«Día de lluvia en Nueva York»: Una locura deliciosa

Analizamos la última película de Woody Allen, la enésima declaración de amor a su ciudad natal, Nueva York, con un reparto liderado por Timothée Chalamet, Elle Fanning y Selena Gómez

28 feb 2020 / 14:00 h - Actualizado: 28 feb 2020 / 14:04 h.
"Cine","Cine - Aladar"
  • Un momento del rodaje de la película. / El Correo
    Un momento del rodaje de la película. / El Correo

El 30 de agosto de 2018, una noticia publicada en los principales medios del mundo dejó estupefactos a los fans de Annie Hall, La rosa púrpura de El Cairo o Match Point. Woody Allen, el cineasta de Brooklyn nacido en 1935, dejaba de rodar por falta de financiación. Unas nuevas declaraciones de su hija adoptiva, Dylan Farrow, echando más leña al fuego sobre los presuntos abusos por los que jamás fue imputado, el fracaso de su serie para Amazon y el hecho de que los últimos filmes no hubiesen resultado rentables, parecían poner el punto y final a una carrera salpicada de éxitos y reconocimientos a lo largo y ancho del planeta. Se rompía así el idilio del director con sus legiones de admiradores, y la posibilidad de seguir sumando joyas a una carrera iniciada a finales de los sesenta. Y es que, como nos recuerda Natalio Grueso en su libro Woody Allen, el último genio, «a lo largo de casi medio siglo Allen no ha faltado nunca a su cita anual con los espectadores, regalándoles una nueva película cada año que un buen puñado de seguidores en todo el mundo acuden a ver con la esperanza segura de que los sorprenderá con situaciones interesantes y diálogos inteligentes. Se ha convertido para muchos en una de esas tradiciones que hacen de la vida algo más placentero, ir a ver la última de Allen, un rito agradable, como probar el primer vino de la vendimia o darte el primer baño en la playa tras un largo y frío invierno. Combustible suficiente para aguantar unas millas más». Sin embargo, en mayo de 2019, una nueva noticia relacionada con el genio neoyorquino hizo renacer las esperanzas entre sus seguidores. A Contracorriente, que ya distribuyó anteriores filmes como Cafe Society y Wonder Wheel, confirmaba a los medios que sería la encargada de llevar a las salas españolas la última comedia de Allen durante el otoño. Es decir, que lo que Estados Unidos le negaba, el viejo continente se lo concedía; por lo que, tal como se anunció en la prensa, Día de lluvia en Nueva York recuperó, un año después de su conclusión, al responsable de A Roma con amor en el país que acogió esta producción (Italia), para horas más tarde hacerlo donde rodó Vicky, Cristina, Barcelona (España).

«Día de lluvia en Nueva York»: Una locura deliciosa

¿De qué trata la película?

Día de lluvia en Nueva York acontece durante un lluvioso fin de semana en el que los universitarios Gatsby (Timothée Chalamet) y Ashleigh (Elle Fanning) viajan a Manhattan para que ella entreviste al director de cine Roland Pollard (Liev Schreiber). El plan romántico de Gatsby es mostrarle a su novia sus rincones favoritos de la capital de los rascacielos, pero todo se tuerce en cuanto se separan y la chica conoce al taciturno cineasta. Posteriormente, Ashleigh se verá arrastrada a un encuentro con varios hombres rotos, que van desde el mencionado Pollard al actor Francisco Vega (Diego Luna), pasando por el guionista Ted Davidoff (Jude Law) —que acaba de descubrir que su mujer (Rebecca Hall) le engaña con otro—. Mientras, Gatsby pasará el tiempo con Chan (Selena Gómez), la espontánea hermana menor de su exnovia, y descubrirá que ella también encuentra romanticismo en los días lluviosos. Dicho esto, no es necesario aclarar que los noventa minutos de Día de lluvia en Nueva York trascurren prácticamente en la ciudad natal de Woody Allen, como ya ocurriese en otros títulos de su filmografía, y que a los lugares comunes se suman temas, clichés y recursos mil veces vistos en sus películas, lo cual podría parecer una absurda repetición. Pero es que como ocurre en el universo de Star Wars, una de las claves del éxito de estas cintas es precisamente el revisionismo, la mirada nostálgica y la redundancia. Así, resulta inevitable recordar al Isaac David de Manhattan —uno de los roles más celebrados de Woody Allen— en la figura encarnada por Chalamet; destapar cuánto se parece el personaje de Elle Fanning al de Drew Barrymore en Todos dicen I love you; o sonreír ante el juego de suplantación de Kelly Rohrbach, mostrado hace 23 años en Desmontando a Harry. También resulta simpático escuchar diálogos preñados de ingenio, al estilo de La comedia sexual de una noche de verano (pero en boca de Selena Gómez); recorrer las fiestas de intelectuales de Delitos y faltas (aunque con un punto hipster); o contagiarnos del amor por lo urbano, al estilo de Misterioso asesinato en Manhattan (pero sin misterio ni asesinato). Si a todo ello unimos la fotografía del maestro Storaro, la hipnótica música de Erroll Garner y una forma de rodar en peligro de extinción, ¿qué importa que el guion tenga agujeros y el final sea digno de Disney? Ojalá que esta locura deliciosa —el proyecto número 50 de su prolífica carrera— no sea sino el punto y seguido para más historias, más enredos y más homenajes de Woody Allen. Aunque se los dedique a sí mismo.