Charlie Parker y Dizzy Gillespie: Dos hombres y dos destinos (II)

Si con Louis Armstrong el jazz cambió radicalmente, con Charlie Parker y Dizzy Gillespie ocurrió algo similar. Mientras Parker tocaba y causaba sensación entre sus seguidores y los músicos más jóvenes; Gillespie lograba que esa nueva forma de hacer música se fuera escribiendo y, también, interpretaba el bop de forma primorosa

23 nov 2015 / 18:04 h - Actualizado: 23 nov 2015 / 18:12 h.
"Historia del Jazz - Aladar"
  • Charlie Parker en plena actuación.
    Charlie Parker en plena actuación.
  • Dizzy Gillespie.
    Dizzy Gillespie.

Después de aparecer Charlie Parker en escena, todos los músicos tuvieron que reinventarse. Cuando Parker y Gillespie tocaban juntos, los demás se volvían locos y corrían en busca de alternativas para igualar lo que escuchaban. La influencia de Parker fue de tal magnitud que el jazz se lanzó hacia un lugar distinto de forma irreversible. Gillespie creaba tendencias. Todos los músicos nuevos querían imitarlos.

Parker encontró un estilo propio que, poco antes, nadie entendía del todo. Incluso hubo músicos que vieron en la música de Bird (así se le conoció gran parte de su carrera musical) un insulto, una aberración. Y se acomodó en el quinteto mejor que en cualquier otro tipo de banda. Gillespie, sin embargo, veía en la big band su lugar natural como músico. Parker empujaba con el bebop; Gillespie lograba lustrar el nuevo tipo de música. Parker inició un camino que convertiría el jazz en algo muy distinto hasta entonces; Gillespie logró que el bebop se fuera haciendo hueco al ganar adeptos con rapidez. Parker tocaba y hacía tocar; Gillespie escribía y lograba que las partituras fueran abundando.

El saxo alto de Bird sonaba maravillosamente imperfecto. Era un hombre de vida tortuosa, que solo encontraba en la música una salida a su dolor. La música era su gran pasión, por encima, incluso, de las drogas que le estaban destrozando por completo. Con el Charlie Parker Quintet grabó piezas fundamentales del bebop. Koko, Now’s the Time (sobre armonías del blues) y Chasin the Bird con la que se iniciaba la introducción de las fugas y los fugati en el jazz. En esta última grabación, Miles Davis, a sus 19 años, interpretó la entrada en fugato y provocó un pequeño terremoto por su fuerza y su originalidad. Parker ya era el improvisador más importante de todos los tiempos, el que logró, por primera vez, que las frases se quedasen flotando en el ambiente para golpear las consciencias.

Gillespie, posiblemente, es el músico que ha tocado la trompeta con más claridad de la historia del jazz. Además, componiendo mostraba una forma de entender la música difícil de igualar. Al escuchar su trabajo Things to come, podemos comprobar que cada línea melódica está en su lugar exacto, la claridad expositiva es arrolladora. Casi podemos sentir el calor de la lava que acaba con el hombre. Aunque, sobre todo, sabemos que la música está por encima de cualquier destino incierto y peligroso para la Humanidad. Poco a poco, fue introduciendo nuevos ritmos en su música y dando importancia a la percusión con lo que inició el rescate de músicas que se incorporaban al jazz como, por ejemplo, los ritmos cubanos. Sin embargo, con el paso del tiempo, Gillespie tuvo que vender su forma de hacer música (para muchos seguía siendo incomprensible) rompiendo todas las normas establecidas. Además de un gran trompetista, fue un vocalista de primera clase y, también, una especie de clown musical que acercó el bebop a toda clase de público.

Parker comenzaba a sentir los efectos más lesivos de las drogas. Llegaba tarde a los ensayos, a las actuaciones, desesperaba a sus compañeros y a los empresarios. Su vida amorosa era un autentico desastre. Cuando aparecía para actuar mostraba un aspecto sucio y descuidado. Vendía su instrumento para conseguir beber o drogarse, pedía dinero a cualquiera que se dejaba para adquirir un billete y viajar a ninguna parte; mientras estaba en Nueva York se pasaba las noches yendo de un lugar a otro en el suburbano. Y en 1946, mientras grababa Lover man en los estudios de Dial tuvo su primer episodio serio. Sudaba, no podía sostenerse en pie, tocó como pudo. Al regresar a su hotel, posiblemente se quedó dormido en la cama con un cigarro encendido en la mano y provocó un incendio. Le llevaron al hospital desnudo y desorientado.

