Adolescencia, clasismo, racismo y cine

‘Miriam miente’ es la película dominicana, presentada este mismo año, que ha ganado el Colón de Oro en la 44ª edición del Festival de Huelva de Cine Iberoamericano. Deliciosa, incisiva, terrible y profunda

01 dic 2018 / 18:29 h - Actualizado: 01 dic 2018 / 19:11 h.
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  • Dulce Rodríguez interpreta el papel protagonista en ‘Miriam miente’. / El Correo
    Dulce Rodríguez interpreta el papel protagonista en ‘Miriam miente’. / El Correo

Miriam miente es una muy buena película. Con un ritmo narrativo constante y pausado explora lo que es la burguesía en la República Dominicana; lo que supone un clasismo añejo y anacrónico más propio de las novelas de Lev Tólstoi que del mundo actual; qué es el racismo en una sociedad en la que aún creen, algunos, que un rubio con ojos azules puede mejorar la raza; cómo una adolescente enfrenta su propio futuro y su propio yo; y cuál es la mejor forma de hacer cine si se quiere hacer crítica social sin cometer excesos.

Adolescencia, clasismo, racismo y cine
Un momento del rodaje de ‘Miriam miente‘. / El Correo

Los directores de Miriam miente son Natalia Cabral y Oriol Estrada, dos realizadores que ya habían entregado trabajos documentales de buena calidad (Tú y yo, El sitio de los sitios), y se deciden por el largometraje de ficción. Lo hacen francamente bien.

Miriam miente habla de cómo la protagonista, encarnada por la joven Dulce Rodríguez, va descubriendo el mundo, un entorno en el que prima el consumo, la ostentación, el clasismo y el racismo. Por mucho que se niegue es una evidencia que Miriam descubre y hace que refuerce su actitud defensiva tan propia de la adolescencia.

Dulce Rodríguez mira y habla construyendo su personaje desde los silencios y la quietud, desde un tono de voz arrugado y perezoso, que nos permite entender lo que le sucede y cómo lo asimila. Le acompaña, en momentos fundamentales de la película, otra joven actriz llamada Carolina Rohana, que encarna al personaje que se contrapone a Miriam en lo fundamental. Ambas protagonizan una deliciosa escena final.

Miriam, efectivamente, miente para soportar un mundo que se sujeta sobre los pilares de la mentira. Nada es auténtico en el mundo que vive. Y el espectador avanza con ella hasta que Miriam se topa con la realidad para descubrir que es una enorme y rocosa falsedad.

El ritmo narrativo es pausado aunque va muy bien para lo que se cuenta. Los encuadres son perfeccionistas y buscan con insistencia, casi quirúrgica, los detalles del lenguaje corporal de los actores y actrices. Bien la luz, bien la peluquería, bien el maquillaje, bien el vestuario. Bien todo. Destaca el montaje que, aunque muy clásico y sin sorpresas, logra que una película que podría llegar a ser tediosa en algunos tramos resulte todo lo contrario.

Adolescencia, clasismo, racismo y cine
Dulce Rodríguez y Carolina Rohana. / El Correo

La crítica social es brutal. La adolescencia es mostrada con la potencia de una lupa que conocemos como silencio. Si algo hay significativo en este trabajo es el silencio que se instala en momentos concretos. Y la película es una muestra de excelentes formas al realizar una película.