Bob Dylan: El Nobel juglar

Bob Dylan no acaba de llegar a este mundo. La suma de premios que acumula es, sencillamente, apabullante. Que le hayan concedido el Premio Nobel de Lietratura, ahora, ha provocado un debate a escala mundial. ¿Cómo pueden dar un premio reservado a los escritores a un tipo que canta? ¿Hacer poesía no es hacer literatura? Dos posturas enfrentadas. Sin embargo, el señor Dylan se muestra ausente, ni siquiera contesta las llamadas que le hacen. Siempre ha sido así. Es un genio.

22 oct 2016 / 12:01 h - Actualizado: 19 oct 2016 / 16:56 h.
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  • Bob Dylan ha cambiado de estilo, ha evolucionado y se le ha criticado de pasar del folk primigenio a sonidos más rock y llegar a ese sonido blues actual. / El Correo
    Bob Dylan ha cambiado de estilo, ha evolucionado y se le ha criticado de pasar del folk primigenio a sonidos más rock y llegar a ese sonido blues actual. / El Correo
  • Bob Dylan no ha escrito un solo libro en su carrera. Pero ha escrito, mucho y de calidad. / El Correo
    Bob Dylan no ha escrito un solo libro en su carrera. Pero ha escrito, mucho y de calidad. / El Correo
  • Carátula del disco The Freewheelin’. / El Correo
    Carátula del disco The Freewheelin’. / El Correo
  • Carátula del disco Desire. / El Correo
    Carátula del disco Desire. / El Correo

En la Edad Media existían unos cuantos escritores y pocos lectores. Por desgracia, la mayor parte de la población no sabía leer y, aunque supiera, no tenían a su alcance libros, no existía la imprenta y cada copia se hacía a mano. Pero, mal que bien, la cultura se transmitía y esto era gracias a unos personajes llamados juglares. Los juglares cantaban lo que otros habían escrito, podían ser poemas de amor o épicos. La literatura era oral y lírica. Estamos ante el llamado Mester de Juglaría, del que derivarían otros dos estilos más refinados, el Mester de Cortesía, que tenía la intención de formar nobles y políticos, y el de Clerecía, que trataba de transmitir los conocimientos religiosos. Uno más culto que otro, pero los tres usaban las mismas técnicas y contribuyeron a enriquecer la lengua vulgar.

Octubre de 2016. Tan solo hace unos días, le acaban de conceder el Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan y la sorpresa ha sido generalizada. Pero en realidad, desde 1996 numerosos autores y académicos lo llevaban nominando para el premio. En su palmarés, Dylan ya tiene unos cuantos de los más prestigiosos: dieciocho Grammys, entre ellos varios por el mejor álbum del año, a la trayectoria musical y al mejor álbum histórico por The Bootleg Series Vol. 11: The basement tapes complete y seis Grammy Hall of Fame, premio que se otorga a grabaciones de al menos veinticinco años con relevancia histórica o cualitativa. Un Óscar y un Globo de Oro a la mejor canción en el año 2000 por la película Wonder boys. Y varios honores entre los que destacan Doctorado Honorario en Música por la Universidad de Princeton y por la Universidad de Saint Andrews en Escocia, Commandeur des Arts et des Lettres que otorga el Ministerio de Cultura francés, Premio Príncipe de Asturias y en Estados Unidos, National Medal of Arts, la Medalla Presidencial de la Libertad, miembro honorífico de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias y Premio Pulitzer por su impacto en la música popular estadounidense. Parece que Bob Dylan no es un advenedizo, no es sólo un cantante de folk rock, ni un crápula o un hippie trasnochado.

Está claro que su imagen y su proyección artística no es la de el típico erudito académico. Encima no es una persona simpática y sociable, es más, hasta se lo podría tachar de desagradecido, seco, soberbio y arrogante. Dylan actúa como si no le importara lo más mínimo lo que el público y la crítica piensen de él; jamás en ninguno de sus conciertos se le ha visto buscar el aplauso fácil o la histeria colectiva de su público, rechazando toda empatía con él, poniendo a cada uno en su sitio; el suyo, encima del escenario con su música o, como ha dicho mil veces, en diálogo consigo mismo; el del resto, como meros oyentes de ese monólogo de calidad que les dejará huella. O no. Eso no es su problema. El que no lo entienda que se aguante. Dylan hace lo que él considera que tiene que hacer: componer, cantar, pero con la precisión del bisturí de un neurocirujano, sin fallos, perfectamente. Canta, o no, porque realmente no tiene una gran voz, recita, susurra, emociona sin actuar y sin interpretar, sin artificios. No va a ponértelo fácil, no va a transcender por lo que dice, sino por cómo lo dice. Su lucha por la libertad artística y creativa es constante y radical. Este inconformismo le ha llevado a explorar diferentes disciplinas artísticas, le hemos visto en documentales, series o películas que él mismo ha dirigido o, como en el caso de Anónimos ha sido guionista. Pero también ha sido pintor, exponiendo en sitios tan importantes como la Galería Nacional de Dinamarca o la National Portrait Gallery de Londres. También en sus dibujos, como en sus canciones, se expresa con total libertad, satirizando la realidad o bien llevándola al estado más crudo.

Bob Dylan es un verdadero artista que usa la estética y su manera de ver el mundo para mover los límites de las convenciones sociales. Seguramente sea el artista más honesto que ha pisado la tierra, y eso se paga. Siempre ha dicho lo que ha querido, ha luchado por sus causas justas, por los derechos civiles, por la libertad, desde su atalaya, sin importarle quien le haya escuchado. Ha aceptado y rechazado invitaciones por partes iguales según ha considerado que debiera. Esto a muchos les ha podido llegar a resultar ofensivo, pero también es de agradecer la existencia de un artista que no se venda ante nada. Ahora, con la concesión del Nobel, vuelve a estar en el punto de mira de las críticas más feroces, pero no es la primera vez que las recibe y desde muchos frentes. A lo largo de su carrera, en esa búsqueda por la libertad, ha cambiado de estilo, ha evolucionado y se le ha criticado de pasar del folk primigenio a sonidos más rock y llegar a ese sonido blues actual. No importa, a la vista está que no se equivocó. En su faceta de pintor también fue objeto de críticas, desde la copia de fotografías hasta su dudosa calidad. Pero lo hizo. Hoy es el Nobel el que ha abierto heridas entre algunas personas de letras que ven a la literatura algo puro, elitista y que sólo se puede concebir en forma de libro. Pero es que esta vez el premio se lo han dado a uno que canta. Es verdad, Bob Dylan no ha escrito un solo libro en su carrera. Pero ha escrito, mucho y de calidad. Y comprometido. Bob Dylan puede ser el juglar de esta época, transmitiendo literatura y pensamiento a través de canciones, a través de versos entonados en forma de canción, como hacían sus colegas de la Edad Media. La Academia Sueca le ha otorgado el galardón por «haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción americana». Así es, sus canciones han influido durante generaciones, han agitado conciencias, han narrado el signo de unos tiempos que están cambiando (Times, they are A changing, parafraseando al propio Dylan). Sería un error quitarle ese mérito. Aunque seguramente, a Mr. Dylan le importe bien poco las críticas, los críticos e incluso el premio, y como buen juglar, seguirá narrando y trasmitiendo al pueblo las cosas que pasan y enriqueciéndonos con ello.