Local

Un nuevo estudio atribuye el tesoro del Carambolo al sacrificio ritual de bóvidos en honor a Baal y Astarté

el 01 oct 2012 / 12:53 h.

TAGS:

Un reciente estudio elaborador por los prestigiosos arqueólogos  Fernando Amores y José Luis Escacena defiende la hipótesis de que el  famoso tesoro del Carambolo, descubierto en 1958 en Camas y formado  por 21 piezas de oro de 24 kilates, fue un ajuar que engalanaba a un  sacerdote y a dos bóvidos destinados a ser inmolados en honor de los  antiguos dioses fenicios Baal y Astarté.

El tesoro del Carambolo, como es sabido, fue descubierto en 1958  en el cerro homónimo de Camas, en el marco del hallazgo de los  vestigios arquitectónicos de un antiguo santuario que los expertos  atribuyen a una población de influencia fenicia. La localización de  una figura atribuida a la diosa fenicia Astarté, en ese sentido,  sostiene la tesis tradicional de que el santuario estaba dedicado  expresamente a esta divinidad, toda vez que la antigüedad de las 21  piezas de oro labradas al estilo oriental que conforman el tesoro del  Carambolo se remontaría a los siglos VII y VIII antes de Cristo.

EL MOTIVO DEL TESORO

Pues bien, los arqueólogos sevillanos Fernando Amores y José Luis  Escacena han elaborado un nuevo estudio, titulado 'Revestidos como  Dios manda. El tesoro del Carambolo como ajuar de consagración' , al  objeto de profundizar en el papel que este fabuloso ajuar jugaba en  el mencionado santuario de influencia fenicia. El objeto del estudio  no es otro que esclarecer "quienes y para qué" poseían y utilizaban  este ajuar áureo, según expone los arqueólogos Amores y José Luis  Escacena en este documento publicado en la revista de prehistoria y  arqueología de la Universidad de Sevilla y recogido por Europa  Press.

Este estudio rememora que Juan de Mata Carriazo, el primer  arqueólogo en investigar el yacimiento del Carambolo y el propio  tesoro, sostuvo en su momento que "las joyas pertenecerían al ajuar  de un monarca tartésico", aunque Amores y Escacena avisan de que la  asunción de esta hipótesis obliga a pensar en un "Argantonio  gigantesco" en el que encajasen las diferentes piezas del ajuar, en  referencia al mítico monarca tartésico citado en los antiguos textos  históricos. En ese sentido, Amores y Escacena recuperan una idea ya  defendida por ellos mismos unos diez años atrás y sostienen que el  tesoro del Carambolo no es otra cosa que "un ajuar litúrgico  destinado por la comunidad fenicia a los sacrificios llevados a cabo  en honor de sus principales dioses". "El conjunto incluiría el  atuendo sacerdotal, más los atalajes de sendos bóvidos ofrecidos a  Baal y a su compañera Astarté", señala el informe.

"AJUAR LITURGICO"

De tal manera, estos dos arqueólogos exponen que "el lote de joyas  supone el ajuar litúrgico utilizado para la procesión presacrifical  de un toro y una vaca inmolados, respectivamente, para Baal y  Astarté". Para defender esta idea, que recupera y "matiza" la  propuesta ya esgrimida por ambos en 2003, Amores y Escacena  argumentan toda una serie de textos históricos que prueban que  "durante la Antigüedad, la dedicación de primicias a los dioses que  consistían en sacrificios de animales iban normalmente precedidas de  la correspondiente procesión", toda vez que "las costumbres  religiosas (...) requerían la vestimenta adecuada para la ocasión. De  ahí que los animales se engalanaran convenientemente antes de ser  presentados a la divinidad".

Amores y Escacena abundan en esta tesis con el argumento de que  "para la época tartésica, algunos toros representados sobre vasijas  llevan esta prenda u otra parecida que cuelga de la espalda del  animal", en referencia a una banda ancha o cincha posada sobre el  lomo del animal y que cae por sus flancos. Como ejemplo, citan los  arqueólogos "una escena de decoración vascular" procedente de un  yacimiento de Marchena, porque esta escena muestra "un bóvido pintado  al estilo de las cerámicas orientalizantes del ámbito tartésico" y el  animal en cuestión "aparece recorrido verticalmente por una especie  de paño de bordes festoneados".

EL PAPEL DE LAS PLACAS

Además, citan un texto del poeta Prudencio que describe un toro  engalanado para una ceremonia con "los flancos cubiertos entre  guirnaldas entretejidas y los cuernos envainados", pues tal  testimonio probaría "el posible papel de las placas rectangulares"  del tesoro, que descansarían sobre "bandas" colocadas a su vez sobre  la piel del animal. Las piezas que Juan de Mata Carriazo identificaba  como 'pectorales' del ajuar de un jerarca o gran sacerdote, de otro  lado, corresponderían a frontiles que adornarían la "testuz" de los  bóvidos, con lo que la hipótesis de Amores y Escacena sostiene que  "el sacerdote" del ritual "luce el collar y los brazaletes" del  tesoro en sus bíceps "mientras que la vaca aparece engalanada con el  juego de frontil y placas que dispone de rosetas y el toro con el que  carece de ellas.

"El ajuar que engalanaba a la hembra sería el que muestra de forma  insistente la roseta, representación gráfica de la hierofanía de la  diosa madre e icono de Astarté (...) y, por exclusión, el otro lote  revestiría al macho consagrado a Baal, lo que encajaría con este dios  si las medias esferas constituyesen alusiones solares". "Rosetas y  semiesferas están presentes, en fin, en los brazaletes, prenda  reservada al clero encargado de llevar a cabo el sacrificio", resumen  Amores y Escacena en este documento. Finalmente, los arqueólogos  mencionan la oposición de la profesora de la Universidad de Sevilla  María Luisa de la Bandera a la idea de que el tesoro fuese usado para  adornar bóvidos bajo la premisa de que "el oro era un metal de uso  exclusivo para los dioses".

Y es que, "al recibir el ajuar litúrgico sobre sus cuerpos, el  dogma de la época sostendría que los animales experimentaban una  transustanciación de su condición carnal, proceso por el que se  convertían en la propia divinidad", defienden finalmente Fernando  Amores y José Luis Escacena.

  • 1