Como si no pasara nada

Buen concierto de Regina Carter encuadrado en la programación de JAZZMADRID 2018. Swing sin límite, blues profundo, elegancia interpretando

24 nov 2018 / 19:09 h - Actualizado: 24 nov 2018 / 19:25 h.
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  • Regina Carter. / Fotografía cortesía de JAZZMADRID 2018
    Regina Carter. / Fotografía cortesía de JAZZMADRID 2018

Es difícil escribir cuando no puedes parar de mover los pies. Los pies y la cabeza; así, como se hace en los conciertos de jazz para acompañar a la base rítmica. Pero también es difícil hablar de cualquier cosa sin tomar una distancia suficiente para que la mirada se ejerza con cierto criterio. Muevo la cabeza, los pies y no soy capaz de dar un paso que me lleve un poco más allá de una maraña de ideas desordenadas.

La culpa es, por completo, de Regina Carter y de los tres músicos que le han acompañado en el escenario. Han aparecido, como si no pasara nada; han puesto perdida la sala de fusas, corcheas, negras y redondas, como si no pasara nada; y se han vuelto a marchar, como si no hubieran hecho nada. Y allí nos han dejado a todos moviendo los pies, la cabeza y sin poder retirarnos de las emociones o de las sensaciones.

Qué buen concierto el de este cuarteto. Desde luego, el que escribe lo ha pasado en grande.

Cuando escuché, por primera vez, el jazz que hacían el guitarrista Django Reinhardt y el violinista Stéphane Grappelli (prefiero no recordar los años que han pasado desde ese momento) pensé que el violín era un instrumento que afilaba el jazz y lo convertía en pequeño puñal que se clavaba justo en la línea de flotación de las emociones. Lo que ya no he tenido tan claro con el paso del tiempo es si cualquier violinista sería capaz de conseguir ese efecto. Grapelli y su violín siempre fueron palabras mayores. Sin embargo, de vez en cuando, aparece alguien capaz de hacer sonar un violín haciendo que todo se ponga del revés.

Regina Carter, una violinista que sin duda atesora formación clásica, ataca cada uno de los temas que interpreta con un swing magnífico. Siente la música y disfruta con lo que hace. Si bien es cierto que, con ella pilotando el asunto, la importancia del sonido de su instrumento es enorme, deja que Alvester Garmett a la batería, Xavier Davis al piano y Chris Lightcap con su contrabajo, se luzcan y demuestren que son unos músicos de grandísimo nivel.

Qué preciosidad esa versión del Oblivion de Piazzola o la de I’ll never be free de George David Weiss que hemos disfrutado.

Cuando la música es de una belleza tan aplastante, la platea se rinde a los pies del que está en medio del escenario revistiendo la realidad de un swing tan necesario. La señora Carter y su banda han logrado que cada una de esas notas que ocupan un lugar de forma tan exacta, un lugar en el que solo deben estar ellas, alegrasen a unos cientos de personas que siguen moviendo los pies y la cabeza. Así, sin que nadie lo note más de la cuenta; marcando el ritmo de esa realidad que se ha teñido de buen jazz.

Ay, qué privilegio poder asistir a un festival programado con tanta sabiduría y con tanto amor por el jazz.