Anna Netrebko enamora en Madrid y Yusif Eyvazov le acompaña

En mitad de una invasión terrible e injusta, en mitad de la guerra de Putin, Anna Netrebko ha dejado claro quién es la mejor soprano del mundo en la actualidad. Impresionante y necesaria la voz de esta mujer tan discutida por sus ideas como aclamada por su voz

26 jul 2022 / 10:20 h - Actualizado: 26 jul 2022 / 10:33 h.
"Ópera","Críticas"
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El calor sofocante va cediendo, poco a poco. Las calles parecen una mala copia de sí mismas; y es que una calle sin sus gentes no termina de alegrar la vista de nadie. Nos refugiamos en las sombras de las casas para no abrasarnos sobre el asfalto y con nosotros la vida urbana.

En una de las puertas laterales del Teatro Real, una mujer que sujeta un par de fotografías que muestran los horrores de la guerra de Putin, grita que los rusos son todos unos asesinos y que unos cantan para que otros puedan seguir disparando. Ella sola, no hay nadie más y la gente pasa de largo, tal vez avergonzados tal vez indiferentes. Ya son muchos meses de guerra y el fervor solidario que nació el primer minuto de invasión se ha ido diluyendo sin remedio. Es necesario saber que las ONG´s ya señalan el problema que se está generando por el rechazo de muchas familias a seguir acogiendo refugiados ucranianos. Se los quitan de encima sin compasión alguna. La guerra y el tiempo siempre han sido grandes aliados entre sí, y enemigos mortales para las personas.

Anna Netrebko ha coqueteado siempre con Putin y su entorno, su pasado es algo turbio en el sentido ideológico. Pero ha condenado de forma expresa la invasión rusa de Ucrania. Estaba vetada en los grandes teatros del mundo y ya parece que se le abren las puertas.

Anna Netrebko es una cantante excelente. Su voz suena tan preciosa como potente; ni una duda en las zonas altas, perfección en las zonas bajas; un filato eterno; una técnica depurada y muy, muy, trabajada que convierte el fraseo de la señora Netrebko es algo difícil de igualar. Arrancó el recital con un aria de Anna Bolena de Gaetano Donizetti («Piangete voi?...A dolce guidami...Coppia iniqua») y esto dejaba claro que la soprano llegaba a por todas, a echar toda la carne en el asador. Espléndida, por cierto, en una pieza difícil y comprometida.

Pero Anna Netrebko no venía sola y eso se convirtió en un pequeño problema. El barítono Elchin Azizov estuvo correcto y poco más. Una de cal en «Udiste?...Mira, d’acerbe lagrime» de «Il trovatore», una de arena en «Votre toast, je peux vous le rendre...Toréador, en garde!» de «Carmen». La mezzosoprano Gemma Coma-Alabert correcta y sosa, muy a la sombra de Netrebko. Y Yusif Eyvazov...

El esposo de Anna Netrebko es tenor, un tenor más que discreto. Desde la última vez que le escuchamos en directo en el Teatro Real ha mejorado, eso es verdad; antes cantaba mal y ahora canta regular. Se salvó de lo irrelevante con el «Nessun dorma» de «Turandot» (uno de los bises). Su voz es pequeña aunque el tenor fuerce la máquina y roce el grito grosero; sus dotes interpretativas son muy limitadas; en los extremos parece ahogarse sin remedio y, todo hay que decirlo, es generoso y trata de dar todo lo que tiene dentro (no gran cosa, insisto). La emoción que transmite al cantar este hombre es escasa o nula. Anna Netrebko lleva imponiendo a su marido desde hace años y es una pena.

Eso sí el público que asistía a este concierto encuadrado en el Universal Music Festival aplaudió mucho. Cuando debía y cuando no, pero siempre con gran entusiasmo.

El director musical, Michelangelo Mazza, bien a secas. No sacó lo mejor de la Orquesta Titular del Teatro Real de Madrid. Algo atropellado en algunos momentos y pendiente en exceso de los cantantes con lo que sacrificaba una cosa por la otra.

En definitiva, y sea como sea, escuchar a la mejor soprano de la actualidad merece la pena y hace que nos reconciliemos con la ópera después de pasar algún bache del camino.

Al salir tres personas gritaban que los rusos son unos asesinos y Putin una especie de diablo. Y que también lo éramos todos los que habíamos asistido al concierto por ser colaboradores. Y la guerra sigue. Pero es que la ópera también.