Su actuación, absolutamente digna, no estuvo al mismo nivel de la de sus compañeros. Es verdad que pechó con el mal tercero, al que quiso torear a pies juntos sin que la cosa terminara de cuajar. Tampoco pudo levantar la cosa con el manso y geniudo sexto, que le acabó propinando un fuerte mamporro después de intentarlo casi todo.

Ficha del festejo

Ganado: Se lidiaron novillos de Jandilla, bien presentados. Resultó manso el primero; más potable el segundo; deslucido el tercero; rajado y muy complicado el cuarto; presentó muchos problemas el quinto y le sobró mansedumbre y carbón al sexto.

Aspirantes: Uceda Vargas (Escuela Municipal de Tauromaquia de Camas), de púrpura y oro, ovación tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso.

Jaime González-Ecija (Escuela Municipal de Tauromaquia de Écija), de blanco y oro, vuelta al ruedo tras aviso y oreja tras aviso.

Solal Calmet ‘Solalito’ (Escuela Taurina del Campo de Gibraltar), de azul pavo y oro, silencio y silencio tras aviso.

Incidencias: La plaza registró casi tres cuartos de entrada en noche calurosa.