Durante siglos, así fue el comercio callejero

Se pierde en la memoria el sistema de comercio callejero que imperó en Sevilla, donde un hombre y un burro formaban una unidad mercantil que sustentaba la distribución domiciliaria de los productos básicos para el hogar. Vendedores ambulantes de todo tipo de productos alimenticios, así como de carbón y cisco, cacharros de barro y latón, agua y vinos, se movían en Sevilla para que la vida siguiera adelante

03 feb 2018 / 08:01 h - Actualizado: 31 ene 2018 / 09:44 h.
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  • Estampa que refleja el costumbrismo heredado en el siglo XX de las centurias anteriores, donde la venta ambulante era la base del comercio callejero. / Francisco José de Jesús Pareja
    Estampa que refleja el costumbrismo heredado en el siglo XX de las centurias anteriores, donde la venta ambulante era la base del comercio callejero. / Francisco José de Jesús Pareja
  • Durante siglos, así fue el comercio callejero
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Sin la aportación de la tarjetografía postal apenas si tendríamos testimonios gráficos de unas de las actividades mercantiles más antiguas y populares en nuestra ciudad y en toda Andalucía, como fueron los vendedores ambulantes de todo tipo de productos alimenticios, así como de carbón y cisco, cacharros de barro y latón, agua y vinos.

Podemos disponer en nuestro archivo de al menos un centenar de fotografías de vendedores ambulantes, impresas en blanco y negro, en sepia, viradas en azul y rojo, e incluso iluminadas. Entre 1895 y 1928, una época de oro para la tarjeta postal de temas sevillanos, los vendedores ambulantes fueron asuntos recurrentes para este soporte editorial, ofertados con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929. De manera que, y como afirma el estudioso de la tarjetografía postal Ángel Vela Nieto, gracias a los editores de tarjetas se ha podido conservar el recuerdo iconográfico de un sistema de venta callejera que se mantuvo hasta mediado el siglo XX, como herencia ancestral que se pierde en la noche de los tiempos.

Los principales editores afincados en Sevilla fueron Tomás Sanz, Manuel Barreiro, María Chaparteguy, Abelardo Linares, José Bustillo-Guerra, Eulogio de las Heras, Hijos de Ferrer, y otros. Y numerosos editores de Madrid, como Hauser y Menet y Mateu; de Barcelona, como Thomas y Juan Barguño; de Granada, Garzón, y otras ciudades españolas. Pero es importante indicar que también la tarjetografía postal sevillana tuvo ecos muy positivos en las ediciones europeas, de firmas suizas, alemanas y francesas, principalmente.

Los vendedores ambulantes tenían protagonismo todo el año para distribuir determinados productos intemporales, pero también los había de temporada, sobre todo en los meses de verano. Panes procedentes de Alcalá de Guadaira y de La Algaba, aceites de oliva y vinos del Aljarafe, frutas de las haciendas del alfoz, productos de huerta, uvas almerienses, naranjas de Mairena del Alcor, búcaros y cacharros de barros de Lebrija, utensilios de metal de Lucena, carbones para la cocina y planchas de sastres, ciscos para el brasero, agua, incluso tejidos en retales... Y el soporte animal tenía predominio asnal, aunque también eran frecuentes los mulos y hasta los caballos.

Primero los triciclos y después los moto-carros, fueron marginando a las bestias en las tareas de reparto, hasta la expansión definitiva de los vehículos tipo furgoneta.

Este sistema de venta callejera que se mantuvo hasta mediado el siglo XX. / Francisco José de Jesús Pareja

La tarjetografía postal sevillana tuvo ecos muy positivos en las ediciones europeas. / Francisco José de Jesús Pareja

Los vendedores ambulantes tenían protagonismo todo el año. / Francisco José de Jesús Pareja

El soporte animal tenía predominio asnal, aunque también eran frecuentes los mulos y hasta los caballos. / Francisco José de Jesús Pareja

Primero los triciclos y después los moto-carros, fueron marginando a las bestias en las tareas de reparto. / Francisco José de Jesús Pareja