El arma del convite

A pesar de que la actualidad invita a refugiarse en casa y a esconder el rostro cuando otros deberían taparse las vergüenzas, quizás nuestra mayor baza sea luchar contra ello y agarrarnos a los más elementales instrumentos de nuestro humanismo.

27 oct 2017 / 08:55 h - Actualizado: 27 oct 2017 / 10:11 h.
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  • The Tractor. / Fotografía de Ángel Bernabeu
    The Tractor. / Fotografía de Ángel Bernabeu
  •  Quentin Gas & Los Zíngaros. / Fotografía de Ángel Bernabeu
    Quentin Gas & Los Zíngaros. / Fotografía de Ángel Bernabeu
  • Vera Fauna. / Fotografía de Ángel Bernabeu
    Vera Fauna. / Fotografía de Ángel Bernabeu
  • Niña coyote eta Chico tornado. / Fotografía de Ángel Bernabeu
    Niña coyote eta Chico tornado. / Fotografía de Ángel Bernabeu

Ya decía José Mujica hace unas décadas que «Si una cultura no genera sentido, genera violencia». Y cómo a Mujica no se le puede rechistar, en Sevilla se ha hecho de la cultura un arma, y de ese arma un convite.

Hace unos días, en el centro de la capital andaluza se celebró la novena edición (segunda en este emplazamiento, antes desarrollada en El Puerto de Santa María) de la verbena cultural conocida como Monkey Week. Los datos, en esencia siempre fríos y de los que personalmente trato de huir, quizás en esta ocasión sirvan para al menos hacernos entender la magnitud de dicho evento; 151 conciertos y showcases repartidos en sólo 3 días, 15 espacios por los que marcharon más de 10.000 personas, 1.060 profesionales y músicos... Sencillamente apabullante.

El alma del evento en líneas generales se basa en nutrirse de los pilares básicos del conocido festival estadounidense SWSX en Austin (Texas), pero dotándole de una personalidad que representa fielmente nuestro modo de ver y disfrutar de la vida. Dichos pilares bien podrían definirse como actuaciones de bandas nacionales noveles, cuya propuesta no requiere de la experiencia para rebosar calidad – mención especial aquí al magistral trabajo del equipo de booking del festival - en lugares que consiguen generar un hermanamiento con la banda por su baja capacidad de masificación, y la sensación de vivir una experiencia irrepetible por la excentricidad de la localización donde se desarrollan las actuaciones. Pudimos disfrutar de conciertos en una atracción de coches de choque, en una casa palacio, en un antiguo monasterio, en un mítico club de ambiente, a los pies de una torre de más de 700 años... Irreverentes puestas en escena en variopintos lugares.

De centro neurálgico La Alameda de Hércules, y como meteorología un clima que parecía resistirse con todas sus fuerzas a abandonar el verano pese a rebasar casi en un mes el equinoccio de otoño, tuvimos el placer de presenciar imágenes tan acogedoras como pequeñas reuniones de ancianos sentados en los bancos intercambiando impresiones musicales con jóvenes de peinados extravagantes y floridas camisas veraniegas, o niños que correteaban en las dunas adoquinadas de la plaza intentando derribar pompas de jabón mientras eran perseguidos por sus padres. Imágenes acompañadas de melodías provenientes de todos los rincones, músicas que iban del garage rock al funk, de la cumbia al flamenco, del indie rock al trap... Si bien parecen imágenes bucólicas, no son menos ciertas, y resultan tremendamente irónicas para aquel que tenga la suficiente memoria como para recordar el aluvión de críticas furibundas que se recibieron el año anterior por parte de un sector inmovilista de la población reclamando la total cancelación del evento. Espero que al menos ese sector tenga cuanto menos la misma memoria la próxima ocasión que quiera negarle a la ciudad este tipo de regalos.

Ahondando un poco en el apartado musical - y previa disculpa por dejar todas aquellas actuaciones de obligada mención que no podrán ser destacadas – quizás el punto de partida por derecho propio deba ser el concierto de Rocio Marquez. La cantaora onubense demostró que se puede acercar el flamenco a las nuevas generaciones sin olvidar las raíces. Esta vez abandonó el formato acústico acompañado del virtuosísimo guitarrista Miguel Ángel Cortés - que nos hizo levitar en la pasada edición del Sofar Sound Sevilla - y se dejó acompañar de una banda jazzística en la que la armonía de ambos géneros marcó el espectáculo. Seguidillas y mineras representadas por una de las voces más potentes de la actualidad entre solos de saxo y batería, una absoluta delicia para el espectador.

Si bien lo más reseñable durante las jornadas fueron los contrastes. La diversidad de propuestas que hacían del evento el mejor patio de recreo del melómano. El disfrutar en un evento del mejor synth-pop de los 80s de la mano del El último vecino, capitaneados por la histriónica puesta en escena de Gerard, y ritmos que funcionan como cátodos para las caderas en canciones que invitan a la emotividad como en las ya coreadas por el público ‘Tu casa nueva’ o la cover ‘Mi chulo’. Y después de esto, el poder deleitarse con la inclasificable propuesta de Mueveloreina, cuya etiquetación entre el sonido trap y el reggaetón sería sencillamente faltar al respeto a la magnífica performance de este dúo residente en Barcelona. La mezcla perfecta entre Bomba Estéreo y el lado más canalla de Die Antwoord.

Y siguiendo con dicha analogía, presenciar primero a la que es sin duda una de las bandas de mayor proyección de la escena andaluza, Vera Fauna, cuya psicodelia dream pop cantada en castellano fue recibida en la calurosa media tarde como una zambullida en las playas de Cádiz. Para, horas después, dejarse embaucar por la auténtica revelación del festival, Esteban y Manuel, grupo que se sirve de la cumbia más actual con la refrescante particularidad de la utilización del autotune en las voces, creando una extraña mezcla que ellos denominan Cumbiatune. Sin duda el nuevo estandarte del sonido tropical gallego, que nos transportó al centro de Colombia entre el caleidoscopio lumínico que generaba el escenario de los coches de choque.

Y es que en esta segunda edición en Sevilla, sin duda éxito rotundo, no solo se constató que la música en España está en alza, sino también que dichas bandas son plurales, tanto en sexo como en estilo, que se está creando la estructura para que dichas agrupaciones tengan cobertura y medios para ser autosuficientes, que la repercusión a nivel internacional de muchas de ellas ya es una realidad con actuaciones por Estados Unidos y Europa... Y que, el festival Monkey Week ha sido, y es, el mayor defensor y culpable de que a día de hoy todo esto sea así.