«Cristiano y cofrade por la gracia de Dios»
El reconocido cofrade y pregonero de la Semana Santa Ignacio J. Pérez Franco publica «Ser cofrade, una vocación» (Almuzara), una serie de reflexiones sobre la forma de vivir la fe en el seno de las hermandades
Antonio Puente Mayor
«Una forma generosa de ser cristiano en lugar y tiempo concretos». Así define el teólogo y catedrático de la Universidad Pontificia de Salamanca Olegario González de Cardenal el hecho de ser cofrade. Y así lo recoge Ignacio J. Pérez Franco, abogado de profesión, persona comprometida con la labor de la Iglesia y cofrade reconocido de Sevilla, en Ser cofrade, una vocación, una de las grandes apuestas de la editorial Almuzara para este otoño.
Dividida en cinco partes y con más de doscientas páginas, la obra es definida por el propio autor como «una serie de reflexiones sobre la forma de vivir la fe en el seno de las hermandades», por lo que, más allá de su llamativa portada y de su original título, no se trata de un libro de cofradías al uso, sino de un conjunto de pensamientos que pueden «ayudar a los cofrades de nuestra ciudad y de nuestra diócesis», en palabras del arzobispo emérito y prologuista del libro Juan José Asenjo, «pues habla desde su larga experiencia como cofrade de base y también como hermano mayor». No en vano, Pérez Franco pertenece a un total de ocho corporaciones —entre hermandades de Gloria y de Penitencia— y asimismo forma parte de la Asociación de Fieles de la Virgen de los Reyes y San Fernando; sin embargo, la mayoría de sevillanos lo conocen por haber estado al frente de la hermandad del Baratillo entre 2005 y 2011 y haber pronunciado el pregón de la Semana Santa de 2012.
Benedicto XVI calificó a las hermandades y cofradías como «escuelas populares de fe vivida y talleres de santidad», algo con lo que el escritor está de acuerdo y que además concuerda con su idea de lo que significa ser cofrade, concepto que se esfuerza en definir a lo largo del libro con la ayuda de reconocidos expertos —caso del sacerdote jesuita Daniel Cuesta Gómez, del cardenal fray Carlos Amigo Vallejo, o del delegado diocesano Ángel Gómez Guillén—. Asimismo, Ser cofrade, una vocación, sin pretender ser ningún tipo de manual, contiene un buen número de consideraciones que permiten analizar la realidad del cofrade actual y, por extensión, de aquellos cristianos que viven su fe al calor de las hermandades. En este sentido, Pérez Franco desliza cuestiones del tipo «¿Quién es Jesucristo para nosotros hoy?» o «¿Qué es ser cristiano? ¿Es solo estar bautizado?», las cuales se complementan con otras relacionadas con los fines de las cofradías, desde la formación a la caridad, pasando por la pertenencia a la Iglesia, todas ellas ilustradas de manera rigurosa con citas evangélicas, teológicas e incluso jurídicas.
Aunque si hemos de destacar algo, esto son aquellos capítulos dedicados a exponer el propio funcionamiento de las hermandades y el papel de sus integrantes. Ahí, el autor, sin caer en pesimismos ni mostrarse catastrofista, expone de manera directa y valiente algunos de los problemas que aquejan en la actualidad al universo cofrade, comenzando por la falta de calidad artística de determinadas imágenes —básicamente se refiere a aquellas realizadas por encargo de asociaciones «cofrades» de carácter civil— y desembocando en la tentación que supone la búsqueda de honores y reconocimientos al acceder a un cargo de responsabilidad en el seno de una corporación («Vanidad de vanidades»). Esta lista se amplía con apartados dedicados a nuestros veteranos cofrades —Ignacio J. Pérez Franco se refiere a ellos como «testigos de la tradición de la fe»—, así como nuestros jóvenes –«¿Qué les ofrecemos y qué les debemos ofrecer? ¿Qué podemos y debemos hacer por ellos»—, y se cierra con tres hermosos capítulos sobre la Madre de Cristo amparados bajo el lema «A Jesús por María».
Para rematar el volumen, el cual sin duda contribuirá a que muchos cofrades se hagan preguntas y, sobre todo, busquen el modo de responderlas, el autor ha contado con la colaboración de un equipo de fotógrafos, que, en su opinión, son capaces de «escribir y describir sentimientos sin palabras». Estos son Rafael Alcázar, Juan Romero Prieto, Javier Comas, José Antonio Zamora y Javier Rizo, cuyas visiones de la Macarena, la Esperanza de Triana, el Gran Poder o el Cachorro van de la mano de la espiritualidad de la túnica, el recogimiento de la penitencia o el fervor del culto eucarístico.
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