De armas tomar

El ser humano, dado su carácter belicoso, parece haber estado unido a una espada desde siempre. Tanto es así que, cuando dejó de utilizarse para atacar o defenderse de los enemigos, esas armas se convirtieron en herramienta necesaria para la práctica deportiva. Es lo que se conoce como esgrima

29 ene 2020 / 08:28 h - Actualizado: 29 ene 2020 / 08:43 h.
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  • Una escena de ‘Los duelistas’. / El Correo
    Una escena de ‘Los duelistas’. / El Correo

Los deportes minoritarios tienen un hueco en el cine, en la literatura o en la pintura. La esgrima es uno de ellos. Este es un deporte que aparece cuando la espada se ve relegada a un segundo plano en el terreno más bélico dado que aparecen las armas de fuego contra las que nada puede hacer el acero por muy afilado que esté. Hasta el siglo XIX, momento en el que quedan prohibidos los duelos, el buen manejo de la espada no se traslada al terreno deportivo. No obstante, en 1472 ya se había publicado el tratado «La verdadera esgrima» de J. Pons y un año más tarde aparecería otro titulado «El manejo de las armas de combate» firmado por P. de la Torre.

De armas tomar
Feraud y D’Hubert, que se baten en duelo a lo largo de su vida en varias ocasiones. / El Correo

La esgrima ha sido deporte olímpico desde la primera edición moderna. Eso sí, las mujeres pudieron participar en las competiciones olímpicas solo a partir de 1960. Son muchas las obras artísticas que han tenido este deporte como eje vertebrador del sentido de la misma obra. «Los duelistas» es una de ellas y, al mismo tiempo, una de las mejores películas de Ridley Scott y, también, una de las menos recordadas. Es curioso que esto sea así cuando, junto con «Alien, el octavo pasajero» y «Blade Runner», este trabajo es el mejor del director. «Los duelistas» es una adaptación de la novela de Joseph Conrad. El guión fue firmado por Gerald Vaughan-Hughes y es muy fiel al texto original, un relato en el que Conrad despliega buena parte de los recursos que marcaron su literatura. Los añadidos del guionista son menores resultando más estéticos que otra cosa. Lo que nos cuentan es la relación entre dos militares, Feraud y D’Hubert, que se baten en duelo a lo largo de su vida en varias ocasiones. Por distintas razones, van sobreviviendo a cada encuentro; duelos que se desarrollan de forma diversa. A caballo, a espada, breves, sangrientos. Durante el desarrollo de la trama comprobamos que, en realidad, lo que nos van mostrando es cómo conviven y salen adelante dos formas de vida. Lo duro, belicoso, descortés y primitivo de Feraud se enfrenta a la clase aristocrática, a la calma, a la cultura exquisita de D’Hubert. El viejo conflicto de siempre. Aunque, a decir verdad, dado que el punto de vista utilizado es el de D’Hubert, el carácter y la psicología de Feraud queda algo desdibujado. Ridley Scott, influenciado (sin duda) por la película de Stanley Kubrick «Barry Lyndon», busca encuadres con distintas iluminaciones que nos recuerden a algo parecido a lo que son los lienzos de la época romántica. Esa iluminación, lógicamente, naturalista, toma especial relevancia con el uso de velas y sombras en interiores. Los exteriores repiten una idea que, desde el principio, Scott quiere hacer llegar: cómo es la relación entre los protagonistas. El fotógrafo Frank Tidy hace un trabajo espléndido. Los personajes protagonistas son encarnados por Harvey Keitel (llegaba de un intento fallido por interpretar el papel principal en «Apocalypse Now») y Keith Carradine. Ambos están muy bien dirigidos y consiguen una actuación sobresaliente. «Los duelistas» es una excelente muestra del cine que se filmaba en esa época (1977) y está a la altura de las mejores películas de Scott. No dejen de prestar especial atención a cómo el director va utilizando a los personajes femeninos para que las personalidades de los duelistas vayan dibujándose con coherencia. Eso y un montaje que va en busca de lo mismo, son aspectos especialmente interesantes.

De armas tomar
007 y el villano Gustav Graves protagonizan en ‘Muere otro día’ una escena en la que la esgrima es esencial. / El Correo

Hay muchas más películas que han utilizado este deporte para desarrollar parte de la trama. Una de las más famosas es posible que sea «Muere otro día», película que protagoniza el conocidísimo agente secreto James Bond (encarnado, esta vez, por Pierce Brosman). La película incluye una larga escena en la que 007 y el villano Gustav Graves (que es, en realidad, el coronel Moon, un militar norcoreano transfigurado para poder seguir haciendo fechorías sin ser reconocido) se baten en duelo. Todo parecía de lo más deportivo y termina siendo violento; una pelea a muerte. Bond y el villano destrozan el club exclusivo en el que se encuentran, terminan heridos y odiándose mucho más que antes de comenzar a pelear. La coreografía de esta escena es impecable aunque, todo hay que decirlo, es especialmente extravagante en lo que se refiera a la esgrima. No se busca el enseñar la técnica de este deporte en rigor sino el lucimiento de los personajes. En realidad, es difícil encontrar una película de este superagente en la que no aparezca algún deporte como forma de expresar el carácter casi sobrehumano de 007. Cuando no está practicando submarinismo está subido en una moto y haciendo cabriolas. La esgrima es uno de los deportes más bellos por su estética aunque, también, uno de los menos seguidos. Posiblemente porque el que no lo practica ni lo entiende ni es capaz de seguir la evolución de un combate. Pero el cine es capaz de utilizar la esgrima como vehículo narrativo salvando las dificultades. «La guerra de las galaxias» es un ejemplo estupendo que ilustra esto que digo. Eso sí, Anakin, Luke o la princesa Leia, tendrán su turno otro día.