Bird pareció levantar el vuelo a finales de los años 40. Logró grabar algún disco acompañado por una orquesta de cuerdas. Siempre sintió especial predilección por la música sinfónica, sobre todo por Brahms y Schönberg. Y, por fin, ganó un dinero importante. En California, Gillespie hacía exactamente lo mismo. Esto les costó, a ambos, un buen número de críticas. Los seguidores clamaban al cielo puesto que pensaban que sus ídolos habían sucumbido ante el dinero y una música comercial que se alejaba de la propuesta inicial. Al escuchar esas grabaciones podemos comprobar que no fue así. Era otra forma de extender el jazz, de seguir estirando para hacerlo más grande.

Parker comenzó a tocar muy de vez en cuando. Su desesperación era atroz y las drogas le destrozaban con rapidez. Murió el 12 de marzo de 1955. Todos los saxofonistas, hasta hoy, se han visto fuertemente influenciado por Charlie Parker.

Dizzy Gillespie siguió tocando y recorrió el mundo con el bop a sus espaldas. Sin hacer grandes excesos con el alcohol o las drogas. Siempre se distinguió por su forma de interpretar, por su sentido del humor y por dar a conocer el jazz en el mundo entero. Murió a los 75 años de edad, el 6 de enero de 1993.


LA ANÉCDOTA

Tal y como se observa en la imagen, el cuerno de la trompeta de Dizzy Gillespie resulta extraño. Está dirigido hacia arriba en lugar de estar recto.

Durante la celebración del cumpleaños de su esposa, alguien pisó el instrumento del músico. Gillespie, por supuesto, se enfadó muchísimo. Así lo contó Leonard Feather, crítico, productor, músico y compositor de jazz. Parece ser que, al calmarse, Gillespie intento tocar su trompeta y descubrió que el sonido era ese que tanto había buscado durante algún tiempo. Entonces, encargó fabricar una trompeta de esas características y siempre le acompañó.

Hay que decir que existía ya un instrumento parecido. Alguien había tenido la idea ciento cincuenta años antes de que el pisotón accidental tuviera lugar. Gillespie no pudo patentar la idea.


JAZZ Y CÓMICS. BILLY HOLLIDAY

José Muñoz y Carlos Sampayo firman un fantástico tebeo que nos cuenta la vida de Billie Holiday. En un blanco y negro espectacular plagado de contrastes y de marcado carácter expresionista, se repasa una vida difícil, llena de baches, que la cantante más adorada y mítica de todos los tiempos supo disfrutar como nadie hubiera podido hacerlo.

Se centran los autores en el territorio más sórdido del universo de Holiday. Cada página recoge un capítulo más oscuro que el anterior. Sin embargo, el reconocimiento que muchos han dispensado a la cantante, la pasión que los aficionados al jazz no han dejado de mostrar jamás por la voz de Lady Day, se siente en cada viñeta, en cada trazo. En la nueva edición de Salamandra Graphic, tras el buen prólogo de Francis Marmande que se acompaña con un reportaje fotográfico, encontramos el cuerpo central del tebeo y, al final, disfrutamos de una última parte titulada Jazz Sessions donde se recogen dibujos en gran formato que bien podrían formar parte de la historia central. Son de una belleza impresionante. Uno no puede imaginar este cómic en color.

Todo ocurre alrededor de las drogas, de los escándalos, de las diferencias raciales, de los maltratos. Todo se convierte en un remolino en el que la mujer negra que mejor pudo vivir está condenada a ir de desastre en desastre vital. En muchas de las viñetas podemos leer parte de las canciones de Holiday, casi podemos escuchar esos susurros atormentados; en muchas viñetas tenemos la sensación de escuchar el saxo de Lester Young, el músico que mejor acompañó a la cantante. No solo sentimos los golpes y los gritos. El cómic de Muñoz y Sampayo es puro jazz.

El diseño de página, junto con un texto poco explicativo y breve, permiten que todo suene en la cabeza de los aficionados.

Es un tebeo imprescindible para cualquiera que ame el jazz.