«Bajocero»: La ficción y la credibilidad

Se ha estrenado ‘Bajocero’, una apuesta más de Netflix por el cine español. El resultado no es el mejor de los que se podía esperar

01 feb 2021 / 13:26 h - Actualizado: 01 feb 2021 / 13:40 h.
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  • Javier Gutiérrez en un momento de ‘Bajocero’. / Netflix
    Javier Gutiérrez en un momento de ‘Bajocero’. / Netflix

Netflix apuesta por el cine español con claridad. Una alegría. Pero las dudas asaltan cuando las películas elegidas son, siendo generoso, ramplonas. Actualmente, es casi imposible que la factura de una película no sea estupenda. Los medios técnicos permiten que todo parezca obra de profesionales de primer orden aunque, a veces, no sea así. Pero la factura no lo es todo; el cine, desde que nació, necesita un guion en el que apoyarse y sin él no hay nada que hacer porque el trabajo se convierte en una muestra de mediocridad, de eso que llamamos ramplón.

«Bajocero» es una película firmada por Lluís Quílez, un realizador que apunta maneras aunque le queda mucho trecho por trazar y transitar. Dirige, sobre todo en la primera mitad de esta cinta, con solvencia, ímpetu y buscando el punto de vista exacto o los encuadres que hagan crecer la expresividad. Pero en la segunda parte del trabajo, el guion decae y con él todo lo demás; la película se vacía por los cuatro costados y se instala en el peligroso territorio de la mediocridad. Los personajes pierden credibilidad por cambios inexplicables (no evolucionan sino que cambian por las buenas y de forma contradictoria); los detalles se sujetan con alfileres; lo previsible toma delantera para dar sentido a lo que ha venido sucediendo...

«Bajocero»: La ficción y la credibilidad
Javier Gutiérrez. / Netflix

El guion del propio Quílez y de Fernando Navarro, hace aguas. Además, la falta de documentación es apabullante. Cualquier policía que vea la película se llevará las manos a la cabeza. Por ejemplo, el traslado entre ciudades de presos y detenidos es cosa de la Guardia Civil y no de la Policía Nacional; los coches patrulla que apoyan en esos traslados siempre van por detrás del camión de presos y nunca por delante; solo dos agentes en un traslado como el que se narra en la película es algo impensable... Se advierte en la película que a los presos se les comunica el traslado poco antes de que se produzca para evitar posibles comunicaciones con el exterior. Entonces ¿cómo es posible que los vehículos en «Bajocero» circulen con las luces rotativas encendidas? Es una forma de delatar la posición. En fin, un pequeño desastre que no soporta ni la realidad ni la ficción. Porque una cosa es un relato de ficción y otra bien distinta un relato de nula credibilidad. Ficción y credibilidad van de la mano.

«Bajocero»: La ficción y la credibilidad
El actor Luis Callejo (centro) logra un trabajo atractivo encarnando a su personaje. / Netflix

Todo el trabajo creando el clima de opresión y peligro de la primera parte se desvanece sin remedio llegado al ecuador de la película. De un trabajo notable se pasa a lo previsible e injustificable.

Javier Gutiérrez defiende su personaje con facilidad. No es un alma que exija nada del otro mundo al actor y este tiene tablas como para tener recursos suficientes en cada momento. El personaje es bastante plano y la interpretación de Gutiérrez se construye sobre gestos ya usados, sobre el manual del propio actor que ya está harto de hacer papeles tan similares. Y es que las situaciones extremas se comen al personaje y todo lo que sucede a su alrededor se difumina, incluyendo el trabajo del actor. Karra Elejalde no logra el papel de su vida, ni mucho menos. De hecho, es uno de los más flojos de los últimos tiempos. Lo que sucede es que Elejalde lo peor que hace es bueno. Patrick Criado está bien. Luis Callejo encarna con gracia al personaje más atractivo de la película. E Isak Ferriz gusta por su aporte de credibilidad y chulería.

La película se deja ver. Es entretenida. Pero ya estaba contada de antes; no aporta nada nuevo al cine. Alude claramente a las consciencias de los espectadores y a esas conversaciones tantas veces escuchadas en las sobremesa o en las barras de las tascas que hablan de los asesinos y de sus víctimas desaparecidas para siempre dado el silencio de los primeros. El recuerdo de Marta del Castillo o Diana Quer sobrevuela el espacio hasta que aparecen los créditos finales.

«Bajocero»: La ficción y la credibilidad