Una oreja que pudieron ser dos

Pablo Aguado cuajó la labor más redonda ante el lote más completo del desigual y esperado envío de Torrestrella. Lama apuntó cosas buenas sin redondear y Jiménez quedó desdibujado

11 abr 2018 / 22:08 h - Actualizado: 12 abr 2018 / 21:22 h.
"Toros"
  • Joselito Adame en plena lidia de su segundo, al que acabaría cortándole la oreja. El mexicano logró un trofeo de justicia. / Reportaje gráfico: Manuel Gómez
    Joselito Adame en plena lidia de su segundo, al que acabaría cortándole la oreja. El mexicano logró un trofeo de justicia. / Reportaje gráfico: Manuel Gómez
  • Una oreja que pudieron ser dos
  • El futbolista Joaquín no se pierde ninguna tarde de toros.
    El futbolista Joaquín no se pierde ninguna tarde de toros.
  • Una oreja que pudieron ser dos
  • Compuesto muletazo de Lama de Góngora, que fue ovacionado.
    Compuesto muletazo de Lama de Góngora, que fue ovacionado.

La tarde había despertado interés entre los buenos aficionados. La primera lectura del cartel brindaba la lidia de los toros de Torrestrella, una ganadería de excelente hoja de servicios en la plaza de la Maestranza que, sin igualar las cotas de otros años, volvió a ofrecer una corrida variada que pidió siempre el carnet profesional. Pero los toros de Álvaro Domecq iban a tener delante una terna joven y de nacencia hispalense que se jugaba mucho, muchísimo, en el envite.

La suerte, posiblemente, fue para el que más y mejor la buscó. Hablamos de Pablo Aguado, que hizo el paseíllo en Sevilla con el recentísimo recuerdo de la muerte de su padre. El joven matador sevillano, que hacía su segundo paseíllo como tal en el mismo ruedo en el que tomó la alternativa el pasado mes de septiembre, supo aprovechar la oportunidad que se le presentaba. Se trataba se seguir navegando o quedarse en casa y Aguado se entregó con sinceridad con el importante tercero, un animal complejo y con muchas teclas que tocar al que todo hizo bien menos matarlo. Pablo supo esperar al animal; templarlo con suavidad manejando los trastos sin un sólo tirón que habría descompuesto una embestida que necesitaba de ese mimo. Tragó por el izquierdo; aguantó parones y miradas impercetibles hasta darse el gusto de torear con majeza y excelente trazo al natural. Una postrera serie a pies juntos, haciendo las cosas bien y de verdad, le sirvió para amarrar una oreja que se escapó en la punta de su espada. Hay que trabajar ese palo, amigo...

El caso es que el pinchazo previo a la estocada que recetó al sexto no le impidió cortarle la oreja. Ése fue, con mucho, el ejemplar más boyante del desigual encierro de Torrestrella y permitió a Pablo Aguado torear a placer enseñando su auténtica personalidad. El joven diestro tiene cosas que pulir pero todo lo que hace en la cara de los toros tiene la virtud de captar la atención. Pablo tiene el don del temple y lo sabe administrar en series de cadencia deslizante que ponen a todo el mundo de acuerdo. Aguado se arrebujó de toro, especialmente por el lado derecho en series dichas muy para adentro que trufó con sentido de la escena y torería natural para salir y entrar en la cara del toro. Un pase de pecho mirando al tendido despidió la faena y anunció la suerte suprema, su flanco más desguarnecido. Hay que machacar esa suerte. Enhorabuena.

Lama de Góngora volvía a la plaza de su barrio. Es la misma que le vió salir en volandas cuando sólo era un proyecto de torero; la misma en la que tomó la alternativa y de la que un día partió hacia un exilio geográfico y personal del que ha vuelto renovado. La de ayer, definitivamente, era la tarde de su reencuentro con la plaza de la Maestranza. Paco Lama tuvo delante un interesante segundo -muy bien picado por Expósito- que le regaló veinte arrancadas que le permitieron acoplarse y reunirse, volver a oír las palmas de Sevilla y sentir que el viaje, seguramente, no había sido en balde. A esas cositas buenas les faltó la definitiva redondez. El toro empezó a echar el freno y acabó a la defensiva. La espada tampoco ayudó a apuntalar las cosas. El quinto, que de bruto pasó a soso, tampoco fue apto para florituras. La faena, tesonera y porfiona, no terminó de coger vuelo aunque Paco, esta vez, lo supo matar pronto y bien.

Dejamos para el final la actuación de Javier Jiménez que anduvo lejos de sus mejores registros. La verdad es que el soso, flojo e inválido ejemplar que sorteó en primer lugar -que brindó a Pablo Aguado en un hermoso gesto de amistad- sólo servía para estar por la cara y justificarse. Pero se echó en falta otro planteamiento con el cuarto, un animal duro y complicado que sí tenía la virtud de la emotividad. Javier insistió por la izquierda antes de decidirse a someterlo por el otro lado. Había que poderle pero el entendimiento definitivo no acabo por llegar. Y bien que lo sentimos.

Plaza de la Real Maestranza

Ganado: Se lidiaron seis toros de Torrestrella, bien presentados. El mejor lote lo conformó el importante tercero, que tuvo muchas teclas que tocar, y el noble y enclasado sexto que fue,, a la postre, el más destacado del encierro. El primero no pasó de soso e inválido. El segundo tuvo veinte arrancadas buenas pero se acabó desinflando. Duro y brusco, pero emotivo, resultó el cuarto y el sexto acabó pasando de bruto a soso

Matadores: Javier Jiménez, de azul ultramar y oro, silencio tras aviso en ambos.

Lama de Góngora, de marino y oro, ovación y algunas palmas.

Pablo Aguado, de verde inglés y oro, ovación y oreja

Incidencias: La plaza registró menos de media entrada en tarde gélida y progresivamente nublada. Dentro de las cuadrillas destacó el picador Expósito y el banderillero Chacón.