El amor y la pasión como compañera de viaje

A Bellini se le han criticado algunas cosas. Algunos compositores le han acusado de utilizar melodías eternas, de hacer una música especialmente melosa. Pero, sin embargo, otros le han imitado algunas partes de su obra. Uno de ellos fue el mismísimo Wagner. En cualquier caso, las óperas de Bellini son espléndidas. En el Teatro Real de Madrid se ha estado representando ‘Norma’. Estupenda y muy recomendable.

05 nov 2016 / 12:02 h - Actualizado: 04 nov 2016 / 13:54 h.
"Ópera"
  • Mariella Devia y Fernando Radó en un momento de la representación. / Fotografía de Javier del Real
    Mariella Devia y Fernando Radó en un momento de la representación. / Fotografía de Javier del Real
  • Stefan Pop y Mariella Devia. / Fotografía de Javier del Real
    Stefan Pop y Mariella Devia. / Fotografía de Javier del Real
  •  El amor y la pasión mueven el mundo de Norma. / Fotografía de Javier del Real
    El amor y la pasión mueven el mundo de Norma. / Fotografía de Javier del Real
  • Mariella Devia sobresalió por encima de todos los cantantes del reparto. / Fotografía de Javier del Real
    Mariella Devia sobresalió por encima de todos los cantantes del reparto. / Fotografía de Javier del Real
  • Stefan Pop y Ketevan Kemoklidze. / Fotografía de Javier del Real
    Stefan Pop y Ketevan Kemoklidze. / Fotografía de Javier del Real

El pasado domingo, día 30, el tiempo en Madrid era primaveral. A pesar de la altísima polución que se soporta en la capital, pasear por el centro de la ciudad era, sencillamente, delicioso. Un día espléndido que se emparejaba con lo que, a partir de las seis de la tarde, iba a ocurrir en el escenario del Teatro Real de Madrid.

Norma es una ópera de Vincenzo Bellini; siciliano que se vinculó, claramente, con el romanticismo más apasionado, melancólico y apesadumbrado. El libreto de esta obra lo firmó Felice Romani basándose en la tragedia homónima de Louis Alexandre Soumet. Norma es una ópera que habla del amor verdadero como vehículo que arrastra hasta la felicidad o hasta la mismísima muerte, de la pasión como arma peligrosa; y no solo del amor de pareja sino del amor maternal. Norma habla de amor y de la patria como hogar sagrado. Son estos dos temas los que mueven la trama desde el principio. Norma es una de las grandes óperas de la historia y, el domingo pasado, esto quedó muy claro en el Teatro Real porque todo salió estupendamente bien.

Por un lado, la puesta en escena que presentaba Davide Livermore era tan sencilla como inteligente. La representación del bosque, del altar, de la hoguera, todo; se resuelve con una gran sencillez que facilita la comprensión en la platea. Y eso no es poco. El conjunto se apoya sobre un trabajo audiovisual que nos relata mucho de lo que queda implícito en la propia ópera aunque no vemos de forma expresa sobre las tablas. Por tanto, ese afán explicativo, sin invasiones innecesarias, es del todo acertado. Solo algunos movimientos de los cantantes, subiendo o bajando la escalera del altar, no están del todo justificado o, por ejemplo, en el finale, una escena tremenda que se desarrolla y estructura sobre una sola melodía, el coro queda colocado peligrosamente por delante de la soprano y el tenor, que deben esforzarse mucho para poder ser escuchados.

Destaca en el arranque de la ópera un ballet extraordinario por la expresión corporal que desarrollan los bailarines y la matización de la obertura que marca ya desde el principio lo que será el resto de la obra.

La iluminación, preciosa y precisa. El vestuario cuidado y elegante.

Musicalmente, Roberto Abbado hace un buen trabajo preciso, sin altibajos y entendiendo el sentido de la partitura. Nada de alardes innecesarios ni lecturas personales que pueden desvirtuar una música muy personal del autor. Abbado sacó buena parte de lo que tiene dentro la Orquesta Titular del Teatro Real de Madrid.

Fueron los cantantes los que estuvieron a un nivel muy, muy, alto. La mezzosoprano Ketevan Kemoklidze manejó los registros con gran solvencia y trabajó muy bien el arco dramático del personaje. Sin tener la mejor voz del mundo, su Adalgisa se redondeaba de principio a fin para terminar dibujada con un trazo fino y elegante. Fernando Radó estuvo francamente bien. Modulando sin dificultad alguna y dejando un verdadero torrente de voz sobrevolando las butacas del teatro. Stefan Pop estuvo correcto aunque sin transmitir la emoción que se espera de un personaje como Pollione. No se pueden poner grandes pegas a su actuación, pero tampoco se puede decir nada que vaya más allá de la corrección técnica y artística.

Fue Mariella Devia la que sobresalió por encima de todos. Se lució en todas sus arias. En la plegaria del Acto I «Casta diva» enamoró con un timbre de voz precioso y una coloratura ágil y eficaz; en el pequeño airoso «Teneri figli» también salvó la situación sin problemas expresando muy bien esa imposibilidad de matar, ese ansia de amar. El finale, tapada peligrosamente por el coro (este es el problema al que me refería anteriormente), se convertía en una prueba difícil de superar y lo hizo con facilidad. No hace falta decir que los aplausos sonaron generosos y auténticos durante la representación y en la despedida.

Por si era poco, el coro Intermezzo, como ya es costumbre, estuvo brillante. Los coros de Norma no son algo estético; al contrario, tienen una profundidad reveladora del carácter del pueblo italiano de la primera mitad del siglo XIX, un carácter reivindicativo muy marcado en la Italia de Bellini; y eso quedó muy claro en esta ocasión.

La noche madrileña, al finalizar la ópera, seguía emparejada con lo que acababa de suceder sobre un escenario. Y el regreso a casa se convirtió en una ocasión de oro para seguir saboreando la música de Bellini.

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Argumento

Norma es la suma sacerdotisa de los druidas. Sin embargo, vive una intensa historia de amor con Pollione, procónsul romano en las Galias, con el que ha tenido dos hijos. Por eso, Norma retrasa la rebelión contra el Imperio Romano.

Pero Pollione, que podría parecer un sinvergüenza con las mujeres aunque es un hombre débil que solo crece junto a Norma, se enamora de Adalgisa, otra joven sacerdotisa.

Norma ordena, despechada, el comienzo de la rebelión que llevará a Pollione a ser detenido y condenado a ser sacrificado en honor de los dioses.

Dado que Pollione no renuncia a su nuevo amor, a pesar de las circunstancias, Norma se apiada de él y termina acusándose de traición. Pollione siente, de nuevo, amor por ella y suben juntos a la hoguera en la que serán sacrificados.