¿Acaso hay mejor lugar para soñar que París?

«París responde a todo lo que el corazón desea. Uno puede divertirse, aburrirse, reír, llorar o hacer lo que se le antoje sin llamar la atención, puesto que miles de personas hacen otro tanto... y cada uno como quiere» (Fréderic Chopin)

30 nov 2015 / 19:30 h - Actualizado: 30 nov 2015 / 19:33 h.
"Vive la France!"
  • La torre Eiffel, símbolo de Francia y su capital.
    La torre Eiffel, símbolo de Francia y su capital.

Como dijo Enrique IV, quien se convirtió al catolicismo para poder subir al trono de Francia, «París bien vale una misa». Y es que si hay alguna ciudad en el mundo que se caracterice por la alegría de vivir, por el hedonismo sin culpabilidad, por hacer del día a día algo placentero, esa es París. Se podría hablar del joie de vivre parisino como una filosofía de vida que abarcaría la gastronomía, el arte, la moda, el lujo y la bohemia, porque todo se mezcla, todo es posible en París. Pero al contrario que en otras partes del mundo, en la capital francesa es todo mucho más cotidiano, más discreto, el denominado chic frente a la ostentación.

Tras la toma de La Bastilla comenzó un proceso de profunda transformación social, lo que llevó, como consecuencia, a un cambio urbanístico. Bajo el lema «libertad, igualdad y fraternidad», París fue pionera en Europa en abolir el antiguo orden medieval y dar paso a una sociedad moderna, donde el pueblo tendría la última palabra. Libertad, concepto grabado a fuego en el ADN parisino y por el que lucharán a través de revoluciones artísticas, filosóficas y sí, también armadas. Casi un siglo más tarde, durante el mandato del emperador Napoleón III, se decide hacer de París la ciudad más bella y moderna del mundo, construyéndose los grandes bulevares, canalizaciones y, por supuesto, la Ópera Garnier. Al final de este período se formó la Comuna de París, utopía de igualdad donde se pretendía fundar un gobierno gestionado por el pueblo y que resistió heroicamente su disolución. Coincidiendo con el Primer Centenario de la Revolución Francesa, tuvo lugar la Exposición Universal de 1889. París se engalanó y se construyó lo que en un principio iba a ser un monumento efímero y que terminó siendo símbolo del país entero y uno de los iconos más reconocidos en el mundo: La torre Eiffel. Durante la II Guerra Mundial, París fue el sinónimo de la resistencia contra el nazismo, de nuevo, el ansia de libertad. Casi treinta años más tarde de la liberación, el pueblo volvió a tomar las calles para protestar contra la violencia policial. Era mayo de 1968 y de nuevo los parisinos fueron pioneros en una nueva mentalidad que se extendería pronto por el resto de Europa.

Quizá fue esa búsqueda de la libertad lo que hizo de París el epicentro de la vida cultural europea de los últimos siglos. En una orilla del Sena, Montparnasse lugar de nacimiento del cubismo, en la otra, Montmartre, paraíso bohemio de pintores y artistas malditos y cuna del surrealismo. Pero también Saint Germaine de Prés, donde acamparon los existencialistas y la izquierda de la primera mitad del siglo XX, Sartre y Vian, y el germen del feminismo abanderado por Simone De Bouvier. Y el Barrio Latino, sede de las Universidades, donde se hablaba en latín, y del Mayo del 68.

Pero también es la cuidad de lo mundano, del vicio sublimado a la categoría de espectáculo, de arte. Cualquier pecado capital deja de serlo en París. O quizá el pecado sería no caer. Se da rienda suelta a la lujuria en cualquiera de sus cabarets, desde el Moulin Rouge, hasta el Le chat noir, donde todos los días son fiesta, corre el champagne y la purpurina. Ni siquiera el París sitiado en la Segunda Guerra Mundial fue motivo de fin de fiesta, siempre abiertos, siempre alegres. Si la calle huele a crepes y croissant au beurre, si se puede disfrutar de un buen vino mientras pasa la vida, la gula y la pereza dejarían a cualquiera sentado en un café o en un bistrot. Lujos al alcance de todos, aunque algunos al alcance de muy pocos: no importa hacer cola en Louis Vouitton de los Campos Elíseos, aunque haga frío, aunque llueva, si con eso se sacia la avaricia de llevarse algo más. El parisino se sabe envidiado, por vivir en una de las ciudades más bonitas del mundo, por su estilo de vida, pero hacen como si nada, caminan con orgullo, rozando incluso la mala educación de quien siente que va un paso por delante. Y eso puede ser motivo de ira... Pero por algo es la ciudad de la luz, por estar siempre iluminada y por su búsqueda del entendimiento entre lo divino y lo humano.

París es cuna de grandes genios, hogar de malditos y sepultura de quien busca ser eterno. Père Lachaise se convirtió en un lugar para venerar a los muertos y de paseo de mitómanos de todo tipo: siempre hay flores en el Muro de los Federados, alcohol y cigarros en la tumba de Jim Morrison, canciones y flores en la de Édith Piaf y besos y notas de amor en la sepultura de Óscar Wilde. Porque en París sí hay vida más allá.