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Un polímata contemporáneo

El más variado arte compone la prolífica producción del artista de Alcalá del Río Manuel Ramón Pino

06 mar 2017 / 09:20 h - Actualizado: 06 mar 2017 / 10:29 h.
"Cultura"
  • Don Juan Tenorio, junto a doña Inés. / F.J.D.
    Don Juan Tenorio, junto a doña Inés. / F.J.D.
  • Manuel Pinto delante de sus obras. / F.J.D.
    Manuel Pinto delante de sus obras. / F.J.D.
  • Las compañías Ludiligencia y Mairami en el ciclo de Don Juan Tenorio. / F.J.D.
    Las compañías Ludiligencia y Mairami en el ciclo de Don Juan Tenorio. / F.J.D.
  • Representación de la obra La espera. / F.J.D.
    Representación de la obra La espera. / F.J.D.

Polímata es la persona que aúna conocimientos en las artes, las ciencias y el humanismo. El ideal arquetípico del hombre del Renacimiento, cuyas capacidades, inventiva e imaginación promovían una continua creación. Y como un polímata contemporáneo podría ser definido Manuel Ramón Pino. Alcalareño, nacido en 1979, cultiva el arte de la creación en sus más variopintas vertientes. Pintura y diseño, música, canto y composición; poesía, teatro y narrativa; actuación y dramaturgia. Y con todas, la enseñanza, desde la que encauza su actividad profesional. Un compendio de disciplinas, que desde la singularidad muy personal de su producción lo convierten en un artista múltiple y plural.

Prefiere definirse como «guerrillero de la cultura. No estoy dentro de los circuitos, hago la guerra por mi cuenta. Pero sobre todo porque disfruto y me ayuda a conocerme». Por eso, asegura que la mejor crítica que ha recibido fue «no te entiendes a ti mismo». Porque quizás las distintas manifestaciones artísticas sean el proceso para conocer su identidad, «buscar modos para saber de dónde vengo y a dónde voy».

Pino es licenciado en Bellas Artes. La pintura, como otras inquietudes artísticas, nacieron en la infancia y nunca las ha dejado. «Siempre tengo algo entre manos, ahora he vuelto a escribir poesía». Pero manteniendo que más que capacidad de creación muestra «necesidad de tener siempre un canal a través del que crear».

La huerta familiar, en las afueras de Alcalá del Río, es ese origen primigenio de toda su inspiración. Donde pintaba en pequeñas libretas y desarrolló su ansia por conocer y descubrir. Un niño que permanece en el adulto actual y que se retrotrae a esa infancia destilándola a través de toda su producción, ya sea desde la pintura, la escritura o cualquier otra manifestación.

No se constriñe a un estilo concreto, busca desarrollar esa necesidad interior de expresión, con el canal más apropiado. Desde ahí ha creado cartelería para Semana Santa y feria de su pueblo, colecciones de retratos, ilustraciones y diversas series que han sido mostradas como exposiciones individuales: Error huir, Dibujario: coda y posología y Haiku soul. La sala de exposiciones del Centro Cultural de la Villa, en San José de la Rinconada, ha sido el enclave de la última muestra, Arte de la fuga. En este caso, una antología que relata un periodo de cinco años en la historia creativa del autor.

Su conversación es amplia y extensa como sus capacidades. De ella siempre se abren nuevos derroteros por los que orientar el camino, sobre los que ahondar sobre lo divino y lo humano. Aunque asegure que «hay una cita que dice que en la vida mantenemos y repetimos tres argumentos. Yo me repito y esa repetición es la que llena mi obra. Pero es algo de lo que me precio, de tener ese asidero donde agarrarme y hacer variaciones sobre el mismo tema, que no es otro que la vida». Y desde ahí, romper: «El hecho de crear algo es transgresor», lo que provoca una reacción, «incluso cuando no se me entiende». Pero satisfecho «de ofrecer más dudas que certezas» y motivar un camino de aprendizaje.

La pluma la maneja con la misma soltura que el pincel. Como creador de poesía ha sido seleccionado en el certamen creación joven de poesía de Sevilla y en el premio Luz en Tarifa, «sin embargo en pintura nunca ha pasado más allá de ningún certamen de mi pueblo», comenta con humor. Escribe más lento, pinta más rápido. «El proceso de creación en la escritura es mucho más lento», sin embargo igual de visual, característica que plasma mediante el verso libre. Ha escrito igualmente tres obras de teatro, La novia de Reverte –publicada y representada– y La espera –estrenada en Sevilla y provincia– y una escrita pero pendiente de revisar. A ello se suma la adaptación teatral de la leyenda Maese Pérez, el organista.

Pero además de escribir, siente la necesidad de ponerse también en la escena, «ya desde obras de teatro en la catequesis». Y lo desarrolla con La Espera, que en cierto modo llega a ser autobiográfica, con Maese o con el ciclo de Don Juan Tenorio, con el que busca fomentar el teatro clásico en su localidad, desde su compañía Ludiligencia y en conjunción con diversos grupos de la provincia. De la música sacra a la más actual. Del coro de su hermandad de la Vera Cruz al grupo Búrlate Quevedo, Pino abarca un amplio abanico musical. Integrado como tenor en uno, o destacando como vocalista en otro, desarrolla la música y el canto en facetas tan aparentemente alejadas. Pero una mente prolífica como la suya no le permite el mero pasar sin crear. De ahí que en ambos su fluido intelecto haya creado composiciones religiosas para el coro –como la letra del himno de la corporación– y melodías al más puro estilo pop.

Pero por encima de todo, el arte es su pasión, y tiene el privilegio de transmitirlo a través de su trabajo como profesor. Colma así su necesidad de crear: «Si no es haciendo es transmitiendo, que es igual de importante». Un ansia que no se aplaca nunca, «lo que mejor sé hacer», y que en definitiva es un legado desde su visión para la posteridad. «Quizás no servirá para nada, se puede vivir sin ver un cuadro o leer un poema, pero es mi forma de darme», concluye.