«Alanis»: Lo feo y la belleza absoluta

Alanis es puta. Vive con una compañera y con su hijo. Su mundo se derrumba tiene que buscar alternativas. Le acompañamos en un viaje por el territorio de la humillación, de la explotación y de la realidad más gris

28 abr 2019 / 10:20 h - Actualizado: 28 abr 2019 / 10:44 h.
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  • Sofía Gala, Alnis, llena la pantalla sin problema alguno. También su hijo. / El Correo
    Sofía Gala, Alnis, llena la pantalla sin problema alguno. También su hijo. / El Correo

No todo el mundo está dispuesto a sentarse frente a una pantalla para que le enseñen una parte de la realidad más sórdida, correosa y gris. La zona dura de la realidad preferimos tenerla lejos y si alguna vez nos acercamos es, generalmente, para acceder a versiones amables y edulcoradas.

El cine ha tratado, casi siempre, el asunto de la prostitución más desde la belleza estilística o desde la dulcificación de las aristas más dolorosas que desde un retrato árido y realista.

Alanis (2017) es una película construida sobre el feísmo más severo y nos enseña la prostitución voluntaria sin adorno alguno. Alanis es la prostituta protagonista. Vive en un piso con una compañera de profesión y su hijo de año y medio. Cuando llegan a ese piso un par de inspectores municipales haciéndose pasar por clientes, el mundo de Alanis se hunde. A partir de ese momento veremos un gran drama, la lucha callejera, la solución eterna que convierte los problemas en constantes.

«Alanis»: Lo feo y la belleza absoluta
La prostitución descarnada es el referente absoluto en ‘Alanis’. / El Correo

La cámara de la realizadora Anahí Berneri deja fuera de plano, de principio a fin, todo aquello que sea pura descripción y pura información, todo lo explícito. Los encuadres son extraños aunque efectivos y muy, muy, expresivos. Lo feo, así, también sirve para narrar la belleza absoluta. Y lo más vomitivo de la realidad. La escena en la que Alanis atiende a un cliente (hasta arriba de coca y con una forma de entender el sexo algo pintoresca) es brutal y termina siendo grotesca, ridícula y bochornosa. Contrasta con la dureza, lo profundo y salvaje, de la siguiente en la que Alanis se enfrenta a unas prostitutas callejeras.

Sofía Gala es la actriz principal, encarna el personaje de Alanis. Soberbia, natural y vital. El niño con el que recorre escena tras escena es su hijo verdadero que, por cierto, está fotografiado por Luis Sens con sumo cuidado.

«Alanis»: Lo feo y la belleza absoluta
La realidad que nos enseñan en ‘Alanis’ es dura y correosa. / El Correo

La banda sonora se reduce al momento de los créditos; la puesta en escena es sobria; el vestuario, la peluquería y el maquillaje, francamente, bien. Y la dirección de Anahí Berneri robusta y decidida. El guion, que también firma junto a Javier Van De Couter, tiene algunos problemas que convierten algunas zonas narrativas en desiertos y eso convierte algunos tramos en puro documental. Este es un peaje que se suele pagar cuando la película es la consecuencia de un primer proyecto de corto que se convierte en algo más grande.

Lo feo, lo duro, lo que no es atractivo ni estético de la sociedad, existe. Aunque no queramos admitirlo forma parte de la realidad. Y es tan horrible y tan insoportable como podemos llegar a intuir. Por esa razón, es una obligación que desde las artes se pueda plantear un debate serio y profundo sobre aspectos de cierto calado. Y sin blanqueamientos. Las trabajadoras sexuales están explotadas, son la representación de un patriarcado machista en el que no existe piedad alguna con las mujeres. Y de heroínas no tienen un pelo. Son como cualquiera de nosotros. Pero en su versión más desprotegida y débil.

«Alanis»: Lo feo y la belleza absoluta
Cartel de ‘Alanis’. / El Correo