Cuento de verano: ‘Cómo ser muy lista’

José Carlos Carmona JoseCCarmona /
10 ago 2021 / 10:27 h - Actualizado: 10 ago 2021 / 10:35 h.
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Te crees muy lista y te ofreces como madre de alquiler. Eres una chica normal, de Mairena. Sabes que esto no va a ser como en las películas. En las películas todo pasa en una hora y media. A lo sumo dos. Pero aquí van a ser nueve meses, bueno, ocho, porque el primero no te enteras. Ellas te han dicho que te pagarán mil quinientos euros al mes durante el embarazo y mil durante los dos años siguientes. “Lo que dura la pena”, dijo una de ellas. Le dices: “Vale” y eres una madre de alquiler. “Di vale”.

—Vale.

—Estamos muy contentas —dicen ellas.

Di algo para que estén tranquilas.

—Estad tranquilas —dices.

—Ven a tomar el té cada semana.

Di:

—¿El té no es excitante?

—Claro —dicen ellas—. Tú, rooibos.

Te acompañan a la clínica. Para controlar el proceso. Tú eres “el proceso”. La clínica es de las caras: la música que suena no mete locutor entre tema y tema. Piensa en el dinero: no has tenido mil quinientos en tus manos en tu vida. Harás listas. Listas de compras. No sabes por dónde empezar. “¿Da para una motillo?”, te preguntas.

Dejaste la ESO. Repetiste primero (fue el año en que tu madre se fue), repetiste segundo (tu padre te metió en casa a Merche) y te quedaste en tercero hasta el día de tu dieciséis cumpleaños. A lo peor no eres tan normal, te dices.

1.- Ropa de Zara.

2.- Finde en Gibraltar.

3.- Un perrillo de tienda.

Le pondrás el nombre del bicho, te dices. El bicho es como llamas al bicho que te han metido dentro.

No te duele cuando lo hacen. Te alegras. Intentabas imaginártelo pero no podías.

Pero no funciona. Tienes que ir dos meses después a repetir. Pero ellas te han dado mil, “es como un desembarazo antes del embarazo”, piensas.

Piensas en Jorge, el capullo de Jorge. Te vas con él y luego te dice que se vuelve con sus padres, que quiere estudiar. Que se ha dado cuenta. Di:

—¿Te has dado cuenta de qué?

Y te dice no sé qué de que no quiere trabajar o no quiere trabajar tan duro. Lo comprendes, pero tú ya estás en el MAS, haciendo pitar el rayo. “El rayo” es como le llaman las niñas al rayo. Al rayo rojo. A veces sueñas por las noches con el “pi”.

Tu hijo también hace ya “pi” dentro. Dicen que va muy rápido: “pi, pi, pi, pi, pi”.

“¿Quién será el padre?”, te preguntas. “Mira que si es el Jorge, pajillero a sueldo...”.

Ellas pidieron que fuera vegetariano, pero en la clínica no lo sabían.

Has empezado a llorar por las noches. Te ríes porque es sin motivo. Di: es sin motivo.

—Es sin motivo.

Pero no te oye nadie.

Las niñas te han visto con ropa de Zara y te han envidiado. “Esto funciona”, te dices.

Tu supermercado está en la Avenida Filosofía. Sabes chistes de Filosofía, pero no te haces una idea muy bien de qué es. “Es donde está el MAS”, te dices.

El nuevo encargado te hace ojitos. Dile:

—Yo también soy en-cargada.

Ríete.

Te gusta hacer el pan. Por la mañana viene un gordito afectuoso. Cuando le das el pan piensas que alimentas el mundo.

—Toma. Pan. —le dices. Como si fueras a bendecirlo.

Desde que tienes el bicho ahí has pensado en ir a la iglesia. Ya no lloras por la noche. Lloras por la noche y por el día. Sobre todo los sábados. “Ir a la disco con panza es muy mal rollo”, piensas. Te pides el turno de tarde. Y los festivos.

Tomando el té te enseñan la ropita.

Sólo piensa: “Soy una chica normal”.

Ahora cuando lloras ya sabes por qué lo haces. “Quizás eso es Filosofía”, te dices.

Las niñas te dicen que estás más gorda.

Di:

—Hacer pan engorda. —Ríete.

Alquila tu piso de Mairena a una amiga. Vete a Sevilla. A un cuarto sin ascensor cerca de la Alameda. Apúntate ya gorda a clases de barro cocido.

“Estás preparando el nido”, te dice la maestra.

Pasea por la Alameda. Ve los niños corriendo, chillando de alegría.

Has dejado de llorar, aunque las hormonas te tienen como loca. Te ha dado por las pipas. De calabaza. Pero estás en fase mil quinientos. La lista final ha sido:

1.- Tele.

2.- Móvil.

3.- Perrito de tienda.

El de la tienda te ha dicho:

—¿Dos a la vez?

—Para que discutan —le has mentido. Y te has reído.

Es un Jack Russell Terrier. Un enano, como el bicho. Ellas le han puesto “Bruno”, como el perro. Te parece más nombre de perro que de niño. Cuando se mueve, le dices al perro:

—Sit, sit, Brrruno.

Cuando el bicho sale tú miras hacia el Aljarafe. No hay ventana en el quirófano, pero sabes que está ahí. Detrás. Y que está lleno de vida. De oportunidades. Bruno te espera en casa. Y las niñas saben que vas a volver. Hay muchos “pi, pi, pi” por llegar.