«Don Fernando, el Emplazado»: Recuperar el patrimonio cultural

El Teatro Real recupera la ópera «Don Fernando, el Emplazado» de Valentín de Zubiaurre, 150 años después de su estreno en ese mismo teatro

17 may 2021 / 12:58 h - Actualizado: 17 may 2021 / 13:47 h.
"Ópera","Críticas"
  • José Bros.
    José Bros.

El Teatro Real de Madrid ha sido premiado, hace unos días, por la International Opera Awards. Nada más y nada menos que ha sido nombrado ‘Mejor Teatro de Ópera’ del mundo. Esto es algo que alegra a cualquier aficionado y que es producto del esfuerzo de muchísima gente.

El Teatro Real volvía a reabrir sus puertas el año 1997, tras más de 70 años de inactividad durante el siglo XX. Desde su fundación en 1850, todo habían sido problemas y trabas que parecían irresolubles. Ahora, todo es distinto.

La llegada de Gerard Mortier en 2010 supuso un antes y un después en la vida del Teatro Real de Madrid. La pedagogía de Mortier fue calando entre los aficionados y con sus programaciones se construyó todo lo necesario para que Joan Matabosch pudiera hacer su trabajo con garantías. Lo único malo de la gestión de Mortier fue ese afán por topar, una y otra vez, con todos y todo. Matabosh ha conseguido un repertorio equilibrado, un buen número de producciones y coproducciones extraordinarias y una presencia de la ópera contemporánea que antes no tenía cabida alguna en la programación. Todo ha ido mucho mejor desde que Matabosch llegara al Real y desde que los políticos dejaron de utilizar este teatro como arma política.

Es imprescindible destacar la valentía y la profesionalidad derrochadas durante la pandemia. El trabajo ha sido enorme y los resultados ya son la envidia de muchos países.

Llegar, hoy, al Teatro Real es un poco más emocionante que antes. Es lo que tiene el lustre de los premios.

Vamos con la ópera.

La importancia del estreno del pasado día 15 de mayo reside en lo que tiene de recuperación del patrimonio cultural. «Don Fernando, el Emplazado» de Valentín de Zubiaurre es una ópera menor. Me atrevería a decir que es un disparate si atendemos al libreto (es mejor olvidarse de los subtítulos, cerrar los ojos y disfrutar de lo que se escucha).

El compositor escribió la partitura (¡en italiano! dada la influencia de las diferentes corrientes artísticas que influían decisivamente en los compositores de la época) durante una época de enormes movimientos sociales y políticos y en la que la ópera era algo así como el símbolo de la diferencia de clase. Mientras la zarzuela se imponía en los estratos menos acomodados de la sociedad, la ópera se convertía en símbolo del lujo. El caso es que Valentín de Zubiaurre compuso esta obra de la que no se puede señalar nada extraordinario.

Joan Matabosch ha recuperado esta ópera aunque ha sabido medir muy bien los riesgos. Se representó en versión concierto y así se eludía una puesta en escena en la que se intuyen todo tipo de complicaciones. Si se hubiera intentado representar esta obra en un formato tradicional el resultado hubiera sido, seguro, un desastre. Demasiados cambios, demasiados giros inexplicables, demasiada incoherencia interna.

Y la fórmula elegida funcionó. Más que bien.

El director musical José Miguel Pérez-Sierra estuvo sobresaliente. Cuidadoso, sensible y haciendo una lectura de la partitura muy precisa. La Orquesta Titular del Teatro Real estuvo a la altura y salió airosa del empeño.

Las voces de Miren Urbieta-Vega (de menos a más, sobresaliendo desde el principio en los medios), y de José Bros (muy bien de técnica y dicción y de robustez contundente que permitía ir de extremo a extremo del registro con suma facilidad) ayudaron a que la tarde noche en el Teatro real fuera amable a más no poder. El resto de los cantantes, incluido el coro, cumplieron sin problemas.

Hay que celebrar todo lo que sea recuperar el patrimonio. Y hay que celebrar que se haga con cabeza y planificación, sin alardes que no llevan a ningún sitio